El cuerpo de Roxana continuaba temblando y su interior vibraba por un rato mientras permanecía tumbada boca abajo. Todavía tenía un agarre en las sábanas y su respiración salía en cortos jadeos.
Aunque sabía que las mujeres también podían experimentar placer, nunca anticipó que sería tan intenso. Giró la cabeza mientras la mano de Alejandro acariciaba su espalda y lo observó recuperar su respiración.
Su pecho subía y bajaba pesadamente. —¿Estás bien? —preguntó volviéndose hacia ella.
—Sí —respiró ella todavía asombrada.
Se sentía un poco intoxicada, su mente nublada y su cuerpo débil. Y esta posición, no pensó que se pudiera hacer así.
—Se puede hacer de muchas maneras. Planeo mostrarte todas ellas —le dijo él.
Ya estaba demasiado ruborizada para sonrojarse. —No me mordiste —dijo ella ahora que él le recordó que podía leer su mente.
Él sonrió. —Ya estabas perdiendo la consciencia así que decidí guardar un poco para más tarde.
—O tal vez solo quieres seguir leyendo mi mente.
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