La directora Del Águila, descansaba su cuerpo en un sillón de cuero. Mientras rondaba miles de pensamientos sobre ese criminal y angustias por la escuela.
— nadie tocara MI colegio — susurro con su nariz arrugada y ceño fruncido.
Estaba a punto de golpear la mesa, cuando dos golpes sobre la puerta llamaron su atención. Se apresuró a acomodarse en su asiento, mientras un joven castaño ondulado y de lentes ingresaba frente a ella. Su hijo, Aidan Del Águila y de quien esperaba ser, el futuro director de la escuela.
— Hola, regresaste más temprano de la academia. Te deje unos libros de matemáticas en tu cuarto, revisalos — dijo, no, ordenó. A pesar de su delicado tono, su expresión era amarga.
Tanto sus ojos como ceño eran rudos frente a su propio hijo.
— Aún están lejos los exámenes. Pero, gracias — pauso en un corto suspiro que buscaba fuerza para seguir hablando — mamá, la fiesta luces de este año tendrá una feria en la mañana. Es el siguiente viernes, ¿quieres ir?
— Aidan, este bimestre debes tener el primer puesto — argumentó ella, esta vez apenada.
Aidan apretó las mangas de su chamarra, a punto de perder la poca confianza que quedaba suspiro y asintió con una corta sonrisa.
— Si mamá, buenas noches.
« Que se vaya a la mierda el colegio » pensó Aidan, volteando lentamente hacia su mano, la manga de su chamarra era tan ancha que pudo ver un par de heridas.
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Por otro lado, Theo recibió una cachetada de parte de su padre, Javier Sandoval. Término en el suelo, con un gran moretón en la mejilla que seguro necesitaría bastante hielo antes de regresar a la escuela.
— ¿Cómo se te ocurre meterte en una pelea así? — cuestiono con un gran tono autoritario y su mentón alzado — No sólo fue el retiro, ¿ahora esto?
Theo detuvo su caída con su mano derecha, mientras que la otra acariciaba el ardor de su mejilla, así como las lágrimas que se obligaba a detener. Solo logrando ver a su padre y a lo lejos, su madre.
No iba a llorar, no iba a demostrar debilidad en frente de su padre tan autoritario.
— Yo — balbuceó el pelirrojo para luego alzar su cabeza a su padre — Yo no hice eso
— Ya lo sé — se jactó él y tomó el brazo de su hijo.
— ¡Suéltame! — refuto el chico cuando empezó a ser jalado hacia su habitación.
Theo forcejeo, intentó por todos los medios librarse de su padre, mientras lo jalaba hacia el pequeño vestidor de su habitación y sus ojos alcanzaron por segunda vez a su madre. Desesperados y en busca de que ella lo ayude.
Pero era inutil, sabía que ella no se movería. no por no querer, si no, por ese antiguo moretón en la espalda alta que su esposo hizo una vez.
— Es obvio que no fuiste tu, no eres capaz de hacer algo tan grande — dijo con fuerza y golpeó a su hijo contra el suelo del vestidor — ¡fui muy claro! no puedes cometer errores, eres mi hijo.
En ese momento, cerro la puerta sin ver como su hijo se abalzaba en un tonto intento de abrir con todas sus fuerzas la puerta y dejandolo solo, en camino al pánico.
Su rostro se tornó tan rojo como su cabello y sus manos empuñaron su pecho en silencio hasta que dio un largo respiro y volvió a golpear la puerta.
Ni siquiera gritó, sabía lo que iba a pasar. Se quedaría encerrado por un largo tiempo y por eso, se sentó en el suelo, abrazados así mismo, en el medio de ese armario donde desde que tiene memoria, lo castigaban.
Sin embargo, no tenía miedo. Ya no era ese niño que lloraba solo en ese lugar, estaba desesperado y enojado. Peleaba contra sus propias lágrimas, mientras movía sus piernas insistentemente y negaba su cabeza repetidamente.
"No eres capaz, no eres capaz, no eres capaz".
No quería escuchar las palabras de su padre, ya no quería sentir esa impotencia cada vez que hablaba con su padre.
Estaba harto y todo era culpa de ese fantasma.
« El fantasma »
Mientras tanto, Amelia dejó de escuchar a su hijo, no le gustaba verlo encerrado, pero ya no había forma de solucionar esa actitud de su esposo. Se mantuvo firme limpiando los teclados de su piano cuando vio a Javier caminar con un saco.
— Debo regresar al trabajo — explicó en corto el hombre al pasar por su lado.
No hubo ni un beso de despedida, ni siquiera se vieron. Solo se escuchó la puerta del departamento cerrarse, mientras Amelia arrugaba el trapo y lanzaba al suelo.
Rechino sus dientes, arrugó sus ojos y respiró lentamente. No era la primera vez que se iba de la casa en la noche y especial, con un perfume diferente al que usa para el trabajo.
— ya no más — susurro y saco su celular — descubriré que es lo que haces.
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El tráfico se alargaba por la ciudad conforme llegaba la noche. Entre quejas y pasos, en el interior de un restaurante de comida rápida, un par de zapatillas rojas de un chico llegaron hacia una barra frente a una mampara con vista a la calle.
Su ropa no solo evocaba calma y elegancia. Su caminar llamaba la atención de algunas chicas que lograban ver su rostro, escondido por un sombrero de tela negro. Pero una vez se sentó dejando su mochila con el logo de una empresa en el suelo, el par de chicas sorprendidas volteen a otro lado.
Estaba devorando su comida.
Como si fuera un niño, ladeaba su cabeza con felicidad hasta que otro chico dejó su mochila en el suelo y se sentó.
Se sentó a la derecha, con un jean desgastado, una camisa arrugada y unas zapatillas blancas sucias. Ninguno habló, no voltearon, solo comían con sus miradas sobre el tráfico, estudiantes saliendo de las academias y una construcción.
— Quiero un buen lugar de trabajo — susurro el de ropa desgastada.
— Comprate mejor ropa — contestó el otro, deslizando una tarjeta sobre la mesa antes de tomar la mochila e irse.
El joven volteo lentamente en dirección a la puerta, donde el de gorra desapareció.
— idiota …
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Al día siguiente, mientras el personal de limpieza se encargaba de varias manchas de pinturas lanzadas al hermoso jardín de la escuela, varias miradas juiciosas volteaban hacia los gemelos Chang y Theo Sandoval. Solo eso, miradas. Ninguno quería acercarse en contra de esos hijos de poderosos que podrían hacer temblar a cualquiera. Y, ellos lo sabían bien.
Theo estaba encorvado en su asiento en pleno primer receso, aparentaba dormir hasta que un joven de cabello negro y anteojos golpeo la mesa. Esteban, compañero de basquetbol y segundo al mando.
— ¿vas a seguir durmiendo? el entrenador te busca.
— ya hable con él, no importa — murmullo Theo al levantar su rostro y dejar a la mira sus ojos soñolientos — ¿pasó algo bueno?
— nada importante — divago al apoyar sus manos en las mejillas — niñas jugando con la hermana Andrea, Nicolás coqueteando y ¡AH! Aidan y Psycho casi se pelean. Él estaba molesto.
— eso es nuevo, ¿por qué?
Esa vez demostró interés, estiró su espalda y en poco, se acurrucó entre sus brazos. Por alguna razón, le dio alegría escuchar la desgracia de Aidan Del Águila.
— ¿Yo que sé? — exclamó esteban — Llegué cuando Psycho rompió un billete frente a él, tal vez solo se estaba burlando de ella
— Oh … pobre billete — susurro junto a una risita, volteando su cabeza y viendo hacia Talia sentada, leyendo de un libro — Oye, Esteban. Todos en el salón estamos en el mismo grupo, ¿no?
— Si, ¿por qué?
— Curiosidad — respondió en una respiración superficial — ya regreso, voy al baño.
En el momento que pisó el pasadizo, el pelirrojo se sintió observado escuchando un par de murmullos cada vez que pasaba al frente de alguien. Sin embargo, su mente estuvo debatiendo si el dolor del golpe hecho por su padre era peor que esas miradas consternadas juzgándolo.
«Ya es suficiente con mi padre, ¿ahora esto?» es lo que pasaba por su mente al llegar al baño y se encontraba con Jack, el novio de Corni. Ambos intercambiaron miradas, tenía una gasa en su mejilla, posiblemente era una víctima de la pancarta.
— ¿No te vas a disculpar? — preguntó Jack cuando Theo dio un paso lejos — es lo que menos puedes hacer.
— ¿no escuchaste? fue un ex estudiante, yo no — dijo con una suave sonrisa, un poco forzada.
— JA, Por Favor. Tu papá es amigo de la directora — argumentó con fuerza en sus palabras — No es justo que te aproveches más que otros.
Theo ladeo la cabeza, tratando de mantener aquella fea sonrisa hasta que suspiró y se adentro a uno de las cabinas de baño. Escapando de Jack.
"Corni, por favor escríbele a Talia. Nos vamos a encontrar en el quinto piso, Ala Norte."
— ¡PUAJ! — soltó corni en el baño de chicas.
— De nuevo los gemelos, ¿tus amigos?
— conocidos — corrigió ella — vámonos.
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Nicolás: Entonces, Theo ¿si ves a tu amigo caer de un edificio, tú …
Theo: Que me espere en el infierno.
Nicolas: cruel.
¿les gusta la idea de tener estos pequeños espacios de los personas explayandose?