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| EPÍLOGO. |
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Después de las complicaciones en Karakura gracias a la medalla de Shinigami sustituto que a Ichigo Kurosaki se le perdió. Todo volvió a la normalidad.
Suspiró aliviada estirando sus brazos después del inmenso papeleo que había llenado.
La puerta fue tocada y por la presión espiritual que sentía, sabía que era su teniente.
—Puedes pasar Izuru-kun— habló la capitana después de un tiempo.
La puerta se abrió dejando ver al rubio que sonreía ligeramente, en su brazo izquierdo se encontraba la banda de teniente. La cual le trajo recuerdos, de cuando ella era teniente y su amado el capitán.
—Capitana Kobayashi, debería descansar. Me encargaré de lo que resta del papeleo— respondió el rubio acercándose al montón de documentos amontonados en la esquina de aquella oficina.
—Gracias Izuru— sonrió agradecida la pelinegra mientras se levantaba de su escritorio.
Le había salvado de volver a negarse a una cena con su amado.
Salió de la oficina con una sonrisa dulce mientras saludaba a sus subordinados y sin perder el tiempo llegó a su hogar, sorprendiéndose del inminente vacío que había. ¿Dónde de encontraba Gin?
Subió a la segunda planta entrando al dormitorio que compartían, pero nuevamente nadie se encontraba.
Confundida se visto con un Yukata ligero y salió de la habitación dirigiéndose a la sala, sorprendiéndose ahora de encontrar un rostro de pétalos que la dirigían hacia el jardín.
Sonrió de medio lado mientras seguía aquel rastro.
Al llegar al jardín se encontró a su amado sentado en la orilla que separaba aquel verde pasto de la madera.
—Gin— llamó mirándole atentamente.
El peliblanco se levantó y volteó a verle con una sonrisa.
—Tara... ¿sabes que día es hoy?— preguntó el mayor acercándose a su amada con una sonrisa dulce en su rostro.
La capitana arqueo la ceja confundida, hasta que comenzó a divagar en sus recuerdos. ¡Era hoy!
—N-nuestro aniversario— respondió, reprochándose mentalmente por haberlo olvidado.
Gin rió, de ante manos sabía que se le había olvidado. Lo cual le dio la ventaja de planear todo.
—Gin, y-yo siento haber olvidado nue...
—Eso no importa— le interrumpió divertido por la actitud nerviosa de su amada —Tara Kobayashi, hemos vivido tantas cosas juntos; sobreviví a la muerte con el único objetivo de pasar el resto de mi vida a tu lado. Quiero que seas la única mujer en mi vida, por eso quiero preguntarte...— se arrodillo ante ella mostrando una caja ante la incrédula mirada de la capitana —¿Quieres casarte conmigo?— abrió aquella caja de porcelana mostrando un bello anillo de diamantes.
No iba a negarlo, estaba nervioso por la respuesta de la mujer que amaba más que a su propia vida.
—Si... ¡Si quiero Gin!— exclamó emocionada la pelinegra.
No podía contener su alegría ante la propuesta que había esperado toda su vida.
El peliblanco se levantó sonriendo y coloco el anillo en el dedo anular del brazo izquierdo de la mujer enfrente de él.
La abrazó con fuerza, jamás se había sentido tan feliz en su vida. Todos aquellos sacrificios habían valido la pena.
Tara se separó mirando a su ahora prometido a los ojos, aquellos preciosos ojos azul celeste le miraban con un bello brillo de felicidad, tomó las mejillas del contrario para acercarlo a su rostro uniendo sus labios en un dulce y tierno beso que expresaba el amor que le tenía desde el primer día en el que lo conoció.
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