La suave brisa daba en el pelo de Eileen, el cual iba hacia atrás y le daba un vista clara en algunos momentos, además, al tener el pelo corto no le molestaba, o tal vez era que no le importaba en ese momento si estos volaban en todas direcciones.
La niña tenía en sus pequeños brazos unas cuantas líneas rojas, sus arañazos no eran muy recientes, pero seguían doliendo.
El atardecer era tristemente bonito, el cielo era hermoso pero no podía estar feliz. La mirada de la pequeña niña estaba fija en el mar, sus ojos pasaban lentamente de un lado a otro, buscando algo, o más bien a alguien, hasta que un pequeño susurro salió de sus labios formando la palabra "papá", ahora su mirada paso de tener un punto fijo a estar perdida.
El sol le dio en el cuerpo, pero otra vez parecía no molestarle, este comenzó a crear una sombra detrás de ella, indicando parecía que ya era la hora. Su pie se movió para dar un paso adelante, se hundió un poco en la arena que estaba ligeramente húmeda, movió el otro, avanzaba despacio, no tenía prisa, al menos ya no.
La suave brisa se volvió un fuerte viento.
Se detuvo un poco asustada, en el fondo no sabia lo que estaba haciendo y quería detenerse, pero el impulso era demasiado grande y sólo volvió a retomar sus pasos, sus pies tocaron el mar y se detuvo otra vez. Su mirada bajó para ver como el agua volvía al mar y después subía a la orilla, así sucesivamente. Apenas segundos después, la levantó permitiéndole al viento que tocará su rostro, miró el mar un momento y luego cerró los ojos, al abrirlos se pudo notar como estos estaban llorosos, también como las lágrimas empezaban a salir y caer por sus mejillas, esta vez sus pies avanzaron por si solos adentrándose al mar.
Una voz grave gritaba su nombre, luego se hicieron dos voces, después ya se habían hecho cuatro, las mismas con el mismo propósito; detener a Eileen. La familia ya no se podía permitir más perdidas, al menos por ahora no. Una mujer corría en su dirección al haber visto que el agua ya le llegaba a las rodillas de su pequeña hija. Se desesperó, aumento la velocidad de sus pasos mientras gritaba, casualmente las olas crecieron más y ahora las voces de las otras tres personas, más una recién llegada, tenían dos propósitos; detener a la madre y a la niña.
La marea aumentó. La madre ya estaba dentro del mar pero no encontraba a su hija. Su cabeza giraba a todos lados, seguía desesperada y los gritos se hicieron más fuertes. La niña apareció detrás de una ola, apenas se mantenía a flote, el agua ahora le pasaba los hombros, es más, no parecía tocar el suelo. La madre de la niña nadó hacia ella con los ojos llenos de lágrimas, las dos ya no tocaban el suelo y por suerte la cogió. Sacando fuerzas de alguna forma pudo conseguir llegar a la orilla, ahí la esperaban los hombres que se suponían que la ayudaban.
Al dejar el cuerpo de su hija en la arena uno de los hombres se acercó corriendo evitando caerse entre la arena para poder tomarle el pulso, este era lento, puso sus manos en el centro de su pecho e intentó reanimarla haciendo una RCP esperando que no fuera demasiado tarde, unos cuantos segundos después un chorro de agua salió de la boca de Eileen seguido de una tos. Miró a su alrededor dándose cuenta de la situación, las lágrimas volvieron a llenar su cara, lloraba desconsoladamente junto a su madre.
***
Una luz algo blanquecina y anaranjada asomaba por la ventana, seguido de eso Eileen abrió los ojos aún adormilada, por cinco segundos no sabia quien era y donde estaba, casi todos tenemos esos cinco segundos. Al despertarnos no sabemos quien somos, donde despertamos, por que estamos en aquel lugar, no nos acordamos ni de los problemas, nada, simplemente no sabemos nada en nuestros primeros cincos segundos de cada mañana, pero tampoco nos damos cuenta de que los tenemos.
Al mirar más detenidamente su habitación y cama pudo notar como apretaba su sábana mientras seguía abrazando su almohada. Aflojó el agarre, apoyó sus manos en el colchón y se levanto para sentarse en el borde de esta, un suspiro salió de su boca, su mañana ya estaba arruinada por un sueño en el que era atacada por zombies.
El golpe de unos nudillos dando a su puerta le llamo la atención, después se escucho a esta abrirse, una no muy pequeña figura se vio. El hermano pequeño de Eileen la miraba. Unos segundos pasaron, un silencio lleno la habitación y William la seguía mirando. Paso un minuto y todavía seguía el silencio, pero no era incómodo.
─ Tengo hambre. ─ El menor por fin dijo algo y también la miro más atentamente.
─ ¿No has desayunado? ─ Eileen tenia una voz calmada y cansada, puede que no haya hecho nada para cansarse pero se notaba así.
─ Que pregunta más tonta. ─ La miró de pies a cabeza. ─ Eres simplemente tonta.
Aquel niño tenía aproximadamente unos ocho años, era un niño un poco bajo para su edad, tenía el pelo oscuro, muy poco ondulado y también muy poco largo, una piel algo morena pero blanca a la vez, además de un rostro lindo que le hacia parecer tierno. Totalmente mentira, era caprichoso, a veces malhumorado y arrogante, a pesar de su edad parecía alguien con mucha experiencia en la vida. Unos cuantos berrinches suyos sacaban su lado oscuro, aunque en el fondo era alguien demasiado bueno, también era cariñoso, era comprensible y ayudaba, sabía escuchar bien, de verdad si parecía alguien con experiencia en la vida.
Otro suspiro salió de Eileen ─ ¿Tonta? Rara te lo acepto pero, ¿tonta? No va conmigo, además ─ calló para mirarle y sonreírle ─ ambos sabemos que eres un glotón, que podrías haber desayunado y volver a tener hambre a los cinco minutos, que digo cinco, al minuto, mejor dicho, al segundo.
En el rostro de William se formó una mueca, su labio inferior se levanto y la miró con una de esas miradas asesinas. ─ Cállate... ─Hizo una breve pausa. ─ además, ambos sabemos que tu también eras así a mi edad... ─, fue interrumpido antes de continuar.
─¿Cómo sabes eso? ─ Eileen se sorprendió, su hermano en algún momento le echaría en cara su comportamiento de pequeña.
─ Primero, no me interrumpas, segundo, mamá me lo dijo, también dijo que eras muy parecida mí, tanto físicamente como en personalidad. ─ La miró sabiendo que no podía quejarse, ella hacia lo mismo de pequeña.
La mayor al no tener palabras para responder se dio por vencida. Ver a su hermano le recordaba a ella a su edad. Entonces un doloroso recuerdo le vino a la mente, William se dio cuenta pero no dijo nada, algo iba mal. Él tenía un don para darse cuenta de cuando las cosas no iban bien. Por ejemplo, cuando apenas llegaban a fin de mes, aún sonriendo con sus mejores sonrisas su madre y ella, él simplemente no las creía, cualquier otra persona si lo haría, pero él no.
─ Te prepare el desayuno, ─ William cambió de tema para calmar el ambiente, sabía que eso era lo mejor, o lo creían mejor todos en su familia. Es decir, evitar los problemas para ellos era la solución.
Aquella familia los evitaba, aunque a veces es bueno hacerlos frente, pero ellos ya estaban rendidos, o al menos solo una persona de ellos tres lo estaba, esa misma persona los hundía con ella lentamente sin darse cuenta.
─ Un vaso de agua no es un desayuno, aunque lo hayas metido al microondas, cosa que espero que nunca más vuelvas hacer. ─ Bajó la mirada a la pata de su mesa con su boca abierta, una expresión rara se asomó en su rostro, recordó cuando su hermano le dio agua caliente. Pasaron más cosas mientras hacía aquello pero mejor no hablar de eso.
Con un sonido y un gesto com la mano la mandó a callar. ─ Aprendí la lección, nunca más lo volveré hacer cosas extrañas. ─ Levantó las cejas recordando también lo sucedido.
Ambos se rieron al darse cuenta de que hacían las mismas expresiones, se notaba que si eran hermanos aunque sean tan diferentes físicamente.
─ Bueno, venga, vamos a desayunar.
Se acercó a su hermana para cogerle de la mano, Eileen se levantó y se puso las chanclas, salieron de la habitación para ir al salón. Este era grande ya que tenían la cocina en el, claro que alejadas y separada por un pasillo que llevaba a las habitaciones.
Al ver la mesa pudo ver como en esta estaban unas dos galletas y un brik de zumo dentro del baso, pestañeó varias veces mientras apretaba los labios. No se esperaba eso.
Ignoró lo que había dentro del vaso. ─ ¿Solo dos galletas? ─Se acercó para comprobar que si eran dos galletas, ─ Eres un tacaño cuando se tratan de galletas, ─ tocó el vaso y vio que parecía ser que este no estaba caliente. ─ bueno, al menos no lo has metido en el microondas con el brik, algo es algo.
─ ¿Quieres comértelo de una vez? ─ Su ceño se frunció y respiro exageradamente molesto.
Eileen lo miró divertida, William también la miró, ambos se dedicaron miradas asesinas, miradas que si pintaran una mancha azul cada vez que se dedicaban harían que estén como pitufos siempre, aunque se reiniciaran cada año.
William ya harto se fue a sentarse en una silla y se comió una galleta, Eileen solo lo miró mordiéndose el labio inferior. ─ Antes me comí las otras dos galletas que te dejé. ─ Se puso más recto al igual que su espalda, a su alrededor suyo había un aire arrogante.
─ Lo sabía, ─ Sus brazos se cruzaron y entrecerró un poco sus ojos. ─ en verdad si eres tacaño. ─ Cogió el vaso con el zumo y lo sacó, luego lo abrió. Se dio cuenta de que su hermano la miraba algo asustado, ─ Eres un vago. ─ el niño apartó la mirada rápidamente y comió la otra galleta, Eileen soltó otra risa al ver como se comportaba.
Esta mañana empezó mal y el sentimiento de que seguiría así estaba en su mente, pero su hermano le sacó fuerzas, él es la única persona que le hace feliz de verdad, su hermano lo es todo para ella, y la verdad es que lo quiere mucho. En su momento tuvo celos de él cuando nació, pero después de unas semana lo quiso mucho, le hablaba de las discusiones de sus padres, sobre como se sentía al respecto y aunque el fuera un bebe sentía que la escuchaba, algo que en el fondo le agradecía. Sus padres eran de esos que a la hora de pelear los mandaban a la habitación, diciendo que solo iban a hablar de "cosas de adultos".
Eileen quizás puso una expresión triste o feliz, tal vez nostálgica. Su mirada estaba centrada en él, pero su mente parecía estar en otra parte, el caso es que hizo sentirle a su hermano la gran necesidad de tener que hacerla reír, a él no le gustaba verla triste.
─ No me mires así... ─Por fin hablo el menor, volvió a fruncir el ceño. ─ La ternura no se traspasa y mucho menos la belleza. ─ Relajó su expresión y la miró sonriente, en aquella sonrisa había algo de malicia.
Eileen pareció darse cuenta de que lo miraba. ─ ¡Oye! ─ Frunció también el ceño aunque su rostro se mostraba sorprendido. ─ También puedo ser tierna... Y tan fea no soy.
─ Mírate bien en el espejo.
─ Cállate, ─ Suspiro dramáticamente pareciendo dolida, su hermano ni la miró, rotó los ojos decepcionada de si misma al no conseguir su propósito. ─ bueno. ¿Dónde esta mamá?
─ Se levanto pronto y se fue a trabajar, claro, después de comer el desayuno que le hice con mucho cariño y sin quejarse. ─ Le dedicó otra mirada asesina, Eileen se encogió de hombros, William sonrió, uno de los dos consiguió su propósito.
─ En ese pequeño corazón tuyo no hay cariño, ─ Se inclino hacía aelante y señaló su pecho. ─ solo hay mucha maldad. ─ Su hermano hinchó el pecho y levanto la barbilla, esta retrocedió y aparto la mano, se la acarició con la otra como si hubiese apartado la mano de una bestia que se la quería comer. ─ ¡Das miedo!
─ Tonta, yo soy adorable, lindo, tierno, bueno, amble, soy perfecto. ─ En cada palabra hizo una breve pausa mientras cerraba los ojos, como si estuviera maravillado consigo mismo. Su hermana lo miraba de forma tonta, la mueca de su cara era rara. ─Otra mueca rara, tonta. ─ Rechistó en voz baja y susurró algo inentendible.
Eileen lo miró, ¿desde cuándo su hermano se volvió tan... así? ─ Eres todo lo contrario, eres un malhumorado, un caprichoso y tacaño, además de agresivo, ─ cogió aire y giraba la cabeza negando algo, ─ y si hablamos de tus berrinches, se te quita lo amable, adorable, tierno y lindo. ─ todas sus palabras sonaron directas, su hermano la miró con la mandíbula apretada, su mirada era otra vez asesina, se volvió a sobrecoger. ─Si tus miradas mataran ya estaría muerta.
─ Jamás te mataría hermanita, ─ Su voz sonaba en un tono inocente, y hacía dar a entender que sus siguientes palabras parecerían tiernas. ─ tendrás que soportarme en esta vida. ─ Se bajo de la silla y camino hacia la nevera para coger otro zumo.
Eileen lo siguió con la mirada, sonrió y soltó una risa, luego fue a por su teléfono y lo miró, su hermano volvió a sentarse, abrió el brik y lo empezó a beber mientras miraba a su hermana. Al encender el móvil vio las notificaciones, en una de ellas ponía "5 llamadas perdidas de Mamá".