Por la tarde, voy al mercado. Vienen conmigo Liang, Ma Lang y Hong. Las demás, se quedan dentro de la Residencia, o por el mercado.
Prometí comprarles vestidos. Que los elegiría para ellas. Bueno, más bien ellas me han obligado. Así que, con las tres, entro en la tienda de ropa.
Al menos, el de Shi es fácil. Ya lo había elegido. En realidad, solo había hecho un comentario. Ahora, ¿qué elijo para las demás? Bueno, por ahora, vamos a echar un vistazo. La verdad es que hay muchos vestidos. Y todos les quedan bien. Están preciosas cuando las imagino con ellos.
Mmm. Estos dos… Uno azul y otro negro. Abiertos por los lados. Hombros descubiertos. Les quedaría genial a las gemelas. Los dibujos son amarillos como su cabello. Van con unas medias negras semitransparentes.
–Para las gemelas– le susurro a Liang.
Ella los mira y sonríe. Asiente. Parece estar de acuerdo. Se encarga de pedirlos. De dar las medidas. Mientras, Hong se acerca a mí. Ella es la encargada de coger el siguiente pedido. He visto uno que le iría bien. Pero mejor que lo coja otra de las chicas.
Es entonces cuando veo uno de una pieza. Es relativamente corto por abajo. Con aperturas en el centro del pecho. Hombros descubiertos. Guantes hasta casi el codo. Tiene dibujos redondos. Como si fueran píldoras. Había pensado en comprarle algo parecido a una bata. Pero no puedo resistirme.
–Mira si tienen talla para Wan– le pido a Hong.
–Ji, Ji. Es perfecto– se ríe ella.
Se va con el vestido y viene Ma Lang. Así que le indico el que me ha parecido bien para Hong.
Es rojo con motivos verdes. Ajustado. Delineará sus curvas. No lleva falda sino pantalones. Hace juego con su pelo. Y un poco con el de su ahijada.
–Para Hong y Bronceada– le pido.
Ella asiente y lo coge. Dirá las tallas. Y le prepararán dos. Si pueden, hoy. Si no, otro día. Vuelve Liang.
–Los tendrán a partir de mañana. Tienen que hacer algunos ajustes– me informa.
–Perfecto. Este para Ma Lang– señalo el que he visto antes.
Ella mira el vestido. Me mira. Sonríe.
–Pervertido– me acusa –. Le encantará.
Es una imitación de un vestido de sirvienta. De casa rica, de nobles. Y más corto de lo que debiera. Creo. Bueno, no estoy del todo seguro sí es así.
Ella se va, mientras sigo mirando. Hong tarda un poco.
–Han dicho que lo harán. Una semana. Y costará un poco más caro– me informa.
Asiento. Ya lo esperábamos. Las medidas de Wan no son habituales. Le señalo unos vestidos. No le digo para quién son. Es obvio.
–Je, je. Son perfectos. Estaba casi segura de que los elegirías– me sonríe.
No me extraña. Son demasiado perfectos. Uno adulto. Llega hasta el cuello. Pero se puede abrir por los pechos. Erótico y útil a la vez para dar de mamar. Uno a juego, para un bebé. Perfectos para Shun y Wei.
–Para Liang– le indico a Ma Lang un poco más tarde.
Es negro y elegante, como el de Shi. Llega hasta justo encima del pecho. El resto, hasta el cuello con una tela negra traslúcida. Con hombros descubiertos. Unos guantes que apenas llegan hasta la muñeca. Una falda larga, abierta por los laterales. Motivos florales del marrón de sus ojos.
A Liang le encanta el de Song. Es diferente al resto. Una blusa clara con puntos marrones. Es ajustada, y no llega al ombligo por abajo. Cubre sus hombros, pero apenas tiene mangas. Lo más interesante es que se parece al color de su piel. De lejos, dará la impresión de que no lleva nada. Y parece cómodo.
Para la parte de abajo, elijo un pantalón corto del color de su pelo. Llega por encima de las rodillas. Las medias de un color similar, por debajo de estas. Me pregunto si le quedará bien. Al menos, Liang ha dado el visto bueno.
Para Bang Rui, blusa y pantalones que se pegan totalmente al cuerpo. Lo cubren del todo, hasta el cuello. Fácil de moverse y muy erótico. De un azul claro.
A Ning, un vestido sencillo. Se sostiene con tirantes a los hombros. Empieza a cubrir a la mitad de sus pechos. Con un enorme escote. Media espalda descubierta. Llega hasta los tobillos. Es blanco y semitransparente.
El de Rong tiene muy poca tela. Una tira que cubre el centro de sus pechos parcialmente. Deja al descubierto un tercio por encima y un tercio por debajo. Luego una minifalda que no llega a su entrepierna. No puedo dejar de imaginarme follándomela con esa ropa.
Para Guo Hai, un vestido elegante a cuerpo completo. Abierto por los lados, de arriba a abajo. Unos cordeles sostienen las partes de atrás y delante juntas. Sus pechos quedarán visibles por los laterales. También parte de sus nalgas. Parece en un primer momento modesto. Pero quedará un tanto expuesta. Perfecto para una exhibicionista como ella.
Debería haber acabado. Pero me he animado. Son dos vestidos holgados. No muestran mucha piel. Son modestos, recatados. Todo lo contrario de lo que suelen llevar. Me gustaría ver cómo les quedan a mis pervertidas. Los elijo iguales, excepto los colores. A juego con su cabello y ojos.
Hay uno de cuero, ajustado, fácil de moverse. Apropiado para una guerrera. Perfecto para Fen Huan.
Me fijo en uno elegante. Incluso lujoso. Un vestido largo casi hasta el suelo. Abierto por detrás a la altura de las rodillas, hacia abajo. Con escote generoso pero no escandaloso. Me encantaría ver como le queda a Pen.
Luego está el rosa. Más bien modesto. Espero que mostrar los hombros no sea demasiado para ella. No puedo evitar comprarlo para Yan Xiulan.
Querría comprar para An, Dandan, Sai, Meixiu y Jiao. Pero no sé si podrían quedárselo. A pesar de todo, aún son esclavas. ¿O quizás no? Podría…
Supongo que tampoco es conveniente para Di Tao. No sabría que decir si lo viera su novio. Aunque…
Y en cuanto a Shu, Ai y Ken… No se los puedo dar, pero…
Además, hay unos modelos similares a los de Shun que les podrían quedar bien a mis otras dos mamás.
Nos vamos después de reservarlos. Incluso los que podríamos llevarnos. Los tendrán todas a la vez. Y nadie sabe cuál es el suyo. Han prometido no decírselo a las demás. Ni siquiera preguntar.
Las devuelvo a la Residencia un rato después. Junto a las que se han quedado comprando fuera. Aunque, en lugar de irme, vuelvo a ir a la tienda de ropa. Hay algo más que quiero comprar. Sin que ellas se enteren. De momento.
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Dos días después, vuelvo a visitar al entrenador de bastón. Como en la ocasión anterior, me recibe la sirvienta. Silenciosa. No pregunta. Me deja entrar. Supongo que me ha reconocido. Me indica que la siga. Me lleva al mismo patio que en la ocasión anterior. Al igual que entonces, se va. Solo me queda esperar a que llegue el maestro.
Me dijo que viniera cuando dominara siete movimientos consecutivos. Dispersando y lanzando qi. Lo logré ya hace unos días. Pero no me he decidido a venir hasta que lo he controlado consistentemente.
Ha costado conseguirlo. Las chicas a menudo han practicado conmigo. Sobre todo, para ayudarme. Aunque digan que a ellas también las ayuda. Espero que sea verdad, al menos un poco. La verdad es que ellas pueden practicar entre sí con mucho más espacio.
Ahora, sin Zhi Ru, podemos ir más a menudo a entrenar al bosque. Aunque siempre con cuidado. Siempre alerta. La influencia de Dai Fen no debería llegar hasta allí. Es territorio de la secta. Pero nunca se sabe.
Además, hay gente a la que no le caigo bien. Aunque no sé hasta dónde podrían llegar. Por ello, siempre que salimos, cambiamos varias veces de dirección. Y preguntamos al volver si alguien nos ha seguido. Algún esclavo los habría visto salir. Por ahora, no ha sido el caso.
Por fin, al cabo de más de dos horas, aparece el maestro. Es normal que tarde. No va a dejar lo que estaba haciendo a medias. Al fin y al cabo, me está haciendo un favor. Ya es mucho que me reciba.
–Vaya, vaya. Tú de nuevo. Entiendo que has completado los 7 movimientos. A ver, con disipar– me saluda, blandiendo directamente un bastón de entrenamiento.
Hago una reverencia antes de atacar. Como en la ocasión anterior, bloquea con facilidad. Cada tres golpes, disipo el qi resultado de los impactos. Y acabo enlazando siete golpes seguidos.
–Otra vez– me ordena.
Esta vez, es más difícil. Más qi se desprende de su defensa. Así que hay más a disipar. Pero no me coge por sorpresa. Esperaba algo parecido. Me cuesta más, pero consigo disiparlo y enlazar los 7 golpes seguidos.
No es perfecto. Parte del qi me ha sido imposible quitarlo. Molestaba un poco. Pero no era suficiente para no dejarme terminar.
–Ahora, no lo disipes. Lánzalo contra mí– vuelve a ordenar.
Yo asiento y ataco. Sigo con la demostración de lo que he aprendido. Voy variando algunos golpes. Empujo el qi que se acumula contra él. No es realmente un ataque. Pero molesta la pequeña turbulencia de qi. Lo he probado varias veces contra las chicas. Y ellas contra mí. Es fácil que te haga perder la atención. Aunque el maestro parece simplemente ignorarlo.
–Otra vez– ordena de nuevo.
De nuevo, los choques de los bastones generan ahora más qi. Se hace más difícil, aunque no imposible. Tengo la sensación de que, si quisiera, podría generar aún más. Me obligaría a detener el encadenamiento de golpes. Este es mi límite.
–Bien, bien. No está mal. Aunque eres un poco brusco. En lugar de empujarlo de golpe cuando hay demasiado, envuélvelo con suavidad un poco antes. Así, podrás dominarlo con más facilidad. ¿Entiendes lo que digo?– me apunta.
–Creo que sí– respondo.
No parece difícil. Ni siquiera lo habíamos pensado. Nos habíamos centrado simplemente en la tarea de sacarlo o empujarlo. De un único tirón.
–Inténtalo. Disipa– vuelve a alzar el bastón.
Esta vez vuelve a usar poco qi. El primer intento es un poco torpe. Aunque acabo consiguiendo empujarlo. Tras el sexto golpe, me sale un poco mejor, casi a la par como lo hacía antes.
–Casi. No tengas prisa. Envuélvelo con suavidad. Como si fuera un pañuelo de seda acariciando a un bebé– me sugiere.
Me lo hace practicar durante un rato. Dándome consejos. Apuntando defectos en mis movimientos. Es un lujo tener a un maestro como compañero de prácticas. La verdad es que en unos minutos he mejorado ostensiblemente. Es más fácil así que como lo hacía antes. Las chicas estarán encantadas cuando se lo cuente.
El método anterior era más brusco, más precipitado. Ahora, es más fluido. Es como la diferencie entre saltar al agua o meterte caminando. Con los dos, entras. En el primero, el impacto contra el agua es más fuerte. También corres el riesgo de golpearte contra una piedra que no hayas visto. El segundo, entras más suave, sin peligro.
–Lánzalo.
Seguimos practicando un poco más. Ahora le envío el qi. Es natural una vez lo he hecho con disipar. Incluso cuando añade más qi. Tiene que añadir bastante antes de que me supere.
–Bien, bien. No está mal. Ya dominas los fundamentos básicos. Puedes seguir practicando, pero no es lo más importante. Practicarás a la vez durante la siguiente fase. Y siempre tendrás que reajustar cada vez que subas a la siguiente etapa. Hasta llegar a Cuerpo. Recuerda no descuidar tu cultivación. Ahora, es lo más importante– me alaba y avisa.
–Sí, maestro. ¿Cuál es la siguiente fase?– inquiero.
–¿Has aprendido alguna técnica de bastón?– me pregunta, sin responderme.
–Sí. Bastón fantasma y Extensión de qi– cito dos que él recomendó.
También está Explosión de qi, pero con dos debería ser suficiente. No sé si podría justificar tres. Mi abundancia de qi gracias al sexo me deja entrenar más. Pero no puede saberse.
–Bien, bien. Son perfectas para la siguiente fase. Debes lograr controlar el qi circundante. Igual que has disipado o empujado, ahora lo debes usar para alimentar esas técnicas. A veces, al completo. A veces, una ayuda. Por una parte, gastarás menos qi. Por la otra, en ocasiones, puedes reaccionar más rápido. Aunque apenas sea un instante, usar el qi alrededor del bastón es más rápido que llevarlo desde tu dantian– me explica –. Se puede incluso intentar controlar el resto del qi del entorno, aunque eso será más adelante. Cuando tu cultivación sea más alta.
Me lo quedo mirando un momento. ¿Eso se puede hacer? Empujarlo y disiparlo es una cosa. Meterlo en una técnica…
–Sí, maestro– le hago otro reverencia.
No sé cómo hacerlo, pero probaré. A ver que dicen las chicas.
–Deja que te haga una demostración– sonríe él.
Cabe decir que la demostración me deja sin palabras. Si tiene algún error, no soy capaz de detectarlo. El bastón parece alargase con facilidad con el qi sobrante. Es sorprendente. Lo disipa usándolo.
Solo puedo darle las gracias y hacer más reverencias. Él parece satisfecho cuando nos despedimos. Su sirvienta me muestra la salida. Me muero de ganas de intentarlo.