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veta de piedras de mejora de grado superior

Ian se acercó lentamente al cadáver del behemoth de roca. Sabía que, aunque la criatura había caído, su alma aún podría estar presente, esperando ser capturada. Se concentró, extendiendo su mano derecha y pronunciando un antiguo conjuro de esclavitud de almas. Un círculo oscuro de energía se formó en el aire, girando lentamente sobre el cuerpo inerte del behemoth. Las sombras del círculo comenzaron a descender, envolviendo al monstruo mientras Ian canalizaba su energía.

El aire se volvió denso, y las paredes de la caverna vibraron con una energía latente. Ian sintió la resistencia del alma del behemoth, una fuerza salvaje y primitiva que luchaba por mantenerse libre. El sudor comenzó a gotear por su frente mientras aumentaba su concentración, intentando someter la voluntad del monstruo caído. Las sombras se apretaron aún más, pero el behemoth luchaba con fuerza inesperada.

Un rugido etéreo resonó en la caverna, un último grito de desafío del behemoth antes de que el círculo de esclavitud se rompiera con un estallido de energía oscura. Ian retrocedió un paso, sorprendido y frustrado. La esencia del behemoth se disipó en el aire, perdida para siempre. Por primera vez en mucho tiempo, Ian había fallado en esclavizar un alma.

Mientras la caverna volvía al silencio, Ian notó algo inusual en una pared cercana: un destello de luz azul que no provenía de los cristales incrustados. Se acercó cautelosamente y descubrió una puerta tallada con runas arcanas. Era un pasaje oculto que parecía conducir a una parte aún más profunda de la mina.

Tarek, el goblin brujo, se acercó y examinó las runas. Magia de contención, maestro. Algo poderoso está encerrado detrás de esta puerta.

Ian sonrió. Entonces será valioso.

Concentró su energía y empezó a deshacer el sello. Las runas resistieron al principio, brillando intensamente, pero poco a poco, comenzaron a desvanecerse. Finalmente, la puerta se abrió con un sonido profundo y misterioso.

Al otro lado, el pasaje continuaba, sumido en una penumbra aún más densa. Ian sintió una energía opresiva, como si algo lo estuviera observando desde las sombras.

Prepárense dijo a sus esclavos de alma, su voz firme. Sabía que lo que se encontraba más adelante podría ser su mayor desafío hasta el momento, pero estaba listo para enfrentarlo.

Tras unos minutos de caminar en la penumbra, el pasaje se ensanchó, revelando una enorme cámara subterránea. En el centro de la cámara, brillaba una intensa luz dorada. Ian entrecerró los ojos, tratando de enfocar su visión. Lo que vio lo dejó sin aliento: una veta de piedras de mejora de grado superior. La veta irradiaba una energía densa y potente, creando ondas visibles de energía mágica en el aire.

Esto es… Tarek, el goblin brujo, apenas pudo contener su emoción. ¡Una veta de piedras de mejora de grado supremo! Esto es lo que todos vinieron a buscar en esta mina.

Ian sonrió, pero su alegría fue interrumpida de inmediato. Una sombra masiva se movió detrás de la veta, y una presencia abrumadora llenó la cámara. Desde las sombras emergió una criatura de tamaño colosal, mucho más grande que el behemoth de roca que habían enfrentado antes. Sus ojos eran como brasas ardientes, y su piel estaba cubierta de escamas negras y afiladas. Era un dragón subterráneo de nivel 4, un guardián ancestral de la veta de piedras de mejora.

Ian observó cómo el dragón avanzaba, y a pesar de la gran cantidad de esclavos que había convocado, sabía que el combate sería arduo. El dragón tenía el dominio de la magia, un poder que lo hacía formidable y que requería una estrategia bien elaborada para ser derrotado.

Ian levantó la mano, dando la señal para que sus esclavos de alma se prepararan para el combate. Primero, desató a los arboles vivientes espectrales, los cuales comenzaron a extender sus ramas fantasmales y a cubrir el área con una bruma helada. Las ráfagas de aire frío emanaron del Líder de los Árboles Vivientes, creando una capa de escarcha sobre el suelo y dificultando el movimiento del dragón. Las sombras de los árboles normales se extendieron rápidamente, buscando atrapar y estrangular a cualquier enemigo que se acercara.

El dragón, al percibir el ataque, lanzó un rugido ensordecedor que hizo temblar las paredes de la mina. Con un movimiento rápido, comenzó a conjurar magia elemental. Las llamas se formaron en su boca, ardiendo con una intensidad peligrosa. Sin embargo, Ian ya había anticipado esto.

El gigante rocoso avanzó con sus potentes vibraciones, enviando ondas de choque hacia el dragón. Las vibraciones golpearon el suelo y crearon una serie de temblores que desestabilizaron al dragón momentáneamente. Mientras tanto, los guerreros goblins se lanzaron al ataque, sus movimientos ágiles y precisos buscando crear aperturas en la defensa del dragón.

Los magos goblins lanzaron hechizos de fuego y relámpagos para desgastar la resistencia del dragón, intentando perforar su escama mágica con la energía mágica. El dragón, sin embargo, respondió con una serie de escudos mágicos, que desviaron los ataques.

Ian observó a los chamanes en el costado, que invocaron tormentas de viento y relámpagos. El aire a su alrededor se cargó con una electricidad crepitante, y los rayos comenzaron a golpear al dragón, interfiriendo con sus intentos de conjurar magia elemental. La combinación de viento y electricidad hizo que el dragón se moviera erráticamente, su control sobre el campo de batalla comenzaba a flaquear.

Las avispas soldado y reina, con sus aguijones letales y ácidos corrosivos, rodearon al dragón desde varios ángulos. Los ataques de ácido comenzaron a corroer las escamas del dragón, haciendo que el monstruo gritara de dolor y furia. Las avispas se movían con agilidad, esquivando los ataques mágicos del dragón y buscando continuamente nuevas áreas vulnerables.

El T-Rex, imponente y feroz, utilizó su tamaño y fuerza para embestir al dragón. Cada embestida estaba acompañada por un rugido que resonaba en la cueva, y su pequeña línea de dragón en la cola proporcionaba un impulso extra de energía mágica a sus ataques. A pesar de su tamaño, el T-Rex era ágil y sus ataques eran certeros, buscando debilitar al dragón con cada golpe.

Finalmente, el mono con habilidad de controlar la tierra comenzó a manipular el entorno. Hizo que el suelo se agrietara y formara muros de tierra que atrapaban al dragón y limitaban sus movimientos. Las rocas y escombros caían sobre el dragón, añadiendo presión a la batalla que ya estaba en su punto álgido.

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