—Ah... Eduardo... —gemí su nombre cuando sentí sus dos dedos gruesos revolviendo mi caliente y húmedo orificio del amor. Estaba tan mojada que mis jugos ya brotaban de mi agujero hacia mis muslos internos y las sábanas de su cama. Él es tan bueno seduciéndome de esta manera. No pude controlar las respuestas de mi cuerpo mientras este respondía a sus avances.
—Sus dedos hacían ruidos obscenos contra las paredes de la vagina mientras los retorcía dentro de mí. El dolor entre mis piernas se volvía cada vez más placentero y apreté mi coño firmemente alrededor de sus dedos juguetones. Mi coño aún dolía por su brusco hacer el amor ayer durante el juego. Él realmente me tomó rápido y fuerte al final y mis entrañas aún se sentían crudas por el impacto. Sin embargo, mis caderas aún se movían hambrientas contra sus dedos exploradores mientras mi cuerpo reaccionaba por su cuenta.
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