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DE OTRO MUNDO

Esta es la historia de una humana y un ser de otro universo (alien), que se emprenden a un camino lleno de obstáculos y misterio. Durante ese largo transcurso por recorrer ambos se enamoran; se dejan llevar por esas emociones, esa humana es consciente que tal hombre no es normal pero inesperadamente...

Dianiis_1417 · Romance
Pas assez d’évaluations
122 Chs

Resolverlo por sí sola

La atmósfera dentro del salón era espabilante. Inclusive la asistente Cristina ni siquiera entendía del por qué el Presidente Orson la miraba sombriamente.

El hombre llamado Arnold Foex se volvió a dirigir al presidente.

- Lo creo. Tienes una asistente hermosa. Bueno, me retiro. Tengo otros asuntos que atender. - dijo el hombre, admirando de nuevo a la asistente Cristina.

- Oh bienvenido... Presidente Orson y disfruta de la noche. - agregó el hombre y se retiró de la vista de ambos.

Cristina apenas se estabilizaba por la mirada fría de su presidente. No entendía qué hizo para que él la viera de esa manera fría y despiadada.

Lo que ella no sabía era que el Presidente Orson no le agradó el hecho que le preguntaran sí su asistente era bonita.

Era aberrante para el presidente glacial.

El Presidente Orson sonriendo de mala gana, vio su champán y le dio un sorbo. Ignorando la presencia de su asistente.

Ella sólo pudo suspirar en silencio. Ahora podía entender que en verdad su presidente no le agradaban las mujeres. '¿Acaso es gay?', se preguntó Cristina en su pensamiento, especulando sobre su orientación sexual de su presidente glacial.

...

La noche de negocios transcurría muy amena; los grandes y célebres invitados conversaban de asuntos importantes.

El Presidente Orson conoció a casi todos los invitados, que anteriormente era guiado por Cristina, susurrandole furtivamente cada respectivo nombre. Al final, él sólo tuvo menos de cinco minutos de cruzar palabras con ellos. Algunos de esos invitados habían quedado congelados por su aura glacial que lo cubría.

Él tenía que discutir un asunto importante y confidencial con una mujer desconocido. Así que Cristina al fin era libre y podía disfrutar de la fiesta por su arduo trabajo.

Ella ya se había alejado del presidente y suspiró. Tuvo que soportar la helada temperatura de él. Inclusive sentía que su cuerpo estaba rígido.

Admitió que fue pesado seguirle los pasos en sincronía. Al principio tal vez fue fácil pero con el paso de los minutos fue una tortura.

Ya eran a las 10:25 de la noche. Ella tenía solo unos minutos más para disfrutar de la fiesta ya que el Presidente Orson tenía una salida muy importante y debían marcharse en una hora exacta.

Sentía pesadez en sus hombros y cansada de escuchar los murmullos de los demás.

Las zapatillas que estaba usando le causaron unas pequeñas ampollas.

Camino a las escaleras que conducían a la terraza; implorando para relajar su mente y cuerpo del bullicio. Con el Champán en su mano subió cada escalón. Se sentía plena porque se le permitió beber.

Llegando a la terraza se percató que nadie se encontraba. Se sintió aliviada por tener el lugar para ella.

La brisa fría del aire le erizo la piel pero creyó que el aura de su presidente era mucho peor que el clima que la rodeaba.

Avanzó hasta la baranda, admirando el magnífico paisaje de la noche; el cielo tenía ese contraste peculiar con las estrellas y la gran luna brillante y hermosa.

También admiró los grandes edificios de la Cuidad Ville Gold así como la bahía y el faro que se veía a lo lejos.

Era una escena espectacular y deslumbrante ante la vista.

Realmente ella estaba disfrutando cada segundo antes de irse y perderse de algo maravilloso. Ella tenía en cuenta que nunca tendría la oportunidad de disfrutar una fiesta de gala.

- Qué bonito... - musitó.

Le dio un sorbo a su Champán. Ya que se encontraba sola al aire libre, decidió sacarse las zapatillas aún con el frío piso. Dudaba que alguien subiera a la terreza ya que la fiesta de allí abajo se estaba movilizando más.

Al fin pudo descansar sus pies. El estar usando zapatillas de su promedio usual la estaba matando. Su altura es de 1.70cm pero tenía que estar a la altura del Presidente Orson. Así que había decidido usar zapatillas de 8 centímetros y sin embargo, apenas le rozaba por el encima del hombro de su presidente.

¿Cuánto exactamente medía su gran jefe magnate?

- Auch...me duelen los pies.

Se masajeo su tobillo con su mano libre. Notablemente sus pies tenían ampollas por las ajustadas zapatillas de punta.

Los minutos pasaron y se relajó plenamente.

Enseguida, respingo al escuchar que las puertas se abrieron.

Torció su cuello y se sorprendió ver que era el hombre de hace un rato. "Arnold Foex"

Ella atisbo que el hombre se tambaleaba y que su corbatín estaba medio chueco.

El hombre pasado de copas, vislumbró a la joven mujer en ese ceñido vestido. Desde el instante que la vio, le pareció interesante y muy hermosa como había remarcado al principio.

Cristina se enderezó e intentó ponerse sus zaptillas al ver que dicho hombre se acercaba y que esos ojos destellaban de lujuria. Ella ya conocía ese tipo de miradas y la clase de hombre que eran.

No era la primera vez que alguien la miraba con perversión.

Se tranquilizó para no precipitarse.

Pero...

<<¡Rayos! Las zapatillas no quieren entrar. Ese tipo...>>

Sus nervios la traicionaron y apenas logró ponerse una zapatilla cuando el hombre ebrio fue más rápido que ella.

En cuestión de segundos, él la acorraló, sin dejarle opción a Cristina para reaccionar.

Ella se pasmó por el súbito movimiento.

Abajo del salón, los invitados seguían bebiendo y disfrutando de la velada.

El Presidente Orson también había terminado de conversar. Reviso la hora en su reloj de mano, y la hora marcaba a las 11:00 de la noche. Él le dejó en claro a su asistente que está hora se irían del lugar. Sin embargo, ella todavía no estaba allí.

<<Qué inpuntual.>>, pensó de inmediato el presidente, irritado por el retraso de su asistente.

Examinó el extenso lugar desde su posición y no había rastros de ella. Sólo unas milésimas de segundos le tomó para buscarla y a la velocidad de la luz, supo donde se encontraba pero...no estaba sola.

Así que decidió ir por ella. Nunca hizo algo así en toda su vida.

Eso sin duda, lo acabó de irritar mucho más.

Al mismo tiempo, Cristina se encontraba en una situación incómoda. Ese hombre la acorraló súbitamente. Inclusive por los nervios dejó caer su copa de Champán en el piso.

- H-Hueles...muy bien. - murmuró el hombre a la vez que lentamente se pegaba al cuerpo de ella.

- Pagaría por ti..mucho dinero. ¿Qué dices...? Una asistente como tú, no lo pensaría. - agregó el hombre provocando que Cristina sintiera repulsión por el aliento del hombre ebrio. Pero lo que más le causó molestia fue que este hombre le estaba insinuando de una manera perversa.

- Aléjese. Yo no soy ese tipo de mujer. Así que déjeme ir. - respondió ella sin titubeo y mostrando valentía.

Aunque por dentro todo le daba vueltas por la incómoda situación de tener cerca al hombre. No quería gritar para no hacer un escándalo ya que no se encontraba en cualquier lugar.

Aparte tenía la información suficiente que este hombre siempre se veía envueltos en escándalos indecorosos.

Si se atrevía a pedir ayuda a gritos, la única perjudicada sería ella y podría perder su trabajo. También en medio se encontraba el Presidente Orson; no quería que su reputación se viera manchada por el acoso de una asistente.

<<No.>>, se dijo por dentro. Ella iba a salir de su cuenta por sí sola.

En la terreza no había nadie más que ella y este hombre, quien tenía pensamientos perversos sobre ella.

Era lista y cautelosa, no por nada su hermano mayor le enseñó artes marciales.

Entonces...ahora había llegado el momento para ponerlo en práctica.

No permitiría que el gran magnate de su jefe se viera involucrado en un escándalo.