La mañana llegó al ala norte, otro golpe en la puerta despertó a Lila. No quería abrir, estaba pensando en ignorar la puerta y volver a dormir. Quienquiera que fuese esa persona detrás de la puerta parecía determinada y no iba a ceder hasta que ella abriera. Genial, ¿qué ahora? —pensó.
Se obligó a abrir sus pesados ojos, mientras quitaba la manta de su cuerpo. —¡Ugh! ¿No puedo dormir bien ni un rato? —murmuró, irritada. La luz del sol saludó sus ojos. Su brillo era una señal de que era hora de levantarse. Dejó caer su pie al suelo y se sentó en la cama unos buenos segundos, y luego decidió levantarse.
Se arrastró hacia la puerta, y lista para enfrentarse a quien estuviera detrás de ella. El sonido de los golpes se sentía como un martillo golpeando contra su cráneo. No pudo dormir bien la noche anterior a pesar de su agotamiento. Su cuerpo gritaba por descansar. Pero era su mente la que seguía trabajando toda la noche, ignorando lo que el cuerpo quería desesperadamente.
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