Han pasado dos días más. Las noticias no son buenas.
–Han registrado las cabañas de Bei Liu y Bi Lang– informa Yi.
–Hemos hablado con ellas. Como preguntando por curiosidad. Ha salido tu nombre. Están preocupadas. Parecen sentirse culpables– añade Yu.
–Bueno, en parte lo son– señala Song, un tanto resentida con ellas.
La verdad es que, si no fuera por ellas, no estaría metidas en este lío. Claro que no lo han hecho con mala intención. Y es más culpable Fen Huan. Y, sobre todo, su novio y amigo. Si no se hubieran puesto celoso, no hubiera pasado nada. O si hubiera satisfecho mejor a su novia. Pero no sirve de nada mirar atrás.
–No te enfades con ellas. Estaban a punto de llorar– las defiende Yu.
Song lo deja estar. Incluso ella es débil cuando Yu mira con esos ojos tiernos.
–¿Registrarán más?– pregunta Shi.
–Está por ver. La gente está un poco nerviosa. No les gusta que entren en sus cabañas. Supongo que tienen cosas que esconder. Aunque solo busquen la presencia de más gente, siempre se puede descubrir algo más responde Yi.
–¿Volverán a registrar las de Bei Liu o Bi Lang?
–No, está prohibido. Ni siquiera los de control de esclavos pueden molestar dos veces a los estudiantes. Lo hemos preguntado. Aunque podrían tener a alguien vigilando– asegura Yu.
–Bien. Cuando salgáis, echad un vistazo. Es importante saber si las vigilan. Por un esclavo, no tendrán a nadie de reinos altos perdiendo el tiempo, así que no serán mucho mejores que los vuestros– sigue Shi.
No me han explicado que pretenden. Estoy un poco nervioso. Pero no me lo quieren decir. Mi castigo por ser un pervertido, dicen. Aunque no les ha molestado tanto cuando follábamos. Con más frecuencia de lo habitual. Y Song y Liang me están metiendo mano. Con la excusa de acariciar a Rayitas.
Me queda poco para poder subir. A veces se puede forzar. Pero en la última etapa del reino es peligroso. Tengo que llegar bien. No puedo dejar ninguna duda de ello. O podrían no aceptarlo.
Seguimos el día practicando. Hablando. Riendo. Follando. Abusando de mis esclavas. Bronceada ha cambiado un poco. Se ha vuelto menos reluctante. Más dedicada. Más complaciente. Parece que realmente quiere que la deje practicar la técnica. Veremos lo que dura. Su lealtad apenas ha cambiado. Pero hay signos de que podría hacerlo.
El problema es con Rong. Le he dicho que ayude. Que sea su asistente.
–¿¡Por qué tengo que ayudar a esa vaca gorda!?– se niega.
–¡Plaf!
La he abofeteado. Con fuerza. Lanzándola al suelo. A un par de metros.
–¿¡Como te atreves a insultarla!?– le grito, fuera de mí.
Casi no me reconozco. No suelo enfadarme. Por mucho que me insulten. Pero Wan es más delicada. Más tímida. Me niego a permitir que la trate así
Rong se duele. No es la primera vez que desobedece. Últimamente parecía que lo había entendido, pero ha vuelto otra vez. Se ha descubierto. Llamo a Rui.
–Ha desobedecido. Castígala– le ordeno.
Rui asiente. Las envío a las dos de vuelta. Lo primero que hace es pegarle una patada. Yo miro a Wan. Me mira con los ojos muy abiertos. Muy roja.
–¿Estás bien?– me acerco preocupado.
–S… Sí… Gracias– dice casi en un susurro.
Me la quedo mirando. Extrañado. Y más cuando toma la iniciativa de besarme. De sonreírme. Aún roja. Supongo que está avergonzada por algo.
–Gracias– susurra de nuevo.
Le acaricio la cabeza. Sin entender muy bien que sucede. Decido llamar a Ning. Es fácil de controlar.
–La ayudas en lo que te pida. Practica si no tienes nada que hacer. Más te vale hacerlo bien. O te quedas sin– la amenazo.
–Sí, amo. Ayudaré a ama Wan– responde muy seria.
Amenazarla sin sexo siempre es efectivo. Wan necesita algo de ayuda para machacar varias plantas. Son muchas. Y el proceso es sencillo. Cualquiera puede hacerlo. Incluso Ning.
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–A veces eres tonto– responde Yi, exasperada.
–Ji, ji. Es mono cuando es tan denso– se burla Yu.
–Bueno, quizás sea un poco adorable– le sigue su hermana la corriente.
–¿Me queréis decir qué pasa?– insisto.
Ellas se ríen. Las pellizco. Me muerden. Se vuelven a reír. Suspiro.
–Sabes como es nuestra prima. Siempre se han burlado de ella. La han tratado mal. Y de repente vas tú y…– empieza Yu.
–Y te la follas. Y le dices que está buena– interrumpe Yi, riendo.
–No seas tan bruta– se queja Yu.
–Pero es verdad– sigue riendo Yi.
–Bueno, un poco. Ains… La insultan y tú la defiendes. Incluso te enfadas por su bien. ¿Cómo creer que te ve?– explica Yu.
–Aparte de que te las follado– insiste Yi.
–Nosotras nos vamos a ver como están las cosas– arrastra Yu a su hermana.
Miro como se van. Las dos riéndose. De mí. Ya veo. Estaba avergonzada por eso. Quizás sí que a veces sea un poco denso. Bueno, al menos no es nada malo.
Veo que Ning trabaja bien con Wan. Al menos por ahora. Por suerte es algo puntual. Me preocupa tenerlas mucho tiempo juntas. Ning es un mala influencia. Una demasiado pervertida. No quiero que le ponga ideas raras en la cabeza. Por ahora, se comporta.
Rong está trabajando unas pieles. Con sus dos agujeros penetrados. Con signos de varios latigazos. Y varios golpes. Rui practica no muy lejos de ella. Dispuesta a volverla a castigar.
Rayitas esta enroscada sobre sí misma. Durmiendo. Terror también duerme. Justo en medio de ella. Es una escena realmente dulce. Dan ganas de abrazarlas. Quién diría que luego son tan traviesas.
Rayitas se está haciendo más fuerte. Y han conseguido que practique con su rayo. Antes hacía uno como mucho al día. Ahora hace dos, a veces.
Terror no parece tener ninguna habilidad especial. Pero es lista. Entiende bastante bien las instrucciones. Le han enseñado un montón de trucos inútiles. Como traerles un trozo de ropa. A veces rápidamente. A veces sigilosamente. O esconderse. A veces juegan al escondite con ella. La mandan a un lado u otro. En serio…
También ha aprendido los nombres de cada uno. Incluso el mío. Si le dicen que vaya a uno de nosotros, lo hace. Y le están enseñando las diferentes partes del cuerpo. Ya sabe lamer pies y piernas. Incluso han usado cadáveres para que los ataque. Los muerda. Han propuesto usar a Bronceada, si se porta mal. Eso es ser un poco malvado. Se reían. No sé si lo decían en serio.
Ahora estoy besando a Liang. Al principio solo estábamos hablando. Nos abrazábamos, pero nada más. En algún momento, mi mano se ha deslizado a su culo. Y la suya a mi entrepierna. No sé quién ha empezado. Y entonces nos hemos besado.
Supongo que sería más fácil si estuviera vestida. Si su piel morena no se rozara con la mía. Si sus pequeños pechos no fueran tan accesibles. Tan fácil de pinchar sus pezones.
Gime y alza la cabeza mientras le beso el cuello. Mientras mi dedo penetra su entrepierna. Pero, de repente, se levanta. Me da la espalda. Se sienta sobre mí. Mi miembro erecto rozando su vagina. Sus manos llevan las mías a sus suaves y pequeños montículos. Gira la cabeza. Aparta su cabello negro. Para que juegue con su cuello. Su oreja.
Me introduce dentro de ella. Se mueve con suavidad. Arriba y abajo. De lado. En círculos. Provocándome. Dándome placer.
Lleva mi mano a su boca. La chupa. Sugerente. Luego la lleva hasta su entrepierna. Pidiendo que la acaricie. Que le de placer. Lo hago mientras la otra juega con un pezón marrón oscuro. Mientras se gira buscando mis labios. Pidiéndome un beso. No puedo negarme.
Es extremadamente dulce. Sensual. Apasionada. No se detiene ni cuando entran las gemelas.
–Liang es siempre tan erótica…– alaba Yi.
–Yo también quiero así…– reconoce Yu.
–Envidiosa pervertida– se burla su hermana.
–A ella la puedes poner a cuatro patas– contrataca Yu.
Liang no les hace caso. Ni me deja que yo lo haga. Lo cual no significa que más tarde no tome represalias. La última vez, estuvo lamiendo el clítoris de Yi mientras yo la follaba.
Su lengua busca la mía. Incluso cuando me separo un poco. Sus manos cubren las mías. Las acarician con delicadeza. Sus movimientos son suaves. Pero no se detienen. Mis manos son igualmente dulces. No puedo negarme a lo que me pide. El qi lo más suave y sutil. Llevándola al orgasmo muy poco a poco. Alargando el placer. El disfrutar el uno del otro.
Cuando la lleno, su orgasmo es fuerte y largo. Sin dejar de besarme. Sin dejar de moverse. Hasta al cabo de un rato. Llena de mí. Se levanta. Se vuelve. Y me da un largo y apasionado beso.
Las gemelas nos están mirando. Se han callado. Así que deben estar un poco excitadas. O mucho. Liang se vuelve. Les sonríe. Les hace una señal para que se acerquen.
Las dirige a ellas y a mí para que me las folle despacio. Como a ella. Las pellizca cuando quieren acelerar. Cuando se impacientan. O juega con sus pechos. Con su clítoris.
Primero Yi la ayuda contra Yu, obediente. Luego Yu se venga de su hermana. Liang se venga de las dos. Yo he disfrutado y llenado a las tres. Penetrándolas lenta y dulcemente. Acariciándolas sensualmente. Siendo mimado por las tres más de una vez. Mimándolas yo a ellas. Seduciéndolas. Siendo seducido.
Nos quedamos un rato abrazados. Sé que las gemelas tienen noticias. Pero no deben de ser urgentes. Así que disfrutamos de nosotros. De nuestro calor.
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–Mañana empezarán a registrar las cabañas. Llegarán aquí por la tarde, o pasado mañana a primera hora– anuncia Yi.
–Fen Huan, Bi Lang y Bei Liu tienen vigilancia. Una persona cada una. Etapa siete de Génesis– informa Yu.
–Entonces, mañana por la mañana. A la hora de más tráfico– sentencia Shi.
–¿El qué?– pregunto.
Ellas me miran. No me gusta cómo sonríen. No me van a decir nada hasta mañana. Confío en ellas. Pero sé que no me va a gustar.
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Como siempre, me cuesta un poco conseguir que Ning se calme. Ni un solo orgasmo. Ni una caricia. Nada hasta que acabemos. He sido firme. Aunque me ha costado no reírme antes sus mejillas infladas.
Cuando se ha centrado, no hemos tardado mucho en conseguir que llegara a la etapa ocho.
–Bien hecho. Tu premio.
Y como se lo digo, cojo con fuerza sus pechos. Empujo hasta el fondo. Añado bastante qi. Le provoco un orgasmo intenso y repentino. Puede que doloroso para algunas. Pero ella lo disfruta.
Empujo sus piernas. Hasta que están sobre su cabeza. Sigue tumbada. Totalmente expuesta. A mi merced. Le muerdo los tobillos. La penetro una y otra vez. El sonido húmedo de su vagina al recibirme es perfectamente audible. Sus gemidos, obscenos. Indecentes. Salvajes.
También me apodero a veces de sus labios. De su boca. Me recibe con lujuria. Sus pezones están duros. Su cuerpo totalmente dócil ante mis embestidas. Rendido a mí. Temblando. Apretando mi miembro una y otra vez. Pierde la conciencia cuando la lleno. Satisfecha. La lengua fuera. Sudando. Toda ella emana lujuria.
Rong se extraña cuando le doy las órdenes. Y más se sorprende cuando sube a siete. Por primera vez, noto algo de admiración en su lealtad. No es mucho, pero está allí. Hay desconcierto en su mirada. Incredulidad.
–¿Cómo?– pregunta.
Es cierto que lo había oído. Pero supongo que no se lo había acabado de creer.
–Eso no importa. Lo has hecho bien. Como premio te dejo elegir como quieres que te folle.
No sé interpretar su mirada. Hay algo de odio. Pero no sé qué más.
–Así mismo– dice, con aparente indiferencia.
Lo he prometido. Así que me la follo con ella estirada en la cama. Mirándome. La beso hasta el fondo. Le guste o no. Soy rudo penetrándola. Su castigo sigue en pie. Así que no le dejo correrse. E incluso le causo algo de dolor. La uso para satisfacerme.
Recorro su piel con rudeza. Cojo sus pechos. Los pellizco. También sus pezones. O sus nalgas. Ella grita por el dolor y el placer mezclados. Por el clímax que no llega. La lleno y la envío de vuelta. Le prohíbo masturbarse. Está frustrada. Le cuesta bastante dormirse.
Por la noche, me quedo durmiendo con Song. Acomodado en sus mullidos pechos. Y con Shi. Acomodada en mi estómago. Después de haberme ordeñado las dos un par de veces cada una. Dominándome y siendo dominadas.
Parece mentira que ahora sus rostros parezcan tan inocentes. Tan puros.
–Deja de mirarnos y duerme– me clava Shi los dientes.
–¿Cómo voy a dormir si me muerdes?
Ella se ríe. Me vuelve a morder.
–Queréis callaros. Quiero dormir– protesta Song.
Nos reímos. Mordemos a Song. Nos pellizca. Pero no tardamos mucho más en dormirnos. Al menos yo. Supongo que ellas también.