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Rodeado

Gasto un poco de qi intentado contar las hienas con Detección de qi, además de entrenar Armadura Interior. Al menos hay 30 alrededor. El resto no sé dónde están. Quizás persiguiendo a los estudiantes.

–¡Amo!– exclama Bang Rui.

La acabo de llamar. Mira sorprendida alrededor. Le explico la situación mientras me hace una felación. Creo que echaba de menos chuparlo. Tragarse mi semen.

Luego la hago sentarse sobre mí. De espaldas. Una mano agarra uno de sus pechos. La otra juguetea con su entrepierna. Ella gime en voz baja. Moviéndose arriba y abajo. Siendo penetrada. Susurrando mi nombre. Bueno, más bien "Amo" una y otra vez.

Pongo mis dedos en su boca. Me los chupa con pasión. Le estiro del pelo, para que me mire. Su boca entreabierta, llamándome. Sus caderas sin detenerse. Me corro en ella mientras me mira. Mientras se corre.

–Puede que te llame para ocuparte de algunas bestias. ¿Estás preparada?

–Cuando Amo llame. Puede bajar a luchar con las de abajo si Amo quiere– me responde.

–Son demasiadas. No quiero que mueras– le digo, casi sin pensar.

Ella se ruboriza. Completamente. ¿Tan poco cree que me importa? No es que la ame. Y es cierto que aún le guardo algo de rencor. Pero también me resulta útil. 

–Lo… Lo que Amo diga.

–Avisa a Ning. Que esté lista para mí.

La devuelvo. Algo le dice a Ning, que se empieza a masturbar. Parece muy excitada. ¿Tanto me ha echado de menos? Veremos. La llamo.

–¡Amo! ¡Fóllame! ¡Amo!– me suplica.

Casi me quedo sin palabras. Pero tengo que mantener un poco de disciplina.

–Estate quieta. Primer chúpamela. Y habla en voz baja

–¡Sí, Amo!

Su entrepierna gotea mientras me hace una felación. Suspiro. La agarro del pelo y le alzo la cabeza. La arrastro hacia mí. Con la otra mano le hago bajar el culo. La penetro. Ella gime.

–Muévete despacio.

Ella lo hace. Su cabeza un poco hacía atrás mientras la sujeto del pelo. Sus pechos oscilando suavemente. La azoto con fuerza en sus nalgas. Ella gime entre dolor y placer.

–Has estado muy desobediente con Rui.

–No podía aguantar sin Amo. ¡¡¡HhhhhaaaaaaaaaaAAAhhh!!! ¡¡Amo es el mejor!! ¡¡¡AAAAAAaAaaaaaH!!!

–La próxima vez te encerraré. Y te dejaré sin sexo más tiempo.

–¡No! ¡Amo! ¡Me portaré bien! ¡Lo juro!– exclama asustada.

–Más te vale. Acelera un poco.

Sigo sujetándola del pelo. Dejo sus nalgas y estrujo sus pechos. Pellizco sus pezones hasta que casi grita de dolor y placer. Consigue suprimir su voz. Ciertamente es excitante dominarla completamente. Aunque prefiero otro tipo de sexo.

Le muerdo el cuello, dejando la marca de mis dientes.

–Crea una barrera a mi alrededor. Si lo haces bien te dejaré correrte.

–Haaah. Sí, amo. ¡¡Aaaaaah!!.

Lo consigue al tercer intento. Supongo que no es fácil concentrarse mientras me la follo. Le dejo que se corra mientras le estrujo un pecho. Varias veces seguidas. Hasta que la lleno. Luego la devuelvo. Se queda en el suelo de la Residencia jadeando un buen rato.

Compruebo la barrera. No aguantará mucho. Pero al menos será suficiente para que no me cojan por sorpresa. De repente recuerdo algo. Una confusa Liang me mira. Estaba hablando con Song cuando la he llamado.

–¡Kong! ¿Pasa algo?

–¿Tú también tienes que estar desnuda?– me quejo.

Ella ríe. Yo suspiro. Me da un beso suave en los labios. Luego me mira. Esperando.

–Me había olvidado de decirte algo. Antes de que nos echaran, me quedé con la Pequeña Gruñona. ¿Te encargarás de ella? Avísame cuando quieras carne, también me fui quedando parte mientras la preparábamos.

Ella abre mucho los ojos.

–¡Claro! ¿Dónde está?– pregunta emocionada, aunque luego me mira acusadoramente –Mmmm. Me aseguraste que estaba confundida cuando te dije que creía que desaparecían cosas. Que debía de estar cansada.

–Lo siento. No podía…

Ella me silencia con un dedo en la boca.

–Lo sé. Pero también sé que por dentro te reías de mí. Que sepas que lo vas a pagar– me amenaza con una sonrisa seductora.

–Te quiero.

–Y yo, pero no te vas a librar así– ríe, antes de darme un beso.

Al final le doy acceso a la zona dónde está la cría, y moviéndola más cerca de ellas. Y le dejo algo de carne, cuchillos, y algunos utensilios más que habían "desaparecido".

Las otras miran a la cría de tigre muy fijamente. Creo que están deseando cogerla y acariciarla como hace Liang. La Pequeña Gruñona casi se ha abalanzado sobre ella cuando la ha visto. Quizás se sentía sola. Y con hambre. Supongo que poco a poco se irá acostumbrando a las demás. Por ahora, les gruñe. Me gustaría traérmela un rato, pero me da miedo que se caiga de la rama.

Al cabo de un rato, llamo a Song. Para que me explique los planes. Ella y Shi se irán a dormir enseguida. Luego me vigilarán por la noche. Mientras, Yi me hará compañía. Ha ganado el sorteo. O lo ha perdido. Song no me lo ha dejado claro. Solo reía. Pero me alegro de tener a alguien con quien hablar. Es un poco solitario aquí arriba. Digamos que estar "acompañado" de algunas decenas de alimañas no es muy alentador.

Así que estoy unas horas charlando con Yi. Y otras con Yu. La verdad es que debe ser la primera vez que simplemente hablamos los dos solos. Que podemos conocernos un poco más. Bueno, quizás no solo hemos hablado, pero sí lo hemos hecho bastante.

Es curioso. Llevamos unos meses juntos, y ahora casi siento como si no las conociera. Quizás deberíamos hacerlo más. Son adorables. Las dos hermanas se quieren mucho. Aunque se peleen cada dos por tres. Y parece que Liang les cae bastante bien. Es bueno. Lo único que se quejan de ella es que ha pasado demasiado tiempo conmigo. Las dos lo han dicho haciendo pucheros. Estaban monísimas. Bueno, y que nuestra nueva mascota les gruña. Están deseando acariciarla.

Cuando llamo a Shi y Song, están vestidas y armadas. Me besan, pero nada más. Aunque me amenazan que por la mañana no tendrán piedad de mí. Me acuesto sobre las piernas de Song, que empuña su lanza. Shi se queda un poco más allá.

Poco a poco, me quedo dormido. Mientras me acaricia el cabello con ternura. Mientras me pierdo en la suavidad de sus piernas. En su aroma. Hacía tiempo que no la tenía por la noche. Apenas entreveo que las gemelas se han ido a dormir. Y que, con Liang, sobre las sábanas, está enroscada una cría de tigre. Son las cuatro adorables. Es el último pensamiento que recuerdo antes de dormirme.

—————

Cuando abro los ojos, El perfil de unos grandes pechos me recibe. Es una lástima que ahora esté vestida. Muevo la cabeza entre sus piernas, sintiendo su piel.

–Si estás despierto levanta– protesta la voz de Song, mucho más dulce de lo que expresan sus palabras.

Me incorporo. Pero en lugar de decir nada, le robo un beso antes de que pueda protestar.

–Buenos días, preciosa.

–Bue… buenos días– responde.

He conseguido sorprenderla, aunque sea por un momento. Hacía mucho que no la veía al despertarme.

–¡Eh! ¡Yo también quiero un beso!– protesta otra voz.

Shi se acerca y me besa. Mucho más largo y profundo que con Song.

–¡Eh! ¡Eso ha sido más largo! ¡Yo quiero más!– protesta esta vez Song.

Y los tres nos reímos. Resulta nostálgico. De repente veo sangre en la lanza de Song. También la hay en las espadas de Shi.

–¿Estáis bien? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no me habéis avisado?

–Oh, nada grave. Se han ido. Pero antes han hecho un último intento. Han conseguido atravesar la barrera, y se han puesto a tiro de lanza. Y tú dormías tan profundamente que no te has despertado– se burla Song.

–¿No estáis heridas?

–No. Bueno… Sí decimos que sí, ¿nos mimaras un poco?– pregunta Shi, sugerente.

–Os mimaré de todas formas– la acerco a mí.

Resulta extrañamente sensual quitarle la ropa. Últimamente no tenía esa oportunidad. No resulta fácil tener sexo con las dos en una rama. Así que las envío un momento a una zona apartada de la Residencia. Bajo y las convoco de nuevo. No he detectado nada cerca.

–¡La próxima vez avisa! Creía que pasaba algo– me reprocha Song, pero no tiene tiempo para quejarse más.

Colocó una trozo de tela en su espalda y la empotro contra el árbol. Sus piernas alrededor de mi cintura. No tardo en penetrarla. Shi le muerde la oreja y le masajea el pecho y la nalga. A ratos lo hace conmigo. Song no puede ni quejarse mientras gime.

Resulta extrañamente excitante hacerlo allí, en una zona peligrosa. Sin poder hacer casi ruido. Agarrando sus nalgas pecosas. Besando sus jugosos labios. Empujando en ella una y otra vez. Teniéndola de nuevo bajo mi control. Al menos esta vez.

Me corro violentamente en ella mientras la miro. Mientras miro sus dientes apretados para no gritar. Sus ojos verdes devolviéndome la mirada. Su sonrisa cuando nos calmamos. Su mirada amenazante hacia Shi, que se ríe.

Shi se pone contra el árbol. Su culo hacía mí. Sus piernas semiabiertas. Sus manos en el tronco. Invitándome. Song la azota suavemente después de que la penetre. Shi gime. Juego con sus pechos y sus pezones. Song con mi culo y el clítoris de Shi. La hacemos correrse varias veces, antes de llenarla de mí. Luego descansamos unos minutos, abrazados los tres.

–Quiero echar un vistazo a como ha quedado el campamento. Si hay algo que aprovechar. ¿Me acompañáis?.

–Yo… bueno…– se muestra Song reluctante.

No puede caminar bien. Nos retrasaría. A no ser que la coja en brazos. 

–¡Eh!– se sorprende.

–Yo también quiero– bromea Shi. Luego se pone más seria –. ¿No sería mejor vestirnos?

Song y yo nos miramos y reímos. Tiene razón.

–¿Y las otras?– pregunta Song mientras se pone unas sandalias.

–Durmiendo– me encojo de hombros.

–Oh, claro.

Así que vamos hasta las cuevas. Hay algunas manchas de sangre, pero no parecen humanas. Tampoco queda nada utilizable. Es claro el rastro que han tomado. Hay huellas humanas y de muchas hienas. Decidimos seguirlo. Si podemos saber que ha sido de ellos, puede ser una ventaja en el futuro. Y, si han muerto, quizás podamos encontrar el anillo. El contenido podría ser útil.

Encontramos por el camino algunos huesos rotos y sangre. Hay trozos de tela destrozados. Parece que uno de los estudiantes no ha sobrevivido. Nos quedamos con una espada ensangrentada. Es todo lo que queda de él. Si llevaba algo más, a saber dónde está. Quizás en el estómago de una hiena.

–Algo se acerca– anuncio al detectar un qi.

Shi se sube a mí y luego a una rama. Song se oculta tras un tronco, empuñando la lanza. Yo tras otro cercano. También llevo una lanza.

–Una hiena– susurra Shi –. Hay que matarla sin dejarle avisar al resto.

Song y yo asentimos. La dejamos avanzar. Hacia el trozo de carne que huele. Que hemos dejado en el espacio entre Song y Yo. Cuando pasa entre los dos, atacamos a la vez. Yo tengo algo más de fuerza, pero el golpe de Song es más preciso. Su habilidad con la lanza es mucho mayor que la mía. El depredador muere de inmediato. Guardo el cadáver. Quizás podamos aprovecharlo en el futuro.

No ha tenido tiempo de avisar, así que vuelvo a coger a Song. No parece importarle demasiado que la lleve en brazos. Como a una princesa. Decidimos subir a una pequeña colina. Desde allí podemos ver movimiento, a lo lejos.

–Parecen ser muchos. Deben de ser las hienas– sugiere Song.

–Están frente a una especie de acantilado. Igual están escondidos allí– añade.

–¿Qué deberíamos hacer? ¿Esperar?– pregunto.

–Cuando estemos todas los discutimos– dice Shi.

–Liang ha despertado. Las gemelas no parecen querer despertar.

–Son unas dormilonas. Trae a Liang y avanzamos "trabajo"– ríe Song.

–¡Eeeh!– exclama Liang. Aún no se ha acostumbrado a que la llame de repente.

–¡Buenos días!– la saludamos entre risas.

–¿Por qué soy la única que está desnuda ahora?– se queja.

–Bueno, puedes vestirte si no quieres la "sesión" matinal– la provoca Song.

Ella la mira un momento, confusa. Hasta que lo entiende y se sonroja. Se abraza a mí.

–No seáis malas y vigilad– les pido.

–Vaaaaaale– responden las dos a la vez.

No estaría muy seguro si me van a hacer caso si no estuviéramos en una zona peligrosa.

Invoco la cama de Liang y la dejo caer encima. Nuestra tigrecita, que está dando una vuelta por la habitación, se sorprende al verla desaparecer.

Nos besamos y retozamos en la cama. Hasta que ella me cabalga, llegando a dos orgasmos. Luego nos damos la vuelta. Esta vez soy yo quien toma la iniciativa. Mirándonos. Besándonos. Hasta que nos corremos los dos. Ahogando gemidos. Con nuestras manos apretadas. Nos quedamos mirándonos y recuperando la respiración.

–Casi no me acordaba de lo salvaje que puede ser Liang– comenta Song.

–Ya lo habías dicho, pero verlo es algo diferente– se burla también Shi.

Liang se sonroja. Como un tomate. Y Song se come una almohada. Shi tiene suerte de que solo hay una. Realmente, Liang tiene buena puntería.