Las sombras eran como las de cualquier otra criatura viviente, revoloteando detrás del hombre y cuando reveló su rostro, los ojos verde lima de Serefina se endurecieron sorprendidos.
Ella lo había visto una vez, ¡pero jamás olvidaría a ese hombre! No había manera de que olvidara el rostro del guerrero sombrío, ¡quien la había matado!
—¡Tú! —Esa palabra sonó como una maldición—. ¡Deberías estar muerto!
El guerrero sombrío sonrió con desdén. —Lo mismo digo de ti —dijo con veneno en la punta de su lengua—. Si pudiera matar a Serefina con la mirada, entonces la bruja ya estaría muerta.
Serefina desvió la mirada y examinó sus alrededores, buscando otra criatura dentro de esta habitación.
—No necesitas buscar a alguien más, solo yo estaba en esta habitación —dijo el guerrero sombrío burlonamente.
Serefina no le creyó de inmediato, intentó encontrar algo, pero justo como había dicho el guerrero sombrío, no había nadie dentro de la habitación excepto ellos dos.
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