- Iré contigo. Te lo dije ayer...que te protegería. - dijo él, melodioso para los oídos de Mey.
Ella sintió como su corazón se sobresalto por el recuerdo de la promesa. Entonces comprendió que Lou sólo quería ir con ella para protegerla. Eso sin duda la puso en tela de juicio. ¿Era protección o solo vigilar si escapaba o no?
Lou no tenía ninguna duda respecto a proteger a la humana, sin importar las consecuencias, él estaba más que decidido.
Mey se enderezó, y se mordió sus labios. Se sentía pequeña e indefensa al estar en medio que Lou y que la tuviera acorralada.
- Eeeh solo...aah, bueno... - balbuceó ella, no podía con la incertidumbre que le causaba Lou.
Por otro lado, él seguía imponente. Observando el pelo violeta de la chica, la misma tonalidad de sus ojos.
- Eres muy pequeña, cualquier cosa podría sucederte en el camino. - hizo mención él, reafirmando sus palabras para protegerla.
Era como un padre preocupado por su pequeña hija. —Mey lo vio de esa manera.—
Él inclinó su cabeza para estar más cerca de la cabellera de Mey. Enseguida él inhalo el aroma que desprendía a causa del shampoo que usaba ella. Mey, sintió como Lou se acerco más a ella, todavía seguía perpleja por el comentario de Lou. Una vez más la dejó shockeada.
<<¿Qué le pasa? ¿Por qué me está diciendo eso?, no soy una niña...>>, ella se cuestionó por dentro.
No pudo evitar sonrojarse por la afirmación de Lou. Quizás a sus ojos de él era pequeña e indefensa, quizás ella así misma se lo decía pero...ella podía cuidarse sola.
No negaría que las palabras de Lou siempre le causaban cierta sensación indescriptible para ella misma.
Esa decisión de dejar a Lou en casa e irse sola, se fue por los suelos. Bueno, pensó que en realidad él sólo quería protegerla.
Imposible seguir replicando. No tuvo más remedio que ceder por la magnética presencia de Lou.
- Aaah...bien. Iremos juntos. - dijo finalmente ella. Soltando un suspiro. Quizás más tarde hablaría con él, frente a frente para hacerle saber que necesitaba buscar un trabajo, lo esencial que era y que Lou entendiera que ella tenía que trabajar para sobrevivir. Por supuesto, eso le beneficiaría a él.
Lou al escuchar la respuesta de la chica humana, se alejó de inmediato de la cercanía de ella. Y a la velocidad de la luz, él se fue directo a la habitación. Mey sólo sintió ese aire que le balanceo su pelo.
En la habitación, Lou abrió el armario, tomó una camisa blanca, un pantalón de vestir y sus calzados. Rápidamente se vistió y en un parpadeo, se perfumó y se medio arregló su pelo blanquecino. A la vista, era un hombre informal ya que la camisa iba por fuera. Por supuesto, su corpulento cuerpo era sobresaliente.
Tal vez él todavía no era consciente de sus gestos faciales, pero tenía una expresión satisfactoria por el hecho que Mey se lo llevaría.
En la entrada principal, Mey seguía aturdida. Al escuchar los pasos, giro el picaporte para salir. Y al llegarle a sus fosas nasales, la colonia afrutada, torció su cuello.
Sus ojos esmeraldas se abrieron como platos.
Allí a un metro de ella tenía a un hombre apuesto y con ese aura sublime; un hombre deslumbrante ante sus ojos. No importaba la ropa informal que usará o que esos calzados no combinarán con la ropa, era perfecto. Su increíble altura, destacaba más que otra veces y no se diga de su pendiente, eso le daba un toque de macho alfa.
Ella supo que este ser inmutable causaría un furor instantáneo. Daba igual si él usará cualquier arapo, incluso fuera un mendigo, su belleza lo salvaría al igual que su físico super dotado.
<<¡C-Cielos! No puedo embobarme con su belleza artificial. Él es un alíen, no importa como se vea ahora, debajo de esa apariencia cegadora, hay un ser de otro mundo.>>, se dijo ella por dentro para no caer presa de lo apuesto que era Lou.
Sin embargo, él potencial atractivo de este ser iba más allá de sus espectativas. "Un dios hecho a la perfección"
- V-V-Vámonos. - señaló ella, y Lou asintió con obediencia.
Aquellas frías palabras de Lou, se habían esfumado de la mente de Mey.
***
En el hogar de Caleb, Rubí se encontraba de pie en la ventana de la sala de estar, admirando con una tristeza en sus ojos, el apacible día.
Hace cinco minutos Etna se fue al colegio antes que Caleb se fuera al trabajo. Rubí estaba meditando la situación de su existencia. Ya dos días eran hoy; dos días en que Caleb la había tratado de una manera despiadada cuando entró en aquel cuarto.
Él prácticamente le dejó de hablar, ignorando su presencia en la casa. Rubí sintió que ella no existía para él. De algún modo, Rubí le dolía en su corazón como era trataba por el hombre frío de corazón.
De hecho, contemplaba con tristeza la fría manaña, hace unos minutos, luego que Etna se fuera al colegio, él le espetó: "No aportas nada. Sea lo que seas, respetarás mis reglas y con ello, no tienes derecho de tocar nada y menos husmiar. Grabateló."
Esas palabras causaron más dolor en el corazón de Rubí. Ella admitió su culpa. Nunca debió hacer aquello.
Ella se cuestionó si realmente valía la pena seguir viviendo junto a él. Por más que lo pensará, no encontraba una solución eficaz para buscar otro lugar donde vivir. Ella creía que pronto ese dolor en su corazón se esfumaría, que tenía que aguantar un poco más vivir bajo el mismo techo del hombre frío de Caleb. Pero saber que él no la veía como una humana y menos como una mujer, era un sabor amargo para ella.
¿Cuántos días más soportaría vivir así?
Al menos pensar que la pequeña Etna la acompañaba, la reconfortaba. Etna fue muy amable y tierna en enseñarle lo esencial, como cocinar, limpiar y entre otras cosas menores.
A pesar de todo, Rubí se encariño con la familia de dos. Una familia que le dio un nombre.
Otra cosa más que la abrumaba, era que los días pasaban y su misión fallida era un hecho inquebrantable. No dejó de lado que sólo era cuestión de tiempo para que la buscarán a ella y a los dos seres alienígenas.
Ella escuchó del Escuadrón UECRA, eran seres de élite que ejercían misiones de alto rango para capturar a seres alienígenas que se perdían de rumbo durante su objetivo. No importaba en que planeta fuera, el escuadrón viajaba a tierras inimaginables.
No obstante, Rubí temía que Caleb o la pequeña Etna se vieran involucrado más de la cuenta. Ella no permitiría que ambos fueran eliminados.
<<No voy a dejarlos pero tampoco haré que los dañen. Nadie tocará a Caleb y a Etna.>>, se dijo ella, con esa llama ardiente en sus ojos avellanas. Como si se estuviera preparando para una batalla inminente y colosal.
Soltó un largo suspiro. Vestía un vestido de rosas, el gran moño color azul que llevaba en la cabeza y ese sutil bálsamo de sus labios delgados.
No era una niña, no quería que Caleb la viera como una inútil y un espécimen repugnante así que no se quedaría de brazos cruzados. Inmediatamente tomó una decisión pertinente.
Antes de irse, de alejarse de ellos, le demostraría que ella sí era capaz de aportar algo, lo que fuera.
Tal vez se marcharía pero estaría al pendiente de ellos.