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En la peluquería hay secretos

Cuando Álvaro se enteró de que Samara iba a la peluquería, se desconcertó. ¿No debería buscar a Eduardo? Ella estaba tan ansiosa por encontrar a su hijo, ¿Por qué de repente quería ir a la peluquería? Sin embargo, Álvaro solo tardo un segundo en adivinar la razón.

Antes, Álvaro siempre habría creído que era natural que las mujeres fueran tantas veces a la peluquería y no era posible que escondieran algo de ellos. Además, se prohibía que los hombres entraran a estos locales. Álvaro nunca pensó en otra cosa, vio la expresión en los ojos de Samara y entendió algo.

- ¿Crees que la peluquería esconde algo?

-También quiero averiguarlo. Habéis buscado por toda la ciudad, pero no tenemos noticias de Eduardo. Desde que Eduardo desapareció, controlamos todas las salidas de la ciudad. No creo que alguien se atreva a enfrentarse a ti o a Javier al mismo tiempo y que abandone la ciudad con Eduardo, ¿no es verdad? En este momento, la única explicación es que Eduardo todavía esta aquí, en la ciudad, pero en un rincón desconocido. Hemos buscado por todas partes, excepto en la peluquería. Además, ¿no ha ido Rebeca a la peluquería hace poco? Dile a Josué que averigüe si Rebeca estuvo allí en el mismo momento en que Eduardo desapreció. No sospecho fácilmente de alguien, pero si lo hago, tengo que averiguarlo. ¡Si hace daño a mi hijo, me vengare! -la especulación de Samara era razonable. Parecía haber recuperado toda su cordura por la mañana.

Su hijo todavía estaba esperando a que ella lo salvara, así que no podía perder la calma. No podía hacer nada si no hubiera algo sospechoso. Ahora que sospechaba de Rebeca, Samara agarraría la pista.

Después de escuchar las palabras de Samara, Álvaro también creía que tenia razón. Le pidió rápidamente a Josué que investigara cuando Rebeca había estado en la peluquería. Coincidentemente solo había tres horas de diferencia.

Cuando Samara escucho esta respuesta, se emocionó un poco.

-Quiero ir a esa peluquería sin llamar la atención. Josué y tu no entrareis y te mantendré informado.

Álvaro sujeto la mano de Samara con fuerza y dijo:

-Eduardo ha desaparecido. Estoy tan preocupado como tú. Se que quieres recuperarlo, pero tienes que prometerme que te protegerás a ti misma. En caso de que haya algún imprevisto, no hagas ninguna tontería. Sal y encontraremos la solución juntos. Samara, ya te he perdido una vez y no quiero que vulva a pasar. No se si puedo vivir sin ti.

Samara miraba las lagrimas en los ojos de Álvaro y asintió.

-No te preocupes, volveré con nuestro hijo. -Samara sonrió levemente y se le notaba la tristeza.

Álvaro ordeno que alguien ayudara a Samara.

Alana estaba preocupada. Temía que algo pasara. Al mismo tiempo, Jaime quería salir para conseguir información. Alana camino por la peluquería sola, pensando en las maneras imponentes de Álvaro.

Tal vez la gente de Ciudad H solo sabía que Álvaro era un soldado retirado, y que era el sucesor de la familia Ayala y presidente del Grupo Ayala, pero Alana sabia de la crueldad y frialdad de Álvaro.

Ella lo había acompañado a Ciudad Y para salvar a Rolando, el segundo hijo de la familia Ayala y Rolando había muerto en esa batalla. En aquel entonces, Álvaro parecía haberse vuelto loco. Irrumpió solo en el escondite de los enemigos y rompió las extremidades de su líder. Sin embargo, no perdió la razón.

Esa crueldad y sangre fría eran la pesadilla que Alana nunca podría ser capaz de borrar de su mente en toda su vida. Después de volver de allí, Alana se enfermó. Cada vez que pensaba en la crueldad de Álvaro, su cuerpo temblaba.

Álvaro se había vuelto loco como un demonio, torturaba sin piedad a aquellos que hicieran daño a sus entes queridos. Alana se asustaba cada vez más. Corrió rápidamente al sótano para ver si Eduardo estaba muerto. Una cantidad tan grande de medicamentos para un niño tan pequeño, no sabia si le dejara secuelas.

Cuando escucho los pasos, Eduardo rápidamente cerro los ojos. La cuerda en su muñeca todavía no había sido desatada, pero estaba ligeramente suelta. No esperaba que alguien viniera.

A Eduardo le latía el corazón con furia, pero no podía demostrarlo. Sudaba mucho el miedo. Entonces, de repente sintió un olor peculiar a perfume de mujer. Estaba desconcertado. Antes de poder averiguar quien era, las luces del sótano se encendieron.

La luz deslumbrante hizo que Eduardo parpadeara, por eso, Alana lo encontró despierto.

- ¿Estas despierto? -la voz de Alana no era alta, sin embargo, no era una buena señal para Eduardo.

Quería seguir fingiendo estar muerto, pero no podía. Alana lo levanto bruscamente y casi lo asfixia. Le costaba respirar. Para salvarse, Eduardo no tuvo más remedio que abrir los ojos y respirar profundamente. Su mirada hacia Alana transmitía ira.

- ¡Mi madre y mi padrino no te perdonaran! -Eduardo se dio cuenta de que, aunque lo sostenía en el aire, la cuerda en su muñeca parecía haberse aflojado un poco. Rápidamente la desato y se hizo ampollas en los dedos. Sentía dolor, pero no pudo decirlo.

Alana se sorprendió por un segundo y sintió curiosidad.

- ¿Quién es tu padrino? -le pregunto.

- ¿Os atrevéis a secuestrarme sin saber quién es mi padrino? Sois demasiado audaces. -Eduardo se refirió a ellos, no a ella. Alana entrecerró los ojos.

- ¿Cuándo te has despertado? ¿Qué sabes?

Eduardo se dio cuenta de que estaba en peligro, por eso se calló. Si hablaba moriría antes. Pero Alana no pudo tranquilizarse.

- ¡Eres el hijo de Álvaro! Eres mucho mas inteligente que los demás. Me sorprendes con tu calma. Me da pena que seas su hijo. Inicialmente, pensé que no pasaría nada, pero ¿Quién habría pensado que Álvaro revelaría tu identidad? Además, te busca en toda la ciudad a toda costa. No quería matarte, pero parece que sabes demasiado. Por nuestra seguridad, no tengo mas remedio que darte un fin lo antes posible.

- ¿Qué quieres hacer? -Eduardo se aturdió un poco cuando escucho lo que Álvaro había hecho por él, pero noto que Alana quería matarlo.

-Solo quiero que duermas. No te preocupes, no te hare sufrir. Cuando Álvaro encuentre este lugar, lo único que vera será tu cadáver. No elijas una familia como la de Álvaro la próxima vez. No me culpes. Yo también quiero vivir. Si me convierto en el blanco de Álvaro, ya no me quedaran días de paz. -Alana apretó sus manos mientras hablaba.

Eduardo solo podía pensar que cada vez mas le costaba respirar. De repente se dio cuenta de que todavía tenia mucho que decirle a Álvaro. En realidad, el hombre no era tan desagradable. Eduardo lucho intensamente, pero a Alana le pareció que todo era tan débil y que solo agonizaba.

-Deja de resistir, me esforzare por no hacerte sufrir.

Justo cuando Alana termino de hablar, Eduardo logro desatar la cuerda en su muñeca y una aguja de plata se deslizo por su manga. Eduardo rápidamente agarro la aguja y aprovecho la posición para apuñarla directamente en su ojo.

- ¡Ah! -Alana grito de dolor e inconscientemente soltó a Eduardo. - ¡Hijo de puta! ¡Me has pinchado el ojo! ¡Te matare! -todo el cuerpo de Alana se contrajo de dolor. Quería agarrar a Eduardo, pero no podía ver con el ojo ensangrentado.

Eduardo cayo en el aire. Le dolía todo el cuerpo. Además, no había comido ni bebido nada durante mucho tiempo, por lo que su cuerpo estaba un poco débil. En ese momento, estaba agradecido con Isaac.

Después de que Isaac les enseñara la manera de salvarse una vez fueran secuestrados, Eduardo le pidió esta aguja y la escondió en su manga. La llevaba todos los días. No creía que este tipo de cosas sucedieran, pero no espera que le pasara a él.

Eduardo no tenia tiempo de sentir dolor, ni de pensar en otras cosas. La sangre del ojo de Alana salpico el dorso de la mano del niño. Era cálido, pero le hizo temblar. Esta era la primera vez que hacía daña a alguien.

Se levanto, se dio la vuelta y corrió. Era su única oportunidad de escapar. Si alguien más entrara, no sería capaz de huir.

- ¡Detente, no lograras escapar! Nuestra gente controla este lugar. ¡No serás capaz! -Alana se mostraba feroz. Rápidamente encontró una toalla y la envolvió alrededor de sus ojos. Descubrió que Eduardo ya había llegado a la puerta del sótano. - ¡Que venga alguien! -grito la mujer.

Eduardo no se atrevió a darse la vuelta. No podía. Finalmente, abrió la puerta del sótano y vio la luz. Sin embargo, debido a que permaneció demasiado tiempo en el sótano, sus ojos no pudieron adaptarse a la luz. Eduardo cerro los ojos y en ese momento escucho pasos fuera.

Alana empezó a caminar y alguien podía bloquearle el camino. El niño se asusto por un momento. Vio un cubo de la basura no muy lejos y camino hacia allí sin pensar. Cuando estaba a punto de esconderse dentro, creyó que les sería muy fácil capturarlo. Si lo descubrieran no sería capaz de escapar.

Eduardo tomo la decisión y corrió hacia recepción. De repente escucho un sonido cristalino. Parecía que venia un cliente. En ese momento, a parte de Eduardo, Alana también cambio de expresión. Aquellos que ayudaban a Alana se quedaron atónitos.