Defiendan la retaguardia! gritó uno de los líderes de los aventureros, mientras blandía una espada encantada que emitía un resplandor dorado. Los magos comenzaron a lanzar hechizos de fuego y relámpagos en un intento desesperado de contener la embestida.
Ian, observando el caos, supo que este era el momento perfecto para actuar sin levantar sospechas. Mientras los demás aventureros se concentraban en repeler el ataque de las criaturas, él se deslizó entre las sombras y se movió rápidamente hacia una de las ramificaciones menos vigiladas de la mina. Sabía que esta batalla les daría suficiente distracción como para que nadie notara su ausencia inmediata.
Las ramificaciones de la mina eran numerosas, y algunas parecían menos exploradas que otras. A medida que avanzaba en solitario, el eco de las batallas disminuía detrás de él. Ian recorrió un túnel más oscuro y estrecho, iluminado solo por el brillo de los cristales en las paredes. Cada paso lo llevaba más lejos de la seguridad relativa del grupo y lo sumergía más profundamente en lo desconocido.
Mientras caminaba, sus pensamientos giraban en torno a su plan. Sabía que las criaturas de nivel 4 serían un verdadero desafío, pero también veía la oportunidad de esclavizar sus almas, algo que podría inclinar la balanza a su favor en futuras batallas. El riesgo era alto, pero la recompensa lo sería aún más.
Ian se adentraba en el oscuro túnel de la mina, sus pasos eran silenciosos, calculados, mientras el eco de las batallas se desvanecía tras él. El brillo de los cristales mágicos incrustados en las paredes se intensificaba con cada paso, creando sombras inquietantes que danzaban a lo largo de la caverna. Su respiración era controlada, sus sentidos agudizados al máximo. Sabía que no podía permitirse ser sorprendido.
De repente, el aire se volvió más denso y una vibración leve, casi imperceptible, recorrió el suelo bajo sus pies. Ian se detuvo en seco, alzando una mano para señalar a sus esclavos de alma que se prepararan. Delante de él, en la penumbra, una figura gigantesca comenzó a emerger de la oscuridad: un behemoth de roca, una criatura de nivel 3, cuyo cuerpo estaba compuesto de placas de roca afiladas y colmillos que sobresalían de su mandíbula como cuchillos.
Ian sintió la tensión en el aire cuando el behemoth rugió, un sonido profundo y gutural que resonó por toda la caverna. Las placas de su piel se movieron como si estuvieran vivas, chocando entre sí y produciendo chispas en el proceso. La criatura avanzó, sus pasos haciendo temblar el suelo con cada pisada.
¡Ahora! ordenó Ian, su voz apenas un susurro pero cargada de autoridad.
El árbol espectral líder reaccionó primero. Sus raíces sombrías se extendieron rápidamente por el suelo como serpientes negras, buscando las piernas del behemoth. En cuestión de segundos, las raíces envolvieron los tobillos de la criatura, apretando con una fuerza asombrosa. Sin embargo, el behemoth era formidable; con un movimiento brusco, rompió algunas de las raíces, pero el árbol espectral no se dio por vencido. Más raíces se alzaron, reforzando el agarre.
Los chamanes pájarose posicionaron en semicírculo, extendiendo sus alas emplumadas. Canalizaron energía mágica en sus manos, invocando rayos de electricidad que crujieron en el aire como látigos luminosos. Con un movimiento sincronizado, lanzaron una tormenta de relámpagos hacia el behemoth, iluminando la caverna con destellos cegadores. Los rayos impactaron en las placas de roca, causando una serie de explosiones menores mientras pequeñas piezas de piedra volaban por los aires.
El behemoth rugió de nuevo, esta vez de dolor. Aunque sus placas de roca eran resistentes, la electricidad de los chamanes penetró por los huecos, quemando su carne interna. En respuesta, el monstruo golpeó el suelo con sus puños masivos, creando una onda de choque que lanzó escombros por todas partes. Ian se agachó justo a tiempo para evitar un fragmento de roca del tamaño de su cabeza que voló en su dirección.
¡Replieguen! ordenó Ian.
El gigante rocoso, otro de los esclavos de alma de Ian, dio un paso al frente. Su cuerpo masivo y rocoso parecía una extensión del suelo mismo. Con un rugido profundo, alzó su puño y lo dejó caer con fuerza sobre el suelo. El impacto generó una vibración sísmica que recorrió toda la caverna. El suelo tembló, creando fisuras que se extendieron rápidamente hacia el behemoth. Las rocas bajo sus pies se quebraron, haciendo que el monstruo perdiera el equilibrio momentáneamente.
Ian vio la oportunidad. ¡Atáquenlo con todo lo que tengan! gritó.
El lobo espectral avanzó a toda velocidad, sus patas apenas tocando el suelo. Sus colmillos se clavaron con fuerza en la pierna del behemoth, perforando una de las pocas partes donde la roca no era tan gruesa. Al mismo tiempo, el T-Rex de nivel 3 lanzó un poderoso rugido que resonó en toda la caverna. Con un salto impresionante, el T-Rex embistió al behemoth con su enorme cabeza, haciéndolo retroceder varios metros y golpeándolo contra la pared de roca.
El behemoth no estaba vencido todavía. Con un rugido ensordecedor, liberó un estallido de energía que empujó a los atacantes hacia atrás. Se levantó con dificultad, su mirada fija en Ian, reconociendo al líder de los atacantes. Su cuerpo comenzó a brillar tenuemente con un tono rojizo, y de repente, se lanzó hacia Ian con una velocidad inesperada para su tamaño.
¡Desplieguen las defensas! exclamó Ian.
El árbol espectral líder agitó sus ramas, invocando un viento helado que sopló con fuerza hacia el behemoth. La temperatura cayó en picada y una gruesa capa de escarcha comenzó a cubrir el suelo. El viento cortante ralentizó los movimientos del monstruo, y sus placas de roca comenzaron a congelarse, perdiendo su flexibilidad.
Ian, aprovechando el momento, ordenó a los goblins magos que lanzaran una serie de bolas de fuego. Las llamas impactaron contra el cuerpo congelado del behemoth, causando una serie de explosiones que hicieron que la criatura soltara un rugido de dolor. La combinación de frío extremo y calor intenso hizo que las placas de roca comenzaran a agrietarse.
¡A por el núcleo! gritó Ian, identificando el punto débil del monstruo.
El gigante rocoso avanzó de nuevo, sus movimientos haciendo que la caverna temblara. Levantó ambos puños y los dejó caer con todo su peso sobre el pecho del behemoth, justo en el lugar donde se percibía una luz tenue: su núcleo de energía. La criatura se tambaleó, y en ese momento, las sombras del árbol líder se alzaron, envolviendo al behemoth por completo.
Las sombras se cerraron como una trampa mortal, apretando con una fuerza implacable. Las grietas en la roca se hicieron más grandes hasta que, finalmente, con un sonido desgarrador, el núcleo se rompió en mil pedazos. El behemoth cayó al suelo con un estruendo, derrotado.
Ian respiró hondo, satisfecho pero alerta. Sabía que, aunque este enemigo había caído, las profundidades de la mina aún escondían peligros mayores.