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Prólogo

Caminando en medio de los pasillos de una universidad y vistiendo un polo camisero color maíz en conjunto a unos jeans azules, se hallaba un cabizbajo joven de cabello negro, ojos pardos, quien, notablemente preocupado, veía con detenimiento y duda un par de papeles.

—No lo sé… quizá es demasiado pronto. 

Mientras avanzaba entre un grupo de estudiantes que caminaban en dirección opuesta a él, pensamientos de desaliento empezaban a rondar por su mente, provocando que casi tropiece con alguno de los otros transeúntes.

El nombre de este joven es Francisco y la razón de su preocupación se encontraba en sus manos. Aquellos papeles que portaba consigo, eran una ficha de inscripción para la categoría fantasía de un concurso literario que la editorial de su universidad estaba organizando. Dicho concurso, era visto por él, como la oportunidad de finalmente cumplir uno de sus sueños.

Desde niño, Francisco había gustado de los cuentos que sus padres le leían y desde que fue capaz de leer por su cuenta, las puertas del fantástico mundo de la literatura le fueron abiertas, siendo su sueño desde aquel momento, el ser como los escritores que tanto admiraba.

—Vamos Cisco, ya has tomado la decisión. No puedes echarte para atrás tan rápido. Es obvio que perderás, pero mira el lado positivo aprenderás mucho de este y de todos los fracasos que vengan. Solo debo pulir más mis habilidades y algún día alguna de mis historias será conocida.

El sonido de una fuerte cachetada resonó en el pasillo, provocando que algunas miradas se desviasen al origen del sonido. Este había sido autoprovocado por Francisco, quien, tras espabilar, adopto una postura más calmada y continuó caminando hasta llegar a la pequeña plazuela que colindaba con la puerta de ingreso de la universidad y en cuyo centro se hallaba una gran fuente de agua.

—Debería de llamar a los chicos, quizá ellos me puedan dar una segunda opinión sobre la posible trama. Aunque eso tendrá que esperar, tienen examen hasta el mediodía.

Sin tener más opciones, decidió ir escogiendo algunas opciones por sí mismo, mientras buscaba con la mirada, algún lugar donde pudiese pensar tranquilo.

Tras unos segundos, decidió tomar asiento en una de las bancas que se rodeaban a la fuente, tras lo cual empezó a dar rienda suelta a su imaginación, comenzando a divagar en distintos argumentos que podría adoptar su historia, fantaseando cada posible resultado, mientras su mente trataba de imaginar diferentes escenarios y tramas.

—En fin, falta un buen tiempo para la fecha de presentación del concurso. Tengo que aprovechar ese tiempo para crear algo bueno. Ahora ¿Sobre qué debería tratar? Hum. Quizá pueda tratar de un grupo de valientes enanos que se embarcan en la búsqueda de un poderoso artefacto... no, muy visto. ¡Oh! ya sé, un joven granjero que quiere conocer el mundo y sin quererlo se embarca en una épica aventura, descubriendo que es el elegido y... ¿En qué estoy pensando? Eso es demasiado cliché. 

Sin embargo, las voces de las personas que conversaban a su alrededor, junto a los

constantes ruidos que el ambiente concentraba no le permitían pensar con claridad, provocando que Francisco pierda la ilación de una idea que le parecía prometedora.

—Rayos ¿Cómo puede uno pensar tranquilo si está rodeado de ruido? Si tan solo la biblioteca estuviese abierta y no tuviese clases en un par de horas. Como desearía que todo quedase en silencio.

Quejándose entre sus pensamientos, tapó sus oídos y cerró sus ojos, tratando de ignorar todo a su alrededor, en un último intento infructífero de recuperar aquella idea que había perdido.

Resignado por no haber anotado aquella idea, solo atino a soltar un profundo suspiro y tranquilizarse, dándose cuenta que todo a su alrededor había quedado en completo silencio.

-Exacto, de eso es de lo que hablaba. Qué curioso, es como si mi deseo se hubiese vuelto... ¿Realidad?

Al caer en cuenta de aquello, Francisco rápidamente levantó la mirada, empezando a ver con preocupación a su alrededor, encontrándose con un panorama que rápidamente despertó su preocupación.

Las personas a su alrededor no se movían, ni decían nada. Confuso y alterado, Francisco vio nuevamente a su alrededor de forma desesperada, espectando completamente asustado como las personas, que hasta hace un momento se hallaban en movimiento, parecían estar congeladas en medio de sus acciones.

Sin embargo, no solo se trataba de las personas, las aves se hallaban tiesas en medio del aire, e incluso el agua y otros objetos inanimados parecían verse afectados por aquel extraño fenómeno.

Era como si el tiempo hubiese dejado de avanzar. Él no tenía la más mínima idea de cómo o por qué es lo que estaba ocurriendo, ni conocía la razón solo él no era afectado por lo que provocase este suceso, mientras que el pánico empezaba a acrecentarse en su interior.

—¿Qué está sucediendo aquí? Esto tiene que ser un sueño, ¿cierto? Sí, tiene que ser eso, no existe otra explicación. Seguramente me quedé dormido nuevamente y estoy teniendo otro de esos sueños extraños. 

Se dijo a sí mismo, tratando de darle a todo esto una explicación lógica que calmase sus nervios.

En aquel instante, una brillante luz inundó su campo de visión, cegándolo por algunos segundos, mientras escuchaba un fuerte sonido que se asemejaba el al de múltiples cristales se quebrasen y cayesen al suelo. Cuando se dispersarse aquel fulgor, la expresión de incredulidad de Francisco se acrecentó mucho más al darse cuenta de que ahora se hallaba en medio de lo que parecía ser una bella y solitaria pradera que, al igual a lo que lo rodeaba hace unos segundos, parecía afectada por el mismo extraño fenómeno.

— ¿Hola? ¿Hay alguien allí? 

Producidos por el primario instinto de supervivencia de Francisco, los fuertes gritos de auxilio rompieron aquel enigmático silencio. Sin embargo, no había nadie en aquel lugar que pudiese acudir en su ayuda.

—¿Qué se supone que estoy haciendo? Dudo mucho que haya alguien que me escuche. Además, lo más seguro es que solo este soñando. Esto es demasiado irreal como para no ser un sueño.

La mente del joven trataba de convencerse de que todo lo que le estaba ocurriendo era producto de un sueño, como una forma de dar sentido a aquella inexplicable situación. Pese a ello, había algo en su interior que se resistía a creer que estaba convencida de que aquello realmente estaba pasando.

—¿En verdad crees eso?

Inesperadamente, una voz desconocida resonó dentro de la mente de Francisco, provocando un gran sobresalto en el joven, quien sacudió su cabeza y se dio una cachetada, tratando de espabilar, pensando que eso fue producido por su alterada imaginación.

Aquella voz era suave, profunda y refinada. Sin embargo, era a su vez enigmática, dual e inquietante. Todo ello, sumado a que no parecía transmitir emoción alguna en sus palabras, provocaba una cierta intranquilidad en el joven.

—¿Q-Quien está allí? ¡D-Da la cara! 

Tratando de no ceder ante su creciente miedo, Francisco gritó a los cuatro vientos exigiendo al emisor de aquella voz que se hiciera presente, sin imaginar que sus reclamos serían atendidos con prontitud.

En ese instante, frente a él y de forma inexplicable empezó a abrirse una grieta en medio del aire, como si el mismo tejido de la realidad estuviese resquebrajándose, del cual empezó a emerger un extraño orbe blanco que liberaba una leve aura blanca, el cual se posicionó frente a él, haciendo que el joven tropezase al intentar retroceder, producto de la fuerte impresión.

—Esto es demasiado ¿Qué demonios está ocurriendo aquí? 

Sin poder procesar ni soportar todo lo que estaba ocurriendo, Francisco se incorporó con prontitud y emprendió su huida, lo más rápido que sus piernas le permitían. Sin embargo, tras avanzar un par de metros, se dio con la ingrata sorpresa de que no estaba avanzando ni un solo centímetro, como si una fuerza invisible estuviese deteniéndolo. 

Entonces, sintió como es que su cuerpo se movía por su cuenta, haciendo que se voltee y camine hasta posicionarse nuevamente frente a aquel extraño orbe.

En aquel momento, el corazón del joven latía más rápido que en cualquier otro momento de su vida. Todo aquello iba mucho más de lo que podía comprender, le parecía mucho más fantasioso de lo que algún libro de fantasía o incluso uno de ciencia ficción podía plasmar. 

—¿Quién... o qué eres? ¿Eres el responsable de todo esto? ¿Porque estás haciendo esto? ¿Qué es lo que quieres de mí?

Juntando el valor suficiente, el joven finalmente logró articular palabras, expresando en cada una de ellas como se sentía al respecto de aquella situación.

—Puedes llamarme Pléyades, el ancestral. Soy quien se encarga de vigilar y proteger a cada mundo existente. Fui yo quien te ha traído a este mundo, pero no debes temer, no es mi intención dañarte. 

Aquel orbe, de forma inexplicable, había emitido una voz idéntica a la que antes había invadido la mente del joven, quien veía atónito como es que de aquel objeto emanaba una voz que se extendía en todas direcciones.

Sin embargo, a pesar de que el miedo e incertidumbre permanecían vigente, aquella última declaración logró aliviar, en parte, la preocupación que Francisco sentía por su integridad, dándole a su mente un leve respiro.

—¿Ancestral? ¿Guardian de los mundos? ¿Estoy… en… otro mundo? Wow... Parece que finalmente sucedió. Si esto no es un sueño, entonces me volví loco. No quería creerlo, pero todos tenían razón y leer tantos libros de fantasía me hicieron perder la razón.

Resignado a aceptar aquella idea, el joven se empezó a imaginarse a sí mismo como el nuevo Quijote, en un último intento de su mente por asimilar todo lo que estaba sucediendo.

—Parece que te cuesta creer lo que ves, elegido. Sin embargo, puedo asegurarte que todo lo que estas presenciando es real.

Nuevamente, aquella voz resonó en la mente de Francisco, quien pese a no tener tanto temor como antes, se sentía vulnerable incluso en su mente, sabiendo que no podría ocultarle nada a aquella entidad.

—¿Acaso puedes ver entre mis pensamientos? Esto no tiene sentido alguno. Pe-pero ¿A qué te refieres con elegido? ¿Elegido para qué? 

Él no podía creer el giro en los acontecimientos. Ahora, aquella misteriosa entidad acababa de revelarle que él había sido escogido y traído a otro mundo con alguna clase de propósito desconocido para él.

—Tú eres el elegido. Tú tienes la misión de salvar este mundo de la oscuridad que esta por consumirlo.

La respuesta del ancestral provocó que el rostro del joven se arquease, dejando su lado su expresión de preocupación, cambiándola por una que solo reflejaba incredulidad ante aquella revelación.

El miedo que Francisco sentía, se había esfumado por completo al escuchar aquellas palabras, las cuáles, desde su perspectiva, no eran más que un disparate, haciendo que adoptase una postura un poco más calmada, pero con cierto grado de precaución.

—Wow… Lo siento ¿Pléyades, cierto? Pero ¿Yo? ¿Salvar a un mundo de la oscuridad? No quisiera sonar grosero ni contradecirte, pero creo que estas equivocándote de persona. Yo solo soy un chico común y corriente que tiene sus propios problemas. No soy ninguna clase de fuerte y valiente héroe como los de los libros. 

Con cada una de sus palabras, Francisco cerraba sus ojos, temiendo provocar la ira de aquella extraña entidad. Él, con solo escuchar que tendría que salvar a un mundo, supo que no estaba calificado para aquello y dudaba que realmente una persona común y corriente fuese capaz de hacerlo.

—¿No debería escoger a alguien más adecuado para una misión tan importante? No lo sé, quizá a un militar, un luchador profesional o cualquier otro que esté más calificado que yo. 

Francisco intentaba de salir rápidamente de aquella situación. Después de todo, él no quería meterse en ningún problema, solo quería que todo regresase a la normalidad.

—Dudas mucho de ti mismo. Sientes que eres incapaz, que no eres lo suficientemente bueno y que solo eres uno más entre millones. Pero debes saber que fuiste elegido, porque tienes lo necesario para cambiar el destino de aquel mundo. 

Francisco reflexionó sobre las palabras que. Era cierto, él siempre se había considerado una persona promedio, sin grandes destrezas que serían merecedoras de vítores o elogios. Lo único que, para él, lo hacía diferente, era su fascinación por los libros de fantasía y aventuras, que desde niño le habían transportado a un mundo lleno de épicas historias, que esperaban por ser escuchadas.

Pero ahora, esta entidad, Pléyades, le estaba diciendo que él es especial, que es elegido para una gran misión. Sin embargo, la duda en su interior se mantenía. ¿Cómo podría un simple fanático de la fantasía, ser capaz de cumplir tal tarea? Aunque quisiera, él no era el estereotipado héroe valiente, ni un gran luchador o alguna clase de genio que tendría las respuestas a todo. Sin esas cualidades ¿Sería capaz de ser alguna clase de héroe para ese mundo?

Además, él no estaba dispuesto a ponerse en riesgo por personas que no conocía. Tenía muchas cosas en su mundo que no podía dejar, como por ejemplo sus padres, amigos y estudios, los cuales no podía abandonar para irse a una misión de la que posiblemente no volviese con vida.

Con todo eso en mente y sin importar lo que le habían dicho, Francisco solo quería pedir que lo enviaran de vuelta a casa. Aunque dudaba mucho de que tras todo lo anterior esa fuese una opción, pero no perdía nada con intentarlo.

—Yo... me siento muy alagado de que haya pensado en mi para ser el salvador de ese mundo, pero quisiera que me envíes de regreso a mi mundo. Estoy seguro de que encontrarás alguien que si tenga madera de héroe. 

Francisco pensó que, si aquel ancestral tuviese rostro o siquiera emociones, posiblemente se vería confundido o muy probablemente enfadado. Sin embargo, no tenía forma de saberlo y esa incertidumbre ponía muy nervioso a Francisco.

—Lamento romper tu ilusión, pero no puedo devolverte a tu mundo. Una vez que has sido escogido, únicamente podrás regresar si logras cumplir tu misión y me temo que no estas en posición de negarte. 

De una u otra forma, escuchar aquella respuesta no extrañó Francisco, quien solo pudo soltar un suspiro de resignación al confirmar sus sospechas. Aquello era una trampa de la que no podría escapar aún si realmente lo deseaba, por lo que su única alternativa era aceptar con resignación aquella misión.

—Bien… si lo que dices es cierto y soy el elegido para cumplir esta tarea. ¿De qué tendría que salvar a ese mundo? 

El desgano y resignación reflejados en su voz, se transformaron en pequeños y pausados balbuceos de confusión, cuando todo lo que le rodeaba empezaba a distorsionarse, hasta que todo el panorama se oscureciese, mostrando en su lugar, la imagen del inmenso espacio exterior.

Aquel paisaje era admirado por el sorprendido Francisco, quien veía maravillado las incontables estrellas a su alrededor y frente a él, planetas que inesperadamente parecían tener características muy similares a la tierra.

—De él... 

Nuevamente, la voz de Pléyades inundó todo a su alrededor, como si de un eco se tratase. En ese instante, pilares de luz emergieron de la superficie de cada uno de ellos, formando, en la inmensidad del espacio, una gigantesca grieta en el espacio, muy similar a la que usó Pléyades antes de presentarse en forma de orbe, de la que empezó a emerger una extraña nube de polvo violeta que fue extendiéndose entre aquellos planetas, cubriéndolos por completo.

Ver aquella surrealista escena, provocó que el cuerpo de Francisco empezase a temblar, mientras que su interior era invadido por un miedo que jamás había sentido en su vida.

—¿Q-Qué demonios es eso...? 

Tras haber permanecido algunos segundos en silencio y con voz temblorosa, Francisco logró finalmente articular palabras. Él no entendía la razón, pero el presenciar aquella escena producía un profundo miedo que iba acrecentándose a cada segundo.

—Es conocido como "El Devorador". Como yo, es un ancestral. Sin embargo, desde su nacimiento, su único propósito ha sido consumir la energía y esencia de cada mundo que este a su paso. 

La inmensa nube empezó a retirarse, volviendo a la misma grieta que lo había traído, dejando tras de sí, rocas inertes y que alguna vez fueron planetas llenos de vida.

Presenciar esto, solo causo que el miedo de Francisco se convierta en pánico. No solo por haber presenciado el poder destructivo de aquel ser, sino porque él había sido elegido para salvar a un mundo de eso.

—Yo... ¡Yo no pienso enfrentarme a esa cosa! ¡No hay forma! ¿Qué se supone que pueda hacer yo contra algo que es capaz de consumir planetas enteros? 

Los desesperados reclamos del joven no se hicieron esperar. Si antes se sentía incapaz

de cumplir aquella tarea, ahora estaba más que seguro que su incapacidad era infinita frente a aquella entidad.

—Tu misión no es enfrentar a Devorador. 

La voz de Pléyades resonó nuevamente, mientras que todo alrededor de Francisco empezaba a deformarse nuevamente, regresándolo a aquella pradera.

—¿Qué...? Pero me habías dicho que debía salvar un mundo de él. 

El joven estaba cada vez más confundido. Todo aquello era demasiado contradictorio. Pléyades le había dicho que tendría que salvar al mundo de la oscuridad, luego le mostró lo que esa extraña entidad oscura podía hacer y ahora le decía que su misión no era enfrentar a ese ancestral. Nada tenía sentido, pero eso en parte dio un poco de alivio al joven, quien agradeció el hecho de no tener que lidiar con ello.

—Tu impaciencia te ciega y ensordece. Los ancestrales no podemos manifestarnos directamente en un mundo. Sin embargo, podemos hacerlo de forma indirecta. Podemos contactar e influir sobre aquellos seres que los habitan.

>>Él puede comunicarse con individuos de los mundos que va a devorar. Usa su oscuro poder para influir en ellos, hasta corromperlos por completo y convertirlos en sus heraldos, otorgándoles un pequeño fragmento de su poder y encomendándoles la misión de allanar el camino para su llegada, eliminando cualquier posible fuerza que pudiese resistirse a su invocación. 

La respuesta de Pléyades dio a Francisco una perspectiva nueva sobre los ancestrales, siempre enviaban a alguien a hacer su trabajo sucio.

—Tu misión es la eliminación del heraldo. Deberás hacerlo antes de que erradique la vida existente en este mundo y prepare la invocación de Devorador.

Aquello realmente no cambiaba nada. Para Francisco era simplemente como bajar una valla inalcanzable a una extremadamente alta.

—Entonces dime. ¿Cómo lo haré? Me habías dicho que en mi se hallaba la clave para salvar a ese mundo. ¿Cuál es? 

Si realmente era el elegido para salvar aquel mundo, quería saber que era lo que lo convertía en ello y que podría hacer para lidiar con aquella monstruosidad.

—Todas las respuestas que buscas, son algo que tú mismo tendrás que descubrir. 

No solo la decepción llenó nuevamente a Francisco, sino que el enojo e impotencia que producía la actitud tan fría e inhumana con la que Pléyades respondía a cada una de sus preguntas.

En su interior, deseaba lanzarse y patear aquel orbe que usaba aquella desconocida entidad para manifestarse, pero en el fondo temía por las consecuencias que esa acción desencadenaría. Esto motivó a que, empiece a aceptar con resignación que nada lo salvaría de aquel destino que presentía, no acabaría bien.

— ¿Y si fallo al intentar frenar al heraldo? ¿Qué pasará conmigo si no logró cumplir con la misión? 

Francisco dudaba mucho que podría hacer algo en contra del heraldo, pero al menos quería saber que sería lo que es lo que sucedería con él si en el mejor de los casos lograba sobrevivir tras fallar con su misión.

—De no cumplir con este cometido, el Devorador tendrán el control completo de aquel mundo, por lo que no podré intervenir más en él y tú, no podrás regresar y serás consumido junto el mundo al que intentaste proteger. Pero no acaba allí, si eres consumido por él, tu existencia será borrada por siempre.

>>Pero, si logras terminar con el heraldo del devorador, serás enviado nuevamente a tu mundo, exactamente al mismo momento en el que fuiste convocado por mí y para ti esto no habrá sido más que un sueño.

Francisco quedó nuevamente en shock ante aquellas palabras y más aún por la tranquilidad con la que Pléyades se refería a su probable destino. Literalmente estaba entre la espada y la pared.

—Sin embargo, quizá pueda hacer algo. Si Pléyades dice que soy el elegido quizá exista la posibilidad de que cumpla con esta hazaña. Además, en todos los libros que he leído, ser el elegido es algo bueno.

Los pensamientos de auto consuelo, no tardaron en llegar, generando una vaga esperanza en aquel asustado joven, quien se aferraba a la idea de que como en los libros, pasara lo que pasara, él estaría bien solo por ser el elegido.

—Entonces... esta es una misión de ganar o morir. Si no lo hago, jamás volveré a casa y todos... me olvidaran... Pero ¿Cómo se supo...? !!No¡¡ No importa cuánto intente buscar excusas para escapar de esto!!! No importa cuánto me centre en excusarme en mis debilidades, no seré devuelto a mi mundo. Ya lo dijo el ancestral, solo en mi está la clave para salvar al mundo, entonces tengo que encontrarla. Si mi deseo es volver a casa, el único camino que existe... ¡¡¡Es la victoria!!!" 

Convencido e impulsado por sus falaces argumentos, Francisco transformó aquella

frustración e impotencia en el fugaz impulso para lanzarse a arriesgar el todo por el todo.

—¡Envíame! Si mis opciones son ganar o morir, entonces no tengo nada que perder. Acabemos de una vez por todas con esto. Seguir hablando aquí es completamente inútil.

Con una voz firme, anunció su nueva convicción, enmascarando el miedo que sentía, silenciando la voz en su interior que le susurraba que de nada le serviría.

—Una vez que logres derrotar al heraldo, podré ejercer de forma libre mi poder en ese mundo, erigiendo una barrera que impida la manifestación de otros ancestrales en él. Ahora ve, elegido, tu misión está por comenzar. Confío en que serás capaz de lograr tu cometido. 

Entonces, antes de poder mediar alguna otra palabra más. El orbe liberó una potente luz que cegó por unos segundos a Francisco. Al disiparse aquel fulgor, se encontró solo en aquella pradera y, casi al instante, pudo sentir el impacto de las ráfagas del viento en su rostro y escuchar el sonido de las hojas de los árboles siendo azotadas por este.

El tiempo había vuelto a correr y junto a este, también lo hizo la cuenta regresiva para el final de aquel mundo. Ahora, con su misión clara e impulsado por su desesperado deseo de volver a casa, su cruzada en aquel nuevo y desconocido mundo había comenzado.