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Compañeros Pecaminosos

Viviendo en su coche en su lugar de trabajo, la vida de Imogen estaba lejos de ser grandiosa. Con una madre enferma, un trabajo exigente y luchando con ser sin hogar y completamente sin dinero por los gastos del hospital. No pensó que las cosas pudieran empeorar. Pero el destino le gustaba darle patadas cuando estaba caída, justo cuando creía que había tocado fondo, se entera de que los mismos hombres para los que trabaja son sus compañeros de alma y se ve arrastrada a un mundo del que no quiere ser parte, ella valora su humanidad y ellos se niegan a renunciar a ella, en cambio, ofrecen solucionar todos sus problemas, pero hay una trampa: los humanos están prohibidos en su mundo, por lo que para estar con ellos debe renunciar a lo único que le queda, su vida. Justo cuando piensa que ha tomado una decisión y siente que pertenece, descubre que tenían más secretos, y ahora no quiere más que escapar de sus garras y seguir con su vida. Cuando su vida comienza a perder el control y ellos la toman, ¿resistirá al vínculo y renunciará a su vida? Ella sabe que nunca se liberará de ellos y siendo humana frente a un licántropo y un vampiro podría ser considerada un pato sentado, presa fácil, y ahora debe encontrar una manera de resistir los impulsos del vínculo que nunca supo que existía, resistir la tentación que son ellos, pero sobre todo descubrir quién es realmente, porque su familia también tiene secretos, y esos secretos emergen causando un mundo de dolor pero también dándole un deseo de sobrevivir.

Jessica Hall · Fantastique
Pas assez d’évaluations
101 Chs

Capítulo 70

Imogen POV

Durante meses hemos estado escondiéndonos en la cabaña de Claire en el bosque. Meses sintiendo su dolor, aunque ellos no pueden sentir el mío —Claire me aseguró eso—, no creo que puedan soportar saber cuánto los deseo. Me froté la mano sobre mi vientre hinchado; estaba duro y redondo mientras miraba por la ventana el paisaje impresionante. Estábamos alto en las montañas, sin nada a la vista excepto el denso bosque. Era pacífico aquí, pero solitario. Anhelaba volver a sus brazos, anhelaba su tacto, anhelaba el olor de ellos, todo mi cuerpo deseaba estar con ellos. Lo que empeoraba las cosas era poder sentirlos. Sentir su dolor, sentir su enojo, sentir su necesidad de mí. Pero saber que se estaban volviendo locos sin mí tiraba de algo profundo dentro de mí. Dolía más profundamente de lo que podía explicar.