Cuando vuelvo y las llamo, Shi me da un papel.
–Devuélvenos– me pide con dulzura.
Apenas las he traído. Apenas he podido acariciar sus dedos cuando me ha dado el papel. Suspiro. Las devuelvo. Desdoblo el papel. Lo leo. Sonrío. Es una lista del orden en las que las he de llamar.
La primera es Rong. La han obligado a ponerse lo que le compré. Me mira entre sumisa, enojada e incluso tímida.
Sin duda, está increíblemente erótica. La banda alrededor de sus pechos apenas los aprieta. Muestra demasiado. Tapa sus pezones. Aunque su forma se adivina en la tela. También cubre un pequeño espacio por arriba y por debajo. El resto queda descubierto.
La minifalda aún la deja más expuesta. Apenas cubre un poco de su cintura y el principio de sus nalgas. La carencia de ropa interior le da un aspecto todavía más lujurioso. Un lazo rojo en el cuello, como de regalo, le da un toque singular.
–¿Ya has mirado bastante, Amo?– se queja.
–No. ¿Qué pasa? ¿No te gusta?– la provoco.
Sigue sin aceptar del todo su posición. Es obediente, pero porque no tiene más remedio. No estoy seguro de qué haría si tuviera la oportunidad. Sigue culpándome de su situación. Aunque estaría muerta si no fuera por mí. De hecho, tenía razones más que suficientes para dejarla morir.
–Es más indecente que estar desnuda– se sigue quejando.
–Arrodíllate– le ordeno.
Aunque no muy entusiasmada, obedece. Se arrodilla frente a mí. Estoy sentado en el borde de la cama. Lame mi miembro. Luego, abre la boca. Lo mete dentro. Mueve su cabeza, succionando. Su lengua lo envuelve y lo lame con precisión. Donde es más sensible. Aunque no entusiasta, sí es habilidosa. Y puedo notar que se excita.
La dejo hacer. Disfrutando de su felación. De las vistas de su cuerpo semi desnudo desde mi posición. Dejo que mi placer se vaya acumulando, hasta que me corro en su boca.
Ella se lo traga, y sigue chupando. Provocando una nueva erección. Conoce su trabajo.
La hago ponerse sobre la cama. Bocarriba. Le cojo las piernas por las rodillas tras comprobar que está húmeda. Las abro un poco.
–Para ser tan quejica, bien que estás mojada– la provoco.
Ella aparta la mirada. En el pasado, se resistía. Quería aparecer indiferente, frígida. Como si no le importara. Como si no sintiera nada. Pero su cuerpo siempre reaccionaba al placer. Ahora, ya lo hace con anticipación. Puede que su mente no esté del todo sometida a mí, pero su cuerpo sí. Lo disfruta.
Sigue estando vestida. Si a eso se le puede llamar estar vestida. Con el lazo en el cuello. Con la banda que oprime sus enormes pechos. O la minifalda que no tapa nada.
–Mírame– le ordeno.
Ella lo hace. Sus ojos tienen un brillo desafiante. Aunque lo pierde cuando la penetro. Con un extra de qi. Gime. Tira su cabeza un poco hacia atrás. Su espalda encorvada. Tiesa por unos instantes ante el repentino placer.
A partir de ahí, no le doy tregua. Sus pechos se mueven eróticos bajo la opresión de la tela. Hasta que se acaban liberando. Ya rebotando sin control.
–Amo, por favor… ¡¡Aaaaahhh!! Hazme correrme… ¡¡Aaaaah!!– me suplica al cabo de un rato.
A veces, la dejo al borde del orgasmo. Hasta que no puede más y me suplica. Hoy es uno de esos días. Y la dejo correrse en cuanto lo pide. Toda ella convulsiona.
Sigo sometiendo su cuerpo un rato más. Quizás por la excitación, la acabo llevando al límite. Orgasmo tras orgasmo. No pierde el conocimiento, pero apenas puede moverse. Llena de mí. Babeando. Respirando pesadamente. Incluso hay lágrimas en sus ojos del extremo placer.
–Cuida el vestido. Lávalo si está sucio– le ordeno, antes de devolverla. Ni siquiera tiene fuerzas para asentir.
La siguiente es Ning. Da varias vueltas sobre sí misma para mostrarme el vestido. Sonríe. Parece que le ha gustado. Es tremendamente escotado. Cae la tela sujeta por tirantes desde la mitad de sus pechos. Bajando en una semicircunferencia casi hasta su ombligo. Por detrás, baja hasta sus nalgas. Tiene un pequeño adorno en el cuello. Un círculo de encaje blanco que lo rodea.
–Gracias, Amo– me besa, los dos de pie.
Mientras nuestros labios se unen, mis manos llegan a sus nalgas. Levantando el vestido por el camino. Las cojo. Las hago alzarse. Instintivamente, ella levanta sus piernas. Rodea mi cintura con ellas. La empujo contra la pared.
Se tensa cuando la penetro y recibe un fogonazo de placer. Pero no deja de besarme. Me quedo quieto. Así que ella empieza a moverse. Ansiosa por el placer. Usando sus piernas a mi alrededor como apoyo.
Separo mis labios. Me la quedo mirando. Dejando que se mueva. Contemplando su rostro ávido de placer. Sus ojos azules no dejan de mirarme. Pidiendo más.
Se detiene cuando empiezo a moverme. Totalmente entregada a mis deseos. Disfruta de que bombee en ella con fuerza. Haciendo rebotar sus pechos bajo su vestido.
Me mira después de correrse. Pidiéndome más con sus ojos. Yo acerco mis manos despacio a sus hombros. Aparto los tirantes. Ella deja de abrazarme para que bajen por sus brazos. Colaborando. El vestido cae hasta la cintura. Descubriendo sus abundantes pechos. Las aureolas grandes y rosadas alrededor de sus pezones erectos.
–¿Más?– pregunto, sugerente.
–Sí… Más… Amo… Por favor…– responde suplicante, ansiosa.
Así que vuelvo a moverme. Empotrándola contra la pared. Disfrutando de su interior y exterior. Llenándola. Cambiando a su culo. Llenándolo también. Con varios orgasmos suyos por en medio. Hasta que no puede más.
–Ah… Gracias Amo… Aaahh… Ha sido increíble– se deja caer en mis brazos, satisfecha.
Recuerdo que al principio era bastante arrogante. No queda nada de ello. La devuelvo para que pueda descansar.
—————
A Hai también la follo contra la pared. Aunque de espaldas a mí. Bueno, más bien contra la puerta. Amenazándola con abrirla. Se excita más. Dejándome contemplar su suculento trasero. Mis manos en sus pechos. Metidas por los laterales de su vestido.
Le ha encantado. Sobre todo como está abierto por los lados. Expuesta si se mira desde el ángulo correcto.
Se lo he dejado puesto. Solo levantado por debajo. Con sus medias que le llegan sobre las rodillas. También puestas. Su pelo atado en una cola. Cogido por la pinza de pelo a juego. Estaba más apasionada de lo habitual. Le gusta que le hagan regalos.
Rui estaba más que agradecida. Le ha tocado a cuatro patas. Con sus pantalones ajustados bajados hasta las rodillas. Su blusa ajustada puesta. Gimiendo sin parar.
Luego les ha tocado a Bronceada y Hong. La primera parecía avergonzada, tímida, aunque mirándome con pasión. La segunda sonreía seductora. Las dos apasionadas cuando las follo juntas. Una al lado de la otra. Sobre la cama. De cara a mí. Con las piernas levantadas pero juntas. Lo que tiene no quitarles los pantalones del todo.
Sus vestidos no son tan ajustados como los de Rui. Aunque no esconden sus curvas. Son sugerentes.
Hong acaricia el pelo de su ahijada mientras es penetrada. Bronceada se recuesta en su ama de cría después, mientras esta gime de placer. Las devuelvo a las dos a la misma habitación. Se duermen juntas.
—————
–¿Qué pasa?– me pregunta Shi cuando la llamo y no le digo nada ni me muevo.
–Estás demasiado preciosa– confieso. Me había quedado sin habla.
Ella sonríe y se acerca. Lo que la hace aún más radiante.
–No me voy a enamorar aún más de ti por mucho me halagues– me acusa dulcemente.
Me empuja hacia la cama. Nos besamos. Y me acaba cabalgando despacio. Con pasión y dulzura por igual. Con su elegante vestido azul medio abierto por arriba. Subido por abajo. Ojalá pudiera dedicarle el día entero a cada una de ellas.
Song viene después. También me muestra por delante y por detrás. Me sonríe. Quizás menos elegante que Shi. Pero con un toque más salvaje. Cómo es ella.
–Pervertido. Parezco desnuda de lejos– me acusa.
–¿Seguro? Déjamelo verte de cerca entonces– me hago el despistado.
Me empuja. No tan dulcemente. Juguetona. Curiosamente, me acaba cabalgando como Shi. Aunque más agresiva. Sujetándome las manos. Besándome cuando quiere. Con la blusa de casi el color de su piel subida. Mostrándome su verdadera piel. Pecosa y seductora.
Liang está increíblemente elegante. Se acerca y me rodea con sus brazos, amorosa. Me besa.
–Eres preciosa– le aseguro.
Sonríe más. Se deja caer sobre la cama. Pero sin dejar de abrazarme. Arrastrándome sobre ella. Abriendo las piernas para que me pueda acercar. Riendo. Recibiéndome con sus labios. Abrazándome con brazos y piernas.
Es muy dulce. Muy sensual. Y muy entregada. Pidiéndome más. Moviéndose conmigo en cada embestida. Sonriéndome cada vez que nuestros labios se separan. Incluso cuando gime de placer.
–Se ha manchado. Ahora tendré que lavarlo– se lamenta.
–Lávalo bien, para que pueda mancharlo otra vez– la abrazo seductor.
Y me ganó un golpe en la cabeza. Me saca la lengua. Se ríe. Me besa.
–Eso haré– me susurra, antes de morderme la oreja. Que sea dulce no significa que sea inofensiva.
—————
–¡Aaah! ¿Esto es para la niña o para ti? ¡¡HhhhaahhHH!!– se queja Shun.
Le estoy chupando su pecho. Bebiendo algo de su leche. Su vestido parece bastante formal. Aunque puede abrirse por los pechos. Muy útil para dar de mamar. O para mí.
–Para los dos, por supuesto– declaro con solemnidad, haciéndole un poco de cosquillas.
–Ja, ja. Tonto… ¡Aaaaahhhhh! ¡Malo! ¡No me muerdas! ¡¡Aaaaahh!!– ríe, se queja, y gime.
Se acaba dejando caer sobre la cama. Y siendo follado tumbada de lado. Yo por detrás. Su vestido subido. Sus pechos expuestos. Mi mano en uno de ellos. Mi miembro dentro de ella. A veces, puedo alcanzar sus pezones con la boca. Está deliciosa. Y la leche también.
Wan parece un tanto nerviosa. Se siente extraña con el vestido. Aunque se calma cuando le aseguro que está preciosa. Diferente a las demás, pero preciosa al fin y al cabo. No entiendo por qué otros la veían fea. O se burlaban de ella por su peso. Sus carnes y sus grandes pechos son un atractivo diferente, pero suculento igual. Al menos para mí. Me da igual que me llamen pervertido. Ellos se lo pierden.
De todas formas, deja de pensar en nada más en cuanto se ve abrumada por el placer. Acabo llenándola en sus dos agujeros. No me he podido negar. Aunque hay consecuencias. Otro vestido que hay que lavar bien.
Las gemelas están graciosas. Haciendo algunas poses juntas. Medio bailando. Mostrándome sus vestidos por delante y por detrás. Incluso levantándose las faldas eróticamente. Una de azul y otra de negro. Con dibujos amarillos como su cabello. Sus hombros y clavícula descubiertos.
Luego se tiran sobre mí. Entre risas. Me besan. Me dan las gracias. Les ha gustado. Me besan otra vez. Están incluso más adorables de lo habitual. Muy cariñosas.
Me cabalga Yu sobre mi miembro. Su hermana sobre mi boca. No es la primera vez. Cuando Yu me acaba de cabalgar, Yi se pone a cuatro patas. No tengo más remedio que penetrarla. Con su vestido azul abierto, pero puesto. Yu lleva el negro. A mi lado, besándome. Aunque es probable que se cambien otro día. Es normal en ellas. No te puedes fiar. A veces, hasta se pintan las pecas de la otra para intentar engañarnos.
La última es Ma Lang. Me mira con algo de timidez. Gira sobre sí misma para mostrármelo todo. Está monísima.
–Mi señor, deje que su sirvienta le sirva– me pide sugerente.
Sin quitarse el vestido de sirvienta, me empuja suavemente sobre la cama. Y empieza a hacerme una felación. Metida en el papel.
–Parece que no es suficiente. Tendré que usar otro método para servirle– dice un rato después, un poco roja.
Parece que se avergüenza de decirlo. A pesar de que es iniciativa suya. Y de que hemos tenido sexo no pocas veces.
Me he corrido en su boca. Mi miembro vuelve a estar erecto. Ella se levanta la parte de arriba, sugerente. Mostrándome sus pechos. Se pone sobre mí. Baja sus caderas. Coge mi miembro con la mano para dirigirlo a su entrada. Gime cuando me penetra.
–¡¡Aaah!! ¡Mi señor Kong! ¡Espero que mi servicio le sea satisfactorio! ¡¡Aaaaahhh!!– me cabalga.
–Sería mejor con un beso– le pido –. Eres preciosa.
Ella sonríe y se vuelve a sonrojar. Parece mentira que lo haga después de todo lo que hemos follado. Aunque es parte de su encanto. Y no se detiene porque se sonroje.
Se inclina para besarme. Aprovecho para manosear sus pechos. Sacando mis manos temporalmente de sus nalgas. Su lengua lucha apasionadamente contra la mía. Sus manos me despeinan una y otra vez.
Acaba agotada, junto a mí. Abrazándome. Sonriendo. Mirándome.
–¿Te importa si lo llevo otras veces? ¿Cómo cuando limpio la habitación?– me pide.
–Es tuyo, así que puedes llevarlo cuando quieras. La verdad es que me encantaría verte con él limpiando. Seguro que estás muy erótica– aseguro.
–Pervertido– murmura.
Aunque hay una sonrisa en sus labios. Se duerme con ella, hermosa. No me canso de mirarla.