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| CAPÍTULO QUINCE. |
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Sonrió de medio lado, era cierto, el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Gin ayudaría mucho en esta batalla, conoce a Aizen y sus técnicas. Con él no podrían perder ¿verdad?
Miró todo aquel desastre, los capitanes y tenientes que habían asistido a la falsa Karakura estaban heridos, Ichigo y su padre se habían ido detrás de Aizen, mientras ella asistía a sus compañeros.
Gin no había sido muy bien recibido por la Sociedad de Almas, pero después de todo en ese momento ayuda era lo que más necesitaban.
—Tara, Ichimaru. Ustedes son los menos heridos vayan detrás de Isshin e Ichigo, necesitaran ayuda contra Aizen— habló Kyōraku con un semblante serio.
Sin más que hacer o decir, ambos desaparecieron de ahí con un rápido Shunpo. Atravesaron el Senkaimon a la real Karakura, ya comenzaba a haber destrucción en la ciudad habitada por los humanos.
Se miraron a los ojos, estaban dispuestos a dar sus vidas para detener a Aizen.
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—Me decepcionas Gin— habló el castaño enfrente de ellos.
El Hōgyoku había afectado su físico, apenas había rastro de lo que anteriormente había sido el capitán del quinto escuadrón.
—No me disculpo por lo que ha pasado capitán Aizen— respondió el peliblanco sonriendo ampliamente.
La Zanpakutō del ex capitán se extendió hasta impactar con el pecho de Aizen, éste miraba atónito lo que había pasado. ¿Por qué no lo había esquivado?
Tara atacó por la espalda, en el momento en el que Gin había retirado su Zanpakutō. Un movimiento predecible para Aizen, ya que logró esquivarlo y regresar el golpe.
—¡Tara!— exclamó exaltado el peliblanco.
—Estoy bien Gin, hay que escondernos— respondió la pelinegra llegando a su lado con el brazo herido.
Ambos desaparecieron con Hōgyoku en las manos del ex capitán del tercer escuadrón, aunque sus intentos de brindarle tiempo al segador sustituto habían sido inútilmente afectados por el poder del castaño.
Aizen había logrado un poder inigualable, era irónico como a pesar de todo lo que habían intentado ahora solo podían ser atacados por el más grande traidor del Seireitei.
Agradeció al rey espíritu cuando el segador sustituto apareció llevándose a Aizen lejos de Karakura.
Tara pudo respirar con tranquilidad, se levantó con un dolor insoportable en su brazo izquierdo; hizo presión en esté mientras comenzaba a recorrer las destruidas calles de aquella ciudad en busca de su amado.
Lo encontró recargado en la roca de algún edificio destruido, respiraba con dificultad mientras miraba al cielo con la sangre escurriendo por sus heridas y una línea rojiza saliendo de sus labios.
—¡Gin!— corrió hacía su amado con desespero.
No otra vez, no podía perderlo, no ahora que la victoria se estaba tornando favorable para ellos.
—T...Tara— sonrió suavemente el peliblanco —Tranquila e-estoy bien— respondió elevando su brazo para acariciar la mejilla de la mujer arriba de él.
Las lágrimas de la teniente caían en sus mejillas haciendo parecer que el ex capitán también lloraba, y aunque ganas no le faltaban, seguía desconcertado por lo que Aizen le había dicho antes de atacarlo.
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Ahí estaban, ambos mirándose cara a cara. Aizen se sentía decepcionado de su estudiante.
Desde el primer día en el que lo conoció supo que su futuro sería prometedor a su lado, y de cierta forma le había agarrado cariño a ese niño burlón.
Pero ahora, ya no había nada de aquel niño. Gin se encontraba enfrenté de él, desafiándolo con esos ojos celestes que con tanto recelo ocultaba.
Debería estar decepcionado, pero de cierta forma su pecho transmitía calidez, y claro, no se lo diría. Si, estaba orgulloso del peliblanco. De lo fuerte y astuto que se había vuelto.
Ya ni siquiera le molestaba el hecho de que se estaba revelando contra él.
Volteó la mirada encontrándose con aquella mujer que había cambiado a su estudiante.
Ella había sido parte de su plan, pero de cierta forma se le había salido de las manos, después de todo comprendió que el amor cambia hasta al más cruel guerrero. ¿Ese sería su caso algún día?
Dios esperaba que no, sería tan lamentable y patético para él.
—Quería hacerte sufrir por traicionarme— habló mirándole con seriedad —Pero simplemente me decepciona que hayas caído tan bajo Gin— agregó soltando un suspiró pesado.
Su mano derecha detenía la muñeca del contrario, evitando que éste pudiera usar su Zanpakutō en su contra.
—Lo siento Gin, no pretendo afectar tu vida. Por ello no te mataré, solo te hiero para detenerte— aquellas palabras confundieron al peliblanco —Si vuelves a meterte en esta batalla, no dudaré en matarte a ti o tu amada...
El filo de la Zanpakutō de Aizen choco con la piel pálida de Gin, logrando hacerle una gran herida.
Sin más lo dejo caer de las alturas, fue ahí cuando aquel Shinigami sustituto apareció y se llevó al castaño a otro lugar lejos de Karakura.
Solo le quedo mirar al inmenso cielo azul, pensando en aquellas palabras. ¿Seguía habiendo bondad en el corazón de aquel traidor?
Lo dudaba...
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—Gin... creí que morirías— lloriqueo la teniente.
El peliblanco sonrió acariciando el cabello de su amada.
—Tranquila estoy bien, Aizen no le dio a ningún órgano vital— respondió tranquilizando a la mujer.
Tara ayudó a Gin a levantarse caminando con dificultad para ir con los demás, su trabajo había terminado ahí. Sabían que Ichigo y Kisuke se encargarían de Aizen.
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