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Liang vuelve

Hoy ha sido un día bastante tranquilo, excepto para cierto estudiante. Algo he oído acerca de que ha tenido ciertos problemas un tanto humillantes. La planta funciona de maravilla.

Cuando vuelvo, Liang me está esperando. Salta a mi cuello y me besa. Veo que tiene el tatuaje, que ha alcanzado la etapa uno.

–Felicidades. Te he echado de menos.

Ella me mira y sonría con timidez.

–Yo también, pero… no tendrías que haberlo hecho, es peligroso– me riñe.

Yo me la quedo mirando como si no entendiera nada.

–¡No intentes disimular! ¡Sé que has sido tú!– protesta, muy linda –. Me alegra que lo hayas hecho por mí, pero no vuelvas a hacer algo así. No me lo perdonaría si te pasara algo por mi culpa.

–De acuerdo– le aseguro.

Ella me mira sin acabar de creerme. Tampoco yo estoy seguro de cumplir esa promesa. Pero lo deja estar y me vuelve a besar. Aplico qi en la lengua y en la punta de mis dedos, que acarician sus nalgas. Se deslizando por el hueco entre ellas, buscando sus partes más íntimas. Ella gime. Me mira con deseo cuando nuestros labios se separan

–Sabes, me he enterado que has estado conspirando a mis espaldas, con Sai y sus hermanas. Te mereces un castigo– la amenazo.

–Soy culpable. Solo puedo aceptar mi castigo– responde ella, seductora.

Subo mis manos arrastrando su túnica con ellas. Cuando sale por encima de su cabeza la dejo ahí, atrapando sus brazos con ella. No se resiste, se deja llevar hasta la cama. La acuesto, totalmente indefensa. Empiezo a acariciar y besar su cuerpo. Sus modestos pechos. Sus labios. Su cuello. Sus piernas. Su abdomen. Su vagina. Su clítoris. Solo cuando ha tenido dos orgasmos libero sus brazos. Ella envuelve mi cuello con ellos.

–¿Has aprendido la lección?

–Totalmente. La próxima vez tendré que conspirar más– me responde insinuante, menos tímida que de costumbre. Creo que también me ha echado de menos.

Le devuelvo la sonrisa y la penetro con delicadeza. No le absorbo qi, pues aún le falta para llenarlo. Tenemos sexo despacio, hasta que ella me pide que acelere. Muerde ella misma su túnica para amortiguar sus gemidos. Después de su último orgasmo, se queda un rato abrazada a mí hasta que se duerme. Me doy cuenta que he cambiado. Antes nunca lo habría reconocido, que no quiero separarme de ella. Ni de Shi. Ni de Song. Cuando se duerme e invoco a las dos. Me las quedo mirando.

–¿Sucede algo?– pregunta Shi, extrañada.

Me acerco a ella y la beso. Es un beso largo y dulce, con un leve qi. Luego beso a Song de la misma forma. Ambas se me quedan mirando, aún más extrañadas.

–Os quiero– les digo, temblándome la voz.

Son unas palabras prácticamente tabú para un esclavo. Nuestras relaciones han de ser distantes para mantener la cordura, para no perder la cabeza cuando nuestra pareja es maltratada, abusada. Pero ahora la situación es diferente.

Ellas abren mucho los ojos. Se quedan unos segundos paralizadas, en shock. Sé que ni siquiera se les podía pasar por la cabeza, no a una esclava. A mí me ha costado aceptarlo. Luego sus rostros se sonrojan. Ambas los esconden contra mi pecho, con una timidez como nunca les había visto. Tardan un rato en levantar sus cabezas y mirarme de nuevo.

–Yo también te quiero– me dice Shi, besándome.

–Yo también te quiero– me dice Song, besándome.

Luego Song se aparta, algo tímida. Nos deja a Shi y a mí, mientras se acerca a Liang. Acaricia su cabello, fijándose en el tatuaje y sonriendo. Luego la besa en la frente. Sé que se echan de menos la una a la otra.

Shi se me queda mirando un rato, sonriéndome, aún sonrojada. Luego coge mi cara y la acerca a la suya. Me besa muy suavemente. Le dejo hacer, solo aplico un poco de qi. Estamos un rato besándonos, un buen rato. Mis manos acarician su espalda. No bajo más a no ser que ella lo pida. Las suyas están en la mía.

De repente se para y me mira durante un instante. Sonríe desafiante, cogiendo mi miembro en una mano. Con la otra me atrae hacia ella. Me encuentro con otro beso. Pongo una mano en sus nalgas. La otra acaricia su mejilla. Nuestras lenguas se entrelazan. Nuestros besos son más apasionados. Nos separamos un momento.

–Te quiero– vuelvo a decirle, ahora un poco más seguro.

–Te quiero– me responde, aún dudando de lo que pronuncian sus labios.

Se sonroja y vuelva a besarme, ocultando su timidez. Se levanta un poco y se aprieta más contra mí. Sus pechos, sus pezones erectos son oprimidos contra mi cuerpo. Su piel es cada día más suave. Ya no sufre el despiadado sol mientras trabaja. Baja sus muslos de nuevo, haciendo entrar mi miembro en ella. Emite un suave gemido. Me mira. Me sonríe. Por un instante, me pierdo en sus ojos azules, en sus labios curvados.

Me vuelve a besar. Se mueve despacio. Su vagina envuelve mi miembro. Su lengua envuelve mi lengua. Su cuerpo envuelve mi cuerpo. Poco a poco va acelerando, pero su ritmo nunca deja de ser suave. Solo se detiene un instante cuando tiene un orgasmo. Yo no me muevo, estoy entregado totalmente a ella.

No quiero soltarla, no quiero que me suelte. En estos momentos somos solo ella y yo. Noto como su corazón se va acelerando. Como su respiración se ha hecho más rápida. Como su hermosos cuerpo está sudando. Como está al límite después de cinco orgasmos.

Cuando se corre por última vez, y yo en ella, se queda quieta. Sigo dentro de ella. Su frente apoyada en la mía, resoplando. Luego se separa un poco y me mira. Vuelve a sonreírme. No sé cómo, pero llega hasta mi corazón una y otra vez. Me vuelve a besar durante un rato más. Finalmente, reluctante, se levanta. Me da un nuevo beso de despedida. No deja de sonreír, radiante mientras me la quedo mirando. Se vuelve hacia Song.

–Te toca– le dice con dulzura.

–¿Esto… está bien?– duda ella, mirándose la pierna.

Me acercó y la cojo en brazos. Shi le da un beso en la mejilla y se quedo a un lado. Cuando me siento, aún con ella en mis brazos, se resiste a mirarme. Esconde su rostro en mi pecho. No le digo nada, solo la abrazo. Estamos un par de minutos así, hasta que ella alza la cabeza. Sus ojos están llorosos.

–¿De verdad está bien? ¿De verdad puedo amarte? ¿De verdad está permitido?– me pregunta, sollozando.

–No pensaba pedir permiso– le respondo, sonriendo.

Ella esconde de nuevo su rostro. Está rojo. Enseguida vuelve al levantarlo. Sus profundos ojos verdes me miran aún humedecidos.

–Túmbame– me pide con voz casi inaudible.

Ambos sabemos que es difícil para ella estar encima con su pierna tal y como la tiene. La tumbo. Ella abre sus piernas y extienda los brazos. Me acerco a ella y me abraza el cuello, atrayendo mis labios hacia los suyos, mi cuerpo sobre el suyo. Noto la elasticidad de sus grandes pechos contra mí. La humedad de sus labios en los míos. Su lengua se mantiene apartada, y yo no fuerzo la invasión de la mía. Sus manos dejan mi cuello y llegan a mi espalda. Las mías acarician su cabello y sus mejillas.

–Te quiero– me dice en voz baja y casi tartamudeando.

Su rostro pecoso vuelve a enrojecer. Es preciosa.

–Yo también te quiero.

Vuelve a besarme, ocultando su sonrojo con sus besos. No tarda en usar la lengua, y le respondo con la mía. Sus manos llegan a mi trasero y sus labios se separan un momento.

–Hazlo– me susurra.

La penetro con suavidad y ella reprime un gemido. Usa sus manos para controlar mis embestidas, y yo la obedezco. Me sonríe y vuelve a besarme. Ahoga sus gemidos con los besos. Lo hacemos muy despacio. Tiene tiempo para recuperar el aliento entre orgasmos. A veces sus labios se separan y nuestros ojos se quedan mirándose con pasión. Ambos recuperando la respiración. Ambos volviéndonos a besar poco después.

Me hace acelerar cuando ya no puede más. Embisto con más fuerza, pero sin llegar a ser rudo. Me corro en ella a la vez que ella tiembla, con nuestros labios pegados. Cuando se separan me mira y me sonríe. Nos quedamos así un rato.

Me tumbo a su lado, abrazándola con un brazo. Extiendo el otro y Shi ocupa su lugar en él. Miro de reojo a Liang. Me gustaría decírselo también, pero ahora mismo no puede ser. No hablamos, solo compartimos un poco de paz. Se duermen con sus cabezas sobre mi pecho.

Compruebo mi reserva de qi. Necesitaría cuatro como ellas para forzarla al máximo. Ahora son tres y Liang, que solo está en la etapa uno.

Llamo a Rui, sin moverme. Le indico que empiece a hacer una felación y obedece. No la miro. Hoy me siento más enfadado con ella de lo normal. Si no fuera por ella, Song no tendría así la pierna. Intento calmarme. Ya no tiene sentido estar enfadado. Ahora es mi esclava.

Hoy no me corro en su boca. La hago levantarse y montarme de espaldas. Obedece, está mojada. La hago moverse más rápido y le prohíbo parar hasta que yo diga. Obedece, aunque le cuesta no detenerse cuando tiene un orgasmo.

Gime un instante y le hago morder un trozo de ropa. Está empezando a perder fuerza en las piernas. La hago correrse una vez más y yo dentro de ella. Me mira. Quiere besarme como otras veces. Pero miro la pierna de Song y la mando de vuelta. Sé que ha seguido mi mirada. La observó en su habitación. Está muy quieta mirando al vacío.

Me quedo un rato con las dos, mientras practico de nuevo la "Armadura". Creo que estoy en el límite de lo que puedo conseguir en esta etapa. No puedo expandirla más por mi cuerpo. Por ahora solo puedo cubrir una pequeña parte.

Practico entonces "Sonido de la Sombra", hasta que he invertido más qi del que recuperaré por la mañana. Beso a las dos en la frente y las envío de vuelta. Se me parte el corazón al hacerlo. Cojo entonces a Liang con suavidad y la abrazo, apretándola suavemente contra mí. Luego, poco a poco, me duermo.