webnovel

Parte 2: Orgullo y Curiosidad

La primera vez que tomaron un baño juntos había sido, en un principio, un caso extraño de orgullo e inmadurez. Pronto se tornaría en el verdadero despertar de la curiosidad adolescente de ambos.

Era en una tarde melosa. Ben había entrado en la casa rodante bañado en sudor después de haber intentado matar el aburrimiento, explorando los alrededores de un pueblo en el medio de la nada al que habían ido a parar. Tuvo la suerte de encontrar un grupo de chicos jugando al fútbol y se les unió, pero sólo duró unos pocos minutos antes de que todos partieran a sus hogares, quedándose solo nuevamente.

Sabía que el Abuelo no estaría en el tráiler, ya que precisamente habían estacionado en aquel sitio porque ahí vivía un viejo amigo suyo, a quien fue a visitar. También sabía que Gwen había estado frecuentando la cerca biblioteca municipal, en donde había conseguido hacer una amiga, así que suponía que tampoco ella se encontraría en casa. Aun en medio de aquella soledad, se alegró de que al fin tenía todo ese espacio para él solo, y planeó colocar música a todo volumen mientras leía historietas y comía chucherías, libre de todo juicio tanto de su guardián como de su molesta y correctísima prima.

Pero antes que todo eso, primero debía tomar una ducha. Se dirigió al baño, pensando en lo fastidioso que sería esperar a que el agua se tornara caliente debido al terrible sistema de calentamiento (el Abuelo no se había molestado en repararlo, siendo su preferencia el darse baños fríos), mas para su sorpresa, el agua ya estaba andando.

Al principio se asustó, pensando que el Abuelo o Gwen se encontraban ahí, pero rápidamente notó que no había nadie adentro. —«Supongo que, o el Abuelo se está poniendo realmente viejo y olvidando cosas, o Gwen se está volviendo estúpida...» —pensó. Ninguna de las dos opciones parecían verídicas, pero no le dio mayor importancia y sonrió pensando en cómo haría enojar a Gwen al acusarla de olvidadiza.

Ben se quitó la ropa y entró en la ducha, agradeciendo a la suerte que ya el agua estaba caliente. Cerró sus ojos mientras la ajustaba ligeramente para llevarla a la temperatura perfecta para refrescarse. Apenas consiguió ese balance, su mente empezó a divagar y se quedo casi dormido debajo de la cálida emanación, lo cual era un hábito que nunca perdería. Por un momento pensó escuchar un sonido difuso, como una exhalación de aire, pero no le prestó atención... al menos no hasta que escuchó un «hm-hm», es decir, alguien quejándose silenciosamente, y, además, dos toquecitos en su hombro.

Sintió un vacío en el estómago, como si fuera caído de una gran altura, y su cerebro, debido a todas las experiencias que ya había tenido combatiendo enemigos, se cambió directamente a modo de acción, sin pensarlo dos veces. Abrió los ojos, se volteó, y, en pos de apresar lo que fuera que estuviera amenazando su vida, cogió la mano que lo había tocado con una suya y, con la otra, intentó tomar cualquier pedazo que pudiera de aquella persona —o, mucho más probable, aquella cosa, aquella alienígena cosa—. Para su sorpresa, su ataque defensivo sólo atrapó dos extremidades, bajando inmediatamente su estado de alerta al notar instantáneamente que eran extremidades flacas, suaves y, como notó inmediatamente, frágiles. Su mano izquierda había tomado una muñeca, y su derecha había mordido el punto medio de un brazo, entre el hombro y el codo. Finalmente, sus ojos se enfocaron en quién tenía al frente, y deseó que mejor fuera sido un alien.

El rostro de Gwen era como un lienzo en el que se había pintado un flameante atardecer, con dos soles verdes de fantasía que correspondían a sus ojos, y la expresión que se había esbozado sobre ella parecía la de una bestia paralizada por el terror, pero a punto de estallar en un ataque de furia contenida. Miraba a Ben como si no pudiera creer lo que estaba haciendo, atrapándola contra la pared, y como si sintiera una instantánea indignación al haber dejado que sucediera —no sólo eso, sino que sabía que no tenía la fuerza suficiente para zafarse—, al mismo tiempo que una cosquilleo electrizante, ardiente y ruborizante parecía elevarse desde lo más profundo de ella. Parecía quemarla por dentro.

Los ojos de Ben registraron un poco mejor la imagen que tenía al frente suyo. Gwen llevaba puesto un paño de color rosa claro, cuyo matiz ya había sido superado en intensidad por su rostro sonrojado. La forma tan súbita y agresiva con la que le había tomado las muñecas, y con la que había empujado su delicado cuerpo contra la pared de la ducha, había hecho que el nudo del paño se debilitara y deslizara, mostrando una pequeña parte de su seno izquierdo. No importaba si lo había captado totalmente o no, porque aquel rostro vinotinto frente a él ya había demudado por completo el terror, y ahora era solamente ira demoníaca. Ben soltó la mano y el brazo de Gwen y, a continuación, recibió una fuertísima cachetada (que ya intuitivamente esperaba recibir), cuyo ardor y sonido retumbante nunca se le borraría de la memoria.

Resultó que Gwen sí había sido la que dejó el agua andando, con el fin de que se fuera calentando mientras ella iba a buscar un té frío en la nevera, lista para relajarse por completo considerando que, hasta ese momento, ella era la única que estaba en casa. Después de haberse asustado ella misma al ver la silueta de Ben dentro de la ducha, planeó asustarlo a él ahora, pero aquella reacción tan rápida le había sido completamente inesperada.

Muchos gritos después, provenientes de las rostros encendidos de vergüenza e indignación de ambos intentando explicar el porqué de sus acciones, de alguna forma —tal vez el hecho de que las chicas siempre parecen tener la razón— Ben fue el que quedó fuera de la ducha, sentado encima del inodoro. Gwen cerró la cortina, dispuesta a continuar su plan sin importar qué, declamando el haber sido la primera en llegar al baño originalmente. Se encontraba ofuscada por una ira volcánica, con tan sólo imaginarse de que Ben haya podido ver siquiera un milímetro de su seno; después de todo, a pesar de que su cuerpo ya se había desarrollado lo suficiente, sus tetas no eran ni serían ya su mejor atributo, siendo una fuente de inseguridad para ella.

—Es una puta injustica —dijo Ben entre dientes, como si estuviera hablando consigo mismo, pero claramente esperando que Gwen le escuchara. —Estaba por fin disfrutando una ducha en paz y ahora estoy todo resbaloso por tu culpa.

—Cierra la boca, enano —fue la respuesta tajante de Gwen. Su furia continuaba aumentando, pero ahora no era por el hecho de haber sido vista por Ben. Ahora era el hecho de que a Ben no le fuera gustado lo que vio, pero debía ocultar eso a toda costa. —Si no te sales de aquí, te juro que voy a...

—¿Qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Crees que te fueras podido librar si no te fuera soltado? No me hagas reír —respondió Ben sonriendo engreídamente, dispuesto a hacer arder el orgullo de Gwen tanto como le ardía la mejilla a él. La cortina se abrió un poco y ella asomó su cabeza, más teñida de rojo que nunca.

—¡Escucha bien, insecto estúpido, si yo quisiera, te haría comerte tus...! —se detuvo a sí misma. Algo la distrajo en el momento, algo tan obvio pero completamente olvidado en medio de la embarazosa situación; Ben estaba básicamente desnudo, salvo por una pequeña toalla que se había colocado en los genitales.

A Gwen se le olvidó lo que quería decir. Su vista se había quedado congelada por un momento. Ahora que veía en pleno detalle el cuerpo de Ben, podía apreciar, aun si intentaba no hacerlo, la buena tonificación que tenía. Su físico era magro y su piel se veía suave al tacto, dejando relucir sus abdominales protuberantes, siempre escondidos debajo de la camisa. No sólo eso; los ojos de Gwen no habían podido evitar recorrer la mirada hacia los huesos pélvicos de Ben, generando una inusitada sensación de sed en ella, exacerbada por el hecho de que aquella diminuta toalla dejaba ver suficiente toda la zona pélvica y caderas, cubriendo únicamente su pene y testículos. Gwen sintió cosquillas recorriendo su nuca; pudo sentir cómo su rostro enrojecía aún más.

Hasta que logró volver en sí. Terminó sin inspiración el insulto que había empezado, Ben respondió con otro, ella volvió a decir algo, y cerró la cortina de nuevo.

Por lo que fueron al menos tres minutos, el baño estaba lleno de un pesado silencio salvo por el sonido de la ducha encendida. A punta de puro orgullo, Ben se negaba a moverse del retrete, tratando de incomodar lo más posible a Gwen, de no dejarla disfrutar su baño. El silencio se mantuvo inerte, y junto al vapor que se había generado del agua caliente, parecía sofocar a ambos. Finalmente, Gwen rompió aquella densa atmósfera con su voz, con una cierta tonalidad de pena oculta.

—¿De verdad quieres bañarte ahora? —preguntó ella, tratando de sonar cándida y simple.

—Sí, ¿y qué? —respondió Ben, mirando al techo con los brazos cruzados.

Gwen soltó un suspiro, haciendo que su voz sonara fastidiada.

—Está bien, mira... los dos queríamos usar la ducha, y los dos ya estamos aquí... No creo que el Abuelo llegué hasta muy tarde en la noche.

—¿Y eso qué importa?

—Como sea, nadie va a ver, así que qué más da. Métete, enano.

Ben quedó incrédulo. Inmediatamente pensó que Gwen le tendía una trampa. —«Seguramente va a golpearme en las bolas» —pensó. Estaba convencido de ello, hasta que la cortina se abrió violentamente, como si Gwen la fuera abierto mientras luchaba con su propia restricción, antes de arrepentirse ella misma.

—Rápido, o la cerraré y no podrás entrar más.

Lamento la ausencia de lemon en este capítulo. Mi propósito era crear tensión primero. ¡Espero que os haya gustado!

Xunegamicreators' thoughts