50 cuentos cortos y super cortos, sin relación alguna entre sí, probando distintas ideas, conceptos, personajes y géneros. Lo bueno de esto es que si el capitulo 1 lo consideras basura, el segundo quizás te guste, y si ese no, tal vez el siguiente.
Jeam observó el bar donde se escondían las ratas, y sintió un arrebato de curiosidad. Su madre se había desvanecido en el tumulto de sus propios guardianes en lo que había sido hasta ese momento otra de sus incursiones super secretas. A diferencia de con su padre, los guardianes no tenían en muy alta estima a su madre, no la protegían debidamente. Tendría que hacerlo él.
Cuando algo malo o desagradable ocurría en casa, su padre siempre culpaba a las ratas, incluso si usaba otros nombres, Jeam sabía que era de las ratas de quienes hablaba. Si su madre había desaparecido quizás las ratas supieran algo, si es que no habían sido ellos mismos.
Un tintineo sacó a Jeam de sus pensamientos, la puerta del bar estaba abierta y sobre el marco estaba ya una de las ratas. Lo más destacable al primer vistazo (además de su tamaño, pues Jeam no le llegaba a la rodilla) era su enorme panza y su torso desnudo. Parecía una extraña combinación entre un hombre y una mujer, pero solo habiendo mezclado los peores y más desagradables aspectos de ambos; peludo hasta donde se pudiera ver y con grandes y grotescos pechos. Además, desprendía un hedor que daba náuseas y mareo a partes iguales. La rata no reparó en Jeam hasta que dio unos cuantos pasos hacia afuera.
- Je… a donde va a llegar la humanidad a este paso… ─ la rata tenía una sonrisa desganada y caminaba en tambaleos torpes, quizás debido a su grotesca e inestable forma. No le presto mucha atención antes de perderse en uno de los lados del callejón y desaparecer en la neblina del grisáceo ambiente. No había tiempo que perder, los guardianes de su madre no tardarían en encontrarle si no entraba de una vez.
Al abrir la puerta el tintineo alertó a las ratas en su interior sobre su presencia, era un buen sistema de seguridad admitió Jeam. El bar, de lúgubre iluminación constaba de unas cuantas mesas redondas con al menos cuatro sillas cada una y la barra de bebidas al fondo. Aún con la macabra atmósfera, el lugar era bastante normal, Jeam podía saberlo gracias a su padre quien ya lo había llevado a bares en el pasado, aunque quizás este sea el peor que haya visto jamás.
Con las manos temblando y su pequeño corazón martillando como nunca, Jeam avanza hasta la barra, a parte del tabernero y una rata sentada en la última mesa de la izquierda leyendo un periódico, no había nadie a la vista. Que no hubiese ni piano ni pianista, ni rocola ni televisores, ni radio ni conversaciones llenaba el ambiente de un silencio sepulcral y expectante.
- Supongo que no estás aquí como cliente. ─ el tabernero sí que era una persona, su ropa estaba limpia, llevaba anteojos a través de los cuales se apreciaban sus azules ojos, apenas tenía cabello, blanco y solo detrás de las orejas, tanto su rostro como sus manos mostraban arrugas y manchas, quizá estaba en proceso de convertirse en rata.
- Estoy buscando a mi madre. ─ Jeam se esforzó para que su voz no temblara tanto como sus piernas.
- No recuerdo cuándo fue la última vez que vi una mujer de clase alta aquí. ─ el tabernero cierra los ojos un segundo y hace una mueca ─ Dudo que con la edad que aparentas hayas memorizado el número de tu casa. ¿Cuál es tu apellido? ─ se agacha para buscar algo debajo, desapareciendo del campo visual de Jeam.
- Val Royaux. ─ dice Jeam apretando fuerte una mano con la otra.
Un golpe seco se escuchó tras la barra, el tabernero emergió de ella sobándose la nuca y poniendo una guía telefónica sobre la barra. El tabernero no se esforzó mucho en ocultar su asombro.
- Voy por el teléfono señor Val. Espere aquí. ─ acto seguido el tabernero fue hacia la puerta que había tras la barra y que Jeam no había notado.
Fue en ese momento en el cual Jeam se dio cuenta que el repentino golpe detrás de la barra lo había asustado y tomado con la guardia baja, perfecto, al llegar a casa tendría que cambiarse el pantalón y la ropa interior ¡Podrían pedirle incluso que se vuelva a bañar! Jeam de verdad echaba de menos los pa����ales.
- Así que eres el primogénito del Sr. Val. ─ la rata estaba viéndole por encima del periódico. Esta por lo menos llevaba una camisa blanca desaliñada ¡Usaba lentes! Jeam ignoraba que las ratas pudieran usar un artilugio hecho para su gente. Jeam avanzó hasta la mesa con cautela.
- No sé qué es prinojenito. ─ admitió Jeam.
- Que eres hijo del alcalde, mocoso. ─ dijo la rata, bajando el periódico y dejando ver su blanco cabello y su expresión de… ¿Enojo? ─ Tu padre se ha ganado ayer el odio de toda mi gente. No deberías andar por estos lares solo.
Jeam pensó que su madre también podría estar en peligro. Incompetentes guardianes.
- He despistado a mis guardianes, a veces tengo la impresión de que pierden a mi madre a propósito. ─ dijo Jeam estudiando las expresiones de la rata. Pareció confundido cuando mencionó a sus guardianes, pero asintió comprensivo al final. Era imposible que hubiese entendido, las incursiones de su madre era super secretas.
- Así que… ¿Estás sin… guardianes? ─ la rata endureció la cara y su ceño se frunció aún más. Jeam sintió una punzada de terror. ¿Cuánto más tardaría el tabernero?
- Este… me esta asustando ─ Jeam retrocedió un paso viendo que la rata empezaba a levantarse dejando el periódico sobre la mesa, en la cual había una enorme jarra de vidrio vacía. ─ Por favor… yo… no le he hecho nada… ─ Jeam podía sentir las lágrimas al borde de sus párpados.
En ese momento la rata suavizó la mirada y miró a Jeam con ojos compasivos, se llevó una mano a la frente y cubrió su rostro. Jeam pudo escuchar como decía "¿En qué estabas pensando?".
- Yo… lo siento, estoy algo afectado. No pretendía asustarte. ─ se disculpó la rata, para alivio de Jeam.
- No hay… no hay problema señor rata. ─ Jeam se permitió sonreír fuera del peligro, estuvo a punto de ensuciar aún más su ropa interior.
- ¿Señor… rata? ─ preguntó la rata. La expresión de su rostro estaba oculta bajo su mano. Aunque su tono delató interrogación.
- No… no pretendía ofenderle, ¿Es Señora rata entonces? Es que no sé muy bien cómo funciona las cosas entre los suyos… ─se disculpó Jeam, no quería hacerle enojar más.
Después de unos segundos que parecieron eternos, finalmente la rata respondió.
- Señor rata esta bien. ¿Sabes? Me acabo de acordar que creo haber visto a una mujer parecida a tu madre.
- ¿En serio? ¡Bien! ─ el rostro de Jeam se iluminó de alegría. Lo había conseguido.
- Pero no podemos esperar al tabernero, tenemos que ir ahora mismo. ¡Podría haberse ido ya! ─ el señor rata se levantó, sacó algo parecido a un estuche cutre y dejó un billete sobre la mesa. ─ ¡Vamos!
- ¡Sí! ¡Gracias, señor rata!
Su padre estaba equivocado, decía que una vez has perdido suficientes billetes verdes te convertías en una sucia rata que se arrastraba, sin modales ni educación a comer a otras ratas. O bien Jeam había conocido a una particular, o las ratas realmente no eran como las pintaba su padre. ¿Quién sabe? A lo mejor si le daba billetes verdes al señor rata por encontrar a su madre pudiese revertir la transformación como agradecimiento.
- Tranquila madre, ¡Te salvaré! ─ pensó Jeam, lleno de determinación mientras se perdía en la neblina grisácea junto con el señor rata.