El señor Sergey sabía que su hijo había perdido completamente la razón en ese momento. Después de todo, era su pareja.
—No la lastimaré, y la dejaré ir bajo una condición, César.
—¿Qué quieres? —César apretó sus manos en puños. La parte superior de su cara arrugada estaba púrpura, indicando el nivel de rabia que despedía.
—Cásate con una omega, es así de simple —propuso el señor Sergey—. No te pediré que la rechaces y te lastimes, pero cásate con una omega. Mientras lo hagas, no me importará si olvidas a esa humana o no. Todo lo que necesito es que te cases con una de las omegas que tengo para ti y la críes lo antes posible.
La cabeza de César se inclinó hacia un lado, con un brillo de intención asesina apareciendo rápidamente en sus ojos. —Te mataré, y cuando haya terminado, me aseguraré de que ni siquiera tu carne pueda barrerse con el polvo.
Se dio la vuelta, saliendo de la sala, ignorando completamente a Yuri y Nikolai, que estaban en el suelo.
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