Como sospechaba, Orión ya no estaba cuando desperté.
Por una fracción de segundo me pregunté si me había vuelto a engañar. Me engañó a través de mis sueños otra vez... pero luego lo olí.
El aroma de su colonia en mis sábanas. Había olvidado lo bien que olía. Cuánto deseaba reprimirlo por mí mismo. Almizclado y masculino. Tan pecaminoso como sabía. Se me hizo la boca agua pensando en lo de anoche. Su beso. La forma en que se alimentó de mí. La sensación de su mano alrededor de mi garganta.
No tuvimos sexo. Ni siquiera me dejó acabar con él. Tarareé decepcionada, perdiéndome en la fantasía de arrodillarme frente a él. Ver la confusión arruga su frente.
Por una vez no se trataría de mi placer... sino del suyo. No sé si alguna vez se entregó al sexo por el simple placer primario de hacerlo. Quería que me quisiera, no por la necesidad de saciar su hambre sino por su propio deseo.
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