Serefina rodó los ojos al escuchar su declaración —Me resulta divertido —contestó sin darle mucha importancia.
—Confías en ella ciegamente —Serefina dijo mientras terminaba de preparar dos tazas de café antes de darle una a Kace.
—No lo hago —tomó la taza y pasó sus dedos por el borde—. Pero, sé que ella no mintió —cuando habló de su pasado no vocalizó la última parte.
Kace tiene su propia manera de saber cuándo la gente le miente en la cara.
—¿Cuándo lo superarás? Han pasado siglos desde la guerra —Serefina gruñó mientras se sentaba en el sofá a su lado—. No te entiendo.
Kace soltó una risa oscura mientras le guiñaba un ojo —No te preocupes, no eres la única.
—Escuché tu voz anoche —Serefina sopló su café caliente lentamente.
La declaración parecía inofensiva, pero logró que él dejara caer su máscara de calma de su habitual actitud desenfadada.
Solo unas pocas personas sabían de esto y, desafortunadamente, Serefina era una de esas personas.
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