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Alma Negra

John "Alma Negra" Un alma inocente y pura, había sido lentamente corrompida por la maldad. Sus ojos iban perdiendo el brillo y en su corazón se iba formando un caparazón, un escudo tan fuerte para evitar a toda costa una traición. Un águila enjaulado y condenado a no sentir, el negocio y la codicia eran su motivo de existir. La oscuridad se convirtió en su mejor amigo, las mentiras y verdades en su abrigo; la frialdad e inteligencia para el negocio, el cuchillo y arma para el enemigo. Un supuesto enemigo tiene que ejecutar, pero el destino le sorprende y lo hace dudar; haciendo que su vida de un giro inesperado, y quizás, esa persona logre mostrarle el camino indicado; y se convierta en su luz, en medio de esa oscuridad, porque detrás de él puede quedar aún algo de humanidad.

NATALIADIAZ · Politique et sciences sociales
Pas assez d’évaluations
194 Chs

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Estuvo de acuerdo, así que le di la ubicación de una calle donde no transitan mucho para no tener ningún inconveniente. Ella se subió a la moto y yo en el auto, luego dejé que saliera primero. 

Estuvimos 15 minutos manejando a una velocidad prudente, hasta llegar a la calle. Nos detuvimos y nos cuadramos. 

Bajé la ventanilla y ella me miró de reojo. 

—No tienes casco, así que deberías tener cuidado, linda.

—Es la costumbre— sonrió—. ¿Qué voy a obtener si te gano?

—Solo pide por esa boca.

—Lo decidimos cuando suceda, porque vas a perder— me sacó la lengua, y se acomodó.

Me le quedé viendo el trasero levantado y teniendo pensamientos sucios, cuando Daisy habló:

—¿Podrías dejar de mirarme el trasero? Me desconcentro. 

—Nadie te manda a tener esa dichosa máquina tan bien formada.

Aunque es una ridiculez competir estando ella en desventaja, Daisy no se va a dar por vencida fácilmente; obviamente yo tampoco. 

—A la cuenta de tres.

—Espera— se bajó de la motora y se quitó la ropa interior, entrelazándola en su dedo índice y sacudiéndola—. Esta será tu premio— rio, antes de tirarla dentro del auto. 

La sujeté y la llevé a mi nariz.

—Ahora puedes ir mentalizándote que vas a perder, porque te aseguro que esto no me lo pierdo por nada del mundo. 

Se me quedó viendo y negó con su cabeza.

—Si alguna vez pensé que eras un pervertido a la máxima potencia, ahora vuelvo a comprobarlo. 

—Habló quien no tiene nada debajo. Estabas tratando de persudiarme para que te deje ganar, buscaste la forma de desconcentrarme y solo has conseguido que tome esto más en serio. 

—Ya veremos, cielo— se sentó de vuelta y se inclinó, levantando ese gran trasero.

Está mujer no sabe cuán jodida la voy a dejar.

Le di las instrucciones de lo que haríamos y ella estuvo de acuerdo en todo. 

Luego de contar, ella aceleró primero que yo. Dejé que se fuera y creyera que iba a ganarme. Me mantuve a sólo 65 MPH, hasta que vi que estaba a mitad de camino para llegar. No tuve que acelerar mucho para poder alcanzarla. Este auto es una bestia. 

Ella se fue un poco más adelante y, al mirar las millas, pude ver que ya había alcanzado las 100, por lo tanto, ella ya debía estar cruzando las 120. No tiene casco ni protectores; llegué a pensar en dejarla ganar, pero su ropa interior me dio la fuerza suficiente para ignorar ese pensamiento. 

Era el momento de que admitiera su derrota, así que solo aceleré un poco más para pasarle y, en realidad, la perdí de vista por el retrovisor.

Al llegar al final, ella tardó unos dos minutos en alcanzarme. Se detuvo al lado del auto, apagó la motora y recostó su cabeza del manillar. 

Me bajé del auto, pensando que estaba molesta o quizá triste. 

—Eso fue increíble— soltó, y rio como una desquiciada. 

—¿Ya aceptaste tu derrota?

—Sí, mi amor. ¿Ahora vas a presumir?— retomó su postura, y me miró. 

—Para mi eres una ganadora— la despeiné.

—¿No me digas?

—Sí, porque al final, vas a recibir un buen premio de consolación y, es uno muy grande por tu esfuerzo— me fui detrás de ella y levanté un poco su traje. 

—No se te ocurra, John. 

—Te callas. Los perdedores no pueden quejarse. ¿Dónde está esa actitud que tenías antes de correr? 

—Estamos en medio de la carretera. Podemos ir a otro luego y hacerlo. 

—No, la adrenalina es muy fascinante. Fíjate que voy a reclamar mi premio y no lo quiero para luego, lo quiero para ahora— alcé el traje dejando visible su trasero y lo acaricié—. Inclínate.

Ella no dudó en hacerlo. Su trasero se veía muy formado y, al estar inclinada, podía apreciar estupendamente bien la vista. Me paré justo por el lado para poder jugar un poco con ella. Llevé mi dedo a la boca y lo lamí, debía humedecerlo para poder entrar sin aviso en su agujero trasero. 

Al escuchar el gemido que soltó, lo terminé por introducir. 

—Que mujer tan indecente tengo. Definitivamente le has tomado el gusto a esto— lo movía rápidamente y sus gemidos se fueron intensificando. 

—Viene un auto, John.

—Perfecto— bajé el cierre de mi pantalón, dejando visible mi erección y me senté justo detrás de ella. 

—¿Qué crees que haces?— trató de levantarse, y la presioné por la espalda a que se mantuviera como estaba. 

—Solo debes relajarte y no se darán cuenta— la penetré analmente y traté de ser lo menos brusco posible. 

A pesar de no ser la primera vez, siempre se siente igual de ajustado. 

—Eres un infeliz— sus piernas se tensaron e incluso su agujero también, lo que me provocó un ligero escalofrío. 

Podía sentirla perfectamente. Pensé que sería incómodo al estar aquí, pero no, extrañamente se sentía bien. 

Traté de tapar con su traje el proceso, para que cuando pasara el auto, no pudieran ver nada. Ella se enderezó un poquito para no lucir tan obvia. Estaba tensa, pero yo encontraba fascinante la adrenalina; era algo que me estaba volviendo loco. Quería moverme bruscamente y alcanzar lo más profundo de su ser, pero el auto se acercó y sería muy obvio. En el momento que pasó por nuestro lado, Daisy suspiró aliviada, y reí. 

—Que vergüenza, John. 

—¿Qué estás suspirando aliviada? Si aún no hemos acabado, lo tuyo apenas comienza.