Mikael es un adolescente que, después de mucho tiempo, decide volver a clase, allí se encuentra a Adrián y a Sofía, su extraña relación con ellos, sobretodo con Sofía, le saca del pozo donde él es encontraba.
Me desperté pronto, pero fui incapaz de levantarme directamente, me quedé pensando mientras miraba el techo. Pasaron 25 minutos, pero finalmente pude levantarme, estaba muy cansado y además odiaba ir a clase. Salí de la habitación y recorrí el pasillo que la conectaba con las escaleras y bajé al salón, desayuné y volví a subir.
Una vez en mi habitación, empecé a a cambiarme, había pensado en ducharme pero no me sentía con fuerzas ni para hacer eso. Ya tenía el uniforme puesto, ahora necesitaba peinarme. En el pasillo me encontré con mi padre, me miró fijamente.
-¿Irás a clase?- preguntó con enfado en su voz.
-Sí, este año quiero intentar faltar menos- eso era mentira, no quería ir a clase, solo no quería estar en casa.
-Eso espero, no quiero vagos bajo mi techo- no respondí y simplemente fui al baño.
Me encerré en el baño, intentando contener un mar de lágrimas y recuerdos que no debieron haber salido nunca.
Cogí mi mochila prácticamente vacía y salí de casa, si iba más o menos rápido podía llegar a la parada de autobús a tiempo. Caminé por una calle totalmente desierta, de vez en cuando miraba el cielo y pensaba en si todo iba a salir bien, noté que mi respiración iba acelerándonse y de nuevo miré al cielo y centré todos mis pensamientos en las nubes, su lentitud y la belleza de sus formas siempre lograban calmarme. Antes de darme cuenta ya había llegado a mi destino, miré el reloj y me di cuenta de que aún faltaban 2 minutos para que el autobús llegara.
Me subí al autobús y busqué un lugar para sentarme, fue bastante fácil porque estaba casi vacío. Me puse mis auriculares y comencé a escuchar música mientras leía un libro.
El autobús paró, la ruta que seguía era muy conveniente, pues llevaba de forma casi directa de mi casa al instituto.
Caminé los pocos metros que me quedaban para llegar a la puerta del instituto y, cuando llegué, me quedé mirándola, dicen que si miras al abismo este te devuelve la mirada, ese momento se sintió igual dentro de mí. Vi a los demás alumnos entrando y tragué todo el miedo que tenía.
La campana sonó, pero el único que había entrado a clase era yo, me pareció que las paredes caerían sobre mí.
-Buenos días, Santos. Es toda una sorpresa verte por aquí, ¿Acaso el principito decidió salir a descubrir el reino?- giré mi cabeza y vi a la única persona que deseaba no ver, el estómago me dio un vuelco y por mucho que lo intentaba, era incapaz de mantener contacto visual, su mirada era demasiado intensa y yo era demasiado débil.
-¿Te comió la lengua el gato o sigues siendo el mismo cobarde de siempre?- seguía lanzándome puñaladas y no sabía cómo reaccionar. Las lágrimas insistían por salir y yo solo podía fijar mi mirada en la enorme cicatriz que Adrián tenía en la cara, iniciaba en la comisura derecha de su labio y terminaba justo debajo de su ojo, una herida que yo provoqué.
-¿¡Qué sucede aquí?!- gritó un profesor mientras pasaba por la puerta.- Si eres tú, Santos. Ya no me acordaba de ti- dijo al verme.
-Buenos días, profesor Sebastián - respondí bajando la mirada.
Estuvimos esperando unos minutos hasta que la clase parecía más o menos llena. Como era habitual, el primer día asistía, con suerte, la mitad de la clase.
-Buenos días clase. Soy Sebastián López y seré vuestro tutor a partir de ahora, empezaremos el día de hoy presentándonos, ¿entendido?- hubo un sí general.
Para ser sincero no presté atención a ninguna de las presentaciones, ya había asumido que no haría ningún amigo, sin embargo, en el cambio de clase una chica se acercó a mi asiento.
-¡Heey~! Eres Mikael, ¿cierto?- su extraña confianza y lo extrovertida que era hizo que ne llamara la atención.
-Ese soy yo, y...-
-Yo soy Sofía, sé que no estabas atento a las presentaciones así que no hace falta que me lo digas - no sé si lo que más me sorprendía de ella era lo extremadamente atenta que era, que había adivinado a la perfección las dos cosas que iba a decir o la alegría que desprendía su simple presencia.
- Me has pillado- dije con una risa forzada.
-El profesor está por llegar, ¿hablamos en el patio?-
-Vale- Una sonrisa que no pude entender se esbozó en mi rostro, esta vez no era forzada , era un sentimiento real.
No hubo nada remarcable en las siguientes dos horas, ignorando las pelotas de papel que Adrián lanzaba hacia mí. La campana de la hora del almuerzo sonó y mientras sacaba un bocadillo de la mochila vi que Sofía estaba esperando en la puerta.
-Si no te das prisa me va a salir moho- bromeó mientras se reía
-Ahora voy- respondí y juntos fuimos hacia el patio.