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| CAPÍTULO ONCE. |
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—Gracias— apenada miró a su superior haciendo nuevamente una reverencia ante ella. Está vez agradecida por sus dulces palabras.
Miró al hombre enfrente de ella, ¿qué pasaría si ambos se enfrentarán? ¿Le sería doloroso?
—Gin...— sus ojos comenzaban a tornarse llorosos.
—¿No vas a acatar órdenes Gin?— la voz demandante de Aizen se escuchó a espaldas del peliblanco.
—Perdóname Tara...— murmuró el ex capitán
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Sonrió aliviada al ver que el amigo de Ichigo ya se encontraba estable, al igual que Rukia Kuchiki la cual había sido traída por el capitán del sexto escuadrón.
—¿Dónde está el capitán Zaraki y el capitán Kurotsuchi?— preguntó curiosa la cabeza de la cuarta división.
—Kurotsuchi está con el Quincy y Renji. Y Kenpachi fue a ayudar a Kurosaki— respondió el noble con seriedad.
—Ya veo— sonrió amable la pelinegra —Teniente Kobayashi necesito que vaya a ver el estado del Quincy y el teniente Abarai. Lleva esto por si necesitan ser curados— agregó la capitana mientras le entregaba una bolsa de tela blanca con medicina.
—Cómo ordené capitana Unohana— con una reverencia la teniente se alejó de los capitanes.
Su Shunpo era veloz, aunque para ella no era la gran cosa. Comenzó a buscar por todo el lugar la silueta de Uryū y Renji, o incluso la del capitán del doceavo escuadrón.
Pero para su desgracia encontró a las personas menos esperadas.
—Tōsen, Gin...— su vista pasó al castaño en medio de estos dos ex capitanes, el cual sonrió con amabilidad fingida —Aizen...— su expresión cambió.
—Pero miren quien regreso a Hueco Mundo— las palabras del hombre comenzaban a irritarle —Gin...— el nombrado le miró con confusión —Acaba con ella— ordenó con seriedad.
Ambos enamorados se miraron con sorpresa y terror. ¿Alguna vez pensaron en enfrentarse en un duelo a muerte?
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Gin estaba decidido, era claro que nunca pesaría en hacerle algo así a su amada. Pero, ¿era necesario comenzar con su plan ahora?
La vida de la mujer que amaba corría peligro, ¿por qué dudar en un momento tan crítico como lo era ese?
El peliblanco dio unos pasos hacía al frente desenfundando su Zanpakutō, su sonrisa se extendió. Aquella sonrisa causó un escalofrío en la teniente.
¿Lo haría? ¿Enserió la atacaría?
Quería moverse, atacarlo primero, pero su cuerpo no le respondía. Era su fin, ella lo sabía.
Que irónico moriría a manos de la persona que más había amado...
Segundos pasaron cuando se dio cuenta que aún seguía con vida. ¿Qué había pasado?
Abrió los ojos mirando aquella escena con sorpresa.
La Zanpakutō de su amado se encontraba siendo desviada por el moreno ex capitán del noveno escuadrón. Quien había salvado al rey de Hueco Mundo de aquel ataque sorpresa.
—No tengo palabras para expresar lo decepcionado que estoy de ti, Gin— la fría voz de Aizen rompió aquel tétrico y sorprendente silencio.
—Temo escuchar esas palabras capitán Aizen— Gin le miró de reojo manteniendo aquella sonrisa de ojos cerrados —Pero, usted cometió el error de encargarme matar a la mujer que amo— aquellas palabras habían sorprendido a la pelinegra.
¿Aún la seguía amando?
—Es lamentable escuchar esas palabras salir de tu boca— el castaño suspiró mientras negaba con la cabeza, su mano se encontraba en la empuñadura de su Zanpakutō —Te deseo un final feliz, aunque eso lo dudo...— agregó con seriedad.
Con una rápido Shunpo el ex capitán había logrado herir al peliblanco quien cayó de rodillas al suelo con una enorme herida en el pecho.
Las lágrimas corrían por sus ojos. ¿Así sería su fin?
¿Acaso no había jurado proteger a aquella mujer que se mantenía todo el día en sus pensamientos?
—Y tú...— Aizen dirigió la mirada hacía la joven teniente quien miraba aquella escena con tristeza y repulsión.
Si, repulsión. Por ser tan malditamente débil como para no poder ayudar al hombre que amaba.
—Fuiste una herramienta muy útil. Pero para tú infortunio, ya no eres de mi utilidad— agregó posando el filo de su Zanpakutō en el cuello de la femenina.
Ésta sollozo ante la importancia.
—¿Aún lo amas?— la voz de alguien desconocido resonó en su mente —¿Realmente es especial para ti?— comenzaba a ser torturada por lo que creía en ese momento era su conciencia —¿Realmente quieres salvarlo?— aquella voz desconocida provenía de su Zanpakutō.
—Claro que quiero salvarlo— se dijo así misma.
Con aquellas palabras dichas, una cegadora luz de un violeta demasiado claro comenzó a rodearla sorprendiendo a los ex capitanes. ¿Qué era eso?
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