—No —Adeline no estuvo de acuerdo.
—Te amo tal como eres, César. Lo he aceptado y no me importa lo que seas. Te amo, solo a ti, César. Nada más importa.
—Bien. Si logras arreglarme en dos meses, puedes tener cada centímetro de mí, todo de mí, de nuevo. Seré completamente tuyo —susurró César mientras sus labios se encontraban con los de ella, fusionándose perfectamente mientras la besaba apasionadamente, esta vez con mucho afecto derramado en ello.
Contradecía lo que le había dicho, pero a César no podría importarle menos. La deseaba; todo él la había extrañado y iba a tener a la mujer que amaba, sentirla de nuevo y refrescar cada momento con ella en su memoria.
Todo él estaba emocionado por ella. Cada parte de él.
Su corazón, su alma, su cuerpo, ninguno tenía la intención de dejar de amar a esta mujer nunca. Ella era perfecta para ellos, todo lo que necesitaban. Pero esta vez, ella tendría que ganárselos de nuevo. Para conocer su verdadero valor y cuánto significaban para ella.
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