Raine sintió su cuerpo temblar por la intensa mirada que recibía de la bestia.
Y entonces, otro retumbar de las cadenas sonó cuando el Lycan blanco luchaba por liberarse de las esposas que lo mantenían prisionero.
El Lycan blanco quería moverse hacia ella, pero las esposas no se lo permitían.
Raine no sabía qué debería hacer en este momento, porque la vista frente a ella la estaba matando por dentro.
Parada, con los pies clavados en el suelo, Raine respiró entrecortadamente, ya que ni siquiera podía mover un solo dedo.
La visión que había tenido antes le había advertido que era algo que tendría que ver una vez que decidiera ignorar las advertencias de Rafael y de Belinda; de no encontrarse con Torak por el momento.
Para ahora, Raine debería haberse preparado, pero la verdad era otra, aún estaba conmocionada por la vista de la bestia.
Raine estaba abrumada por varias emociones complicadas. Tristeza, impotencia, miedo, ansiedad, nerviosismo, shock y muchas más...
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