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La escalera carmesí

Paul se arrastraba hasta la cama con el infierno en su cabeza. Desprendiéndose del maletín, el saco y la corbata. Los ecos de voces despiadadas taladrando su cabeza, el peso de lo que ha visto en sus cansados parpados y ojeras. Se derrumbo sobre la cama mirando el mugroso techo, preguntándose cuanto aguantaría antes de caer sobre su cabeza.

Y una vez más, se hizo la oscuridad.

Un repiqueteo metálico, tan familiar para Paul lo saco del sopor. Llevando las palmas al rostro, quitándose los mechones negros y masajeando los parpados. Una visita al peluquero sería ideal.

Tener dinero o tiempo para ello, también.

El tren que lo había despertado ya se había alejado, vivir tan cerca de las vías significaba tener gratuitamente una condenada alarma de quien sabe cuántos decibeles sonando a primera hora de la mañana. Por esa razón su teléfono… ¡El teléfono!

- Mierda… eres un puto genio Paul... ─ el teléfono estaba muerto, tendría que cargarlo mientras desayuna. ¿Cuánto tiempo estuvo dormido?

Dirigió su mirada al reloj de pared que su madre le había regalado cuando se fue, aquel que colgaba en la pared opuesta a la que estaba pegada la cama. Eran las 12:45, su teléfono entonces estaría lleno de mensajes y llamadas perdidas. De todas formas, solo le importaba responder uno… o quizás dos.

- Hoy estaré todo el día en el tribunal preparando la estrategia. El hueco que encontraste para darle la vuelta al juicio no pudo llegar en mejor momento. Te lo quiere agradecer personalmente, pero está ocupado. De cualquier manera, nos vemos allí. ─ el teléfono finalizó la reproducción del audio y la pantalla se apagó.

Paul comía huevos revueltos mientras escuchaba el mensaje, la idea de que haya logrado salvar al presidente y darle la vuelta al juicio político era surrealista. Parecía sacado de una película donde el héroe tenía todas las de perder y lograba ganar en el último segundo, solo que, en este caso, había ocurrido con el villano.

Paul tomo el teléfono y revisa los otros mensajes.

En su mayoría eran de números desconocidos, probablemente de amenazas e insultos. ¿Habían conseguido su número por el bufete donde trabajaba antes? Sus amigos estaban preocupados, dos Mike también habían llamado. El primer Mike agendado como "Mike <3", y el segundo como "Mike mi viejo". Paul toco la pantalla para una videollamada con el primer Mike. Tarde o temprano tendría que explicarse, por lo menos a él.

Unos segundos después, el rostro de Mike cubrió la pantalla del teléfono. A diferencia de Paul, Mike tenía pinta de estar despierto desde hace horas, y en sus ojos verdes brillaba la preocupación honesta que Paul necesitaba ver. Mike tenía una melena lacia y morena que se combinaba con una barba recortada cuidadosamente, su pelo hacia contraste con su pálida y blanquecina piel. ¿Como mierdas podía estar tan hermoso y arreglado todo el maldito tiempo? Paul debería odiarle, pero era otra de las muchas razones por las que lo amaba.

- Lo estás haciendo de nuevo ─ dijo Mike sonriendo a la cámara.

- ¿Eh? ─ Paul miro su propia cámara y se dio cuenta que estaba sonriendo.

- Cada cierto tiempo me recibes con esa cara, sonriendo y sin decir nada.

- Lo siento, debe ser algo espeluznante.

- Tranquilo, es el momento donde más sonríes: Sr. Ojos tristes.

- Lo siento… he tenido una semana algo dura y…

- Lo sé. He visto las noticias.

Tanto Mike como Paul dejaron de sonreír. El ambiente adquirió peso.

- Supongo que no estás de acuerdo con lo que hice. ─ Paul apretó levemente los puños al decir aquello.

- He escuchado muchas cosas en las noticias, pero quiero oírlo de ti. ¿Es verdad?

- Me temo que sí.

- Tienes que estar bromeando Paul. ¿Por qué?

- Porque si hago bien esto, podre irme. Y con mucho dinero. Puedo ir contigo.

La mirada de Mike oscilaba entre seriedad y tristeza. Paul no quería seguir justificándose.

- No espero que me perdones, pero por favor. Entiende que lo hago por nosotros. ─ la voz de Paul perdía fuerza.

- ¿"Nosotros" tú y yo o "nosotros" la gente como tú y yo? Es por culpa de ese cabrón que me fui del país, él es quien nos impide casarnos allí y adoptar. El plan era que cuando tuvieses suficiente dinero podrías salir y empezar una nueva vida aquí conmigo.

- El plan no ha cambiado, solo se han adelantado los sucesos. Lo repito y aclaro, cuando llegue allá no quiero ser una carga para ti… y con esta oportunidad puedo hacer muchísimo más.

- A costa de dejar el país en manos de un corrupto, estafador y asesino Paul. ¿Como demonios te las arreglaste para ser su abogado?

- El suyo había dimitido por sobornos en el último momento, lo habían preparado bastante bien para sacarlo de la ecuación. Vi mi oportunidad y la aproveché. Te hago una pregunta sincera Mike: ¿Realmente crees que el siguiente presidente hubiese sido distinto? ¿O el siguiente después de ese?

- ¡Eso no es excusa para que lo ayudes! ¡Da igual quien sea el que jale el gatillo, tú eres quien le ha facilitado el arma! ─ Mike intentaba poner furia en su expresión, pero Paul sabía que esa mirada era de dolor y decepción. Paul se llevó las manos a la cara para que Mike no lo viera lagrimear.

- Mike, te lo compensare cuando me haya ido de este lugar. Tendremos un hogar tranquilo, adoptaremos una niña, con la que tu hermana se llevara genial. Cuando este allí, con más dinero y oportunidades te garantizo que habrá valido la pena. Por favor, necesito que confíes en mi en esto, necesito alguien que no me diga que estoy tomando la peor decisión de todas.

Después de un largo y expectante silencio, Mike finalmente respondió.

- No creo que pueda perdonar…

Paul corto la llamada, se llevó las manos al cabello y jalo con fuerza.

- Esta bien, no lo decía en serio. Mike siempre ha sido muy moralista. Cuando estemos cara a cara se lo explicare mejor y entenderá. Su hermana me ayudará, todo está bien, todo está bien. ─ pensó Paul en su cabeza, repitiendo cada palabra como recitando una oración pagana, con la voz quebrándose entre jadeos nerviosos.

El tribunal, llamado también palacio de justicia era tan grande que cubría toda la cuadra y casi siempre había una alta concentración de autos estacionados rodeando, y quitando espacio a las calles adyacentes. La única ventaja de Paul era que él podía ir por la acera gracias a su bicicleta.

Durante unos escasos minutos se le ocurrió que al ir tan al descubierto por las calles mañaneras sería un problema, pues no tardarían en reconocerle y matarlo a golpes en alguna esquina donde los rayos del sol no llegan. Luego recordó que a la población y medios en general poco les importan los abogados, ni siquiera en este caso era distinto. Aunque recibía las típicas miradas de personas curiosas por ver un hombre trajeado en bicicleta, nadie parece haberlo reconocido.

Paul dejo la bicicleta con la cadena en el estacionamiento y fue hacia la entrada del tribunal.

Entonces vio a Lily, que le estaba esperando en las escaleras que llevaban a la entrada del tribunal. Rubia de ojos avellana y piel blanquecina, con cabello corto y ondulado hasta las orejas, llevaba en sus manos un letrero de "Nadie merece tanto poder". De todos los días que podía tocarle a ella protestar por su grupo de izquierda…

Mientras Paul se acercaba a las escaleras hicieron contacto visual frontal. Durante la época de adolescencia Paul aún se negaba a aceptar que no le atraían las mujeres, engaño a muchas chicas que esperaban más de él con el fin de forzarse a adquirir el gusto por ellas. Lily fue la única que le perdonó aquello y se hicieron amigos desde entonces. ¿Sería posible que ella si lo entienda?

Desde arriba de las escaleras, tenía la misma mirada que Mike: Preocupada, asombrada y juiciosa. Esta última característica bastante potenciada por mirarle desde arriba, como si fuese ella la mismísima dama de la justicia, que se había quitado las vendas y arrojado la espada. Pues no había arsenal más doloroso que su afilada mirada acusadora.

- Hola Lily. Disculpa, tengo que entrar.

- No puedo creer que vas a hacer esto.

- He hecho cosas malas antes, tú lo sabes. ─ Paul se decepciono bastante y no tuvo intención de ocultarlo con la mirada.

- Los adolescentes tienen carta blanca para cometer estupideces. Eres un maldito adulto.

- Y como adulto que soy, tomo mis decisiones según mi criterio y moral. Y a los adultos que no les gusta, que me demanden, ya no tengo que rendirle cuentas a nadie. ─ Paul intento pasar de largo, pero Lily le corto el camino. Algunos transeúntes que subían y bajaban las escaleras los miraban de reojo.

- Paul, no puedes seguir con esto. Ese hijo de puta está arruinando el país, si sobrevive este juicio a los primeros que pondrá en la línea de fuego será a nosotros por haberle metido ahí.

Paul observo a Lily, al entender sus palabras pudo notar en su mirada un terror que en aquel momento le hizo espabilar. ¿Tan graves serían las consecuencias para ella?

- Veo por tu expresión que aún te preocupas por el bienestar ajeno. Eso está bien. El Paul que conozco sigue allí ─ Lily sonríe esperanzada y aliviada ─ ¿Por qué saltaste de esa forma en el juicio a salvarle? No imagino que lo hayas hecho a propósito.

- Yo… ─ Paul suspiro, no tenía sentido ocultarlo ─ En realidad fue un reflejo, odio perder juicios por olvidar leyes que me faciliten huecos. Justo esa ley la estaba repasando la noche anterior.

- Ya veo, reflejos de abogado. ¿Quién lo hubiese imaginado? Pero… ¿Por qué accediste a representarlo?

- Porque, aunque fue un accidente, ahora tengo la posibilidad de darle la vuelta a muchos de mis problemas y no pienso dejarla pasar.

- ¡¿Y qué hay de las consecuencias?! ─ Lily tiro el letrero al suelo escalonado, no pudo contener la furia ni el tono de sus palabras. Muchos transeúntes se detuvieron a contemplar la escena.

- Si quieres, te puedo llevar conmigo. ─ Paul aprovecho la cara de genuina incredulidad de Lily para sortearla y por fin llegar a la cima de la escalera.

- ¡¿Cómo puedes ser tan egoísta?! ─ grito Lili una vez más, pero Paul ya había entrado al tribunal.

Si bien por fuera el edificio lucía una inmaculada pintura blanca y suelos marmolados en patrones grises y blancos, por dentro las paredes eran de piedra tosca gris oscuro y el suelo en simples, pequeñas y sosas baldosas marrones. Paul siempre considero que los arquitectos y decoradores habían hecho una interesante analogía.

Había mucha más aglomeración que de costumbre, aunque dada la situación actual no era de sorprenderse. Nada más entrar muchos se le quedaron viendo en la entrada, claro, aquí adentro no iba poder pasar desapercibido. Enseguida le rodearon un grupo de tres hombres de mediana edad, cada uno más enfadado y con menos cabello en la cabeza que el otro.

- Yo… ─ Paul intentaba sacar algún argumento o excusa, pero entonces reconoció a esos tres hombres, eran los progresistas que había visto en el evento del partido en el que estaba Lily. Intento recordar el nombre en lo que esperaba eran sus últimos minutos de vida antes de morir por una paliza.

- ¿Paul Dickinson? ─ desde detrás de Paul surgió una mano fornida y morena que sostuvo su hombro, que pertenecía a un hombre trajeado de negro y blanco, detrás de él tenía dos iguales con el mismo traje y una férrea expresión neutral.

Cuando Paul asintió en respuesta, los tres progresistas fueron apartados por los tres "hombres de negro". El que le había tomado el hombro a Paul bajo levemente la cabeza en señal de saludo.

- Buenas tardes, somos tus guardaespaldas asignados.

- Mis… ¿Guardaespaldas? ─ pregunto Paul con alivio.

- Se requieren estas medidas para garantizar su seguridad hasta que el presidente lo considere necesario. Por ahora, será mejor ser rápidos. ¿Iba a la fiscalía? Le seguimos.

- S-sí. Vamos.

En la sala de estar (el ante sala a los archivos y oficinas de la fiscalía) las paredes estaban pintadas de blanco y tenía una larga mesa cuadrada en el centro con dos sofás negros pegados a las paredes alrededor. Era el único lugar dentro del edificio que intentaba dar la impresión de ser más de lo que era en realidad. Al entrar Paul reconoció al hombre que le esperaba allí: Trevor Jefferson.

Trevor era un fiscal corrupto y detestable con el que Paul ya había tenido encuentros en años anteriores, verse mutuamente había llegado a ser un suplicio porque si no daban todo de sí sabían que el otro le superaría con la artimaña menos esperada. Se solían dirigir miradas de desprecio y estrés desde su primer juicio juntos.

Pero ahora, la sonrisa que tenía Trevor al verle llegar era tan grande y radiante que Paul retrocedió asustado, pensando que iba a saltar encima suyo en un arranque absoluto de locura.

- ¡Pero si al final vienes! ¡Pensaba yo que te habían matado por el camino! Habría sido una tragedia esta vez. ─ Trevor reía mientras extendía la mano para saludar.

- ¿Esta vez? ─ Paul correspondió el apretón de manos dudoso.

- Sí, ayer fuiste literalmente la carta que nadie esperaba. ¡Ni siquiera nosotros! Quien hubiera pensado que William jugaba en ambos bandos todo este tiempo. El muy desgraciado se habrá llevado el triple de lo que me dieron a mí por fallar a favor del presidente. Sucio bastardo te digo yo.

Paul pensaba que era la envidia quien hablaba por Trevor. Si bien la gente que quería fuera al presidente había conseguido el juicio político para echarle, este ya había comprado a la defensa y al fiscal, Paul no conocía en persona a William, pero después de ayer probablemente nunca olvide como se vendió al mejor postor.

- Entonces… ¿Discutimos cómo vamos a presentar el caso cada uno para que esto se vea… creíble? ─ Paul nunca había estado en un juicio tan apañado.

- No seas tonto, nos estamos reuniendo en el maldito tribunal. Solo he venido a asegurarme que tienes a los guardaespaldas y conectarte. Mañana discutiremos eso en un lugar bastante más privado.

- ¿Conectarme? ─ Paul se percató entonces que sobre la mesa estaba una notebook cerrada. Trevor se acercó a ella, la abrió, tecleo algunas cosas y luego se dispuso a salir ─ ¡Espera! ¿V-voy a hablar con él?

- ¿Por qué te sorprendes? Es tu cliente. ─ Trevor abrió la puerta al pasillo y se disponía a irse. Desde afuera se veía a los seis guardaespaldas, tres para cada uno.

- ¡Pensé que en este caso particular no haría falta!

- Tienes razón, no creo que hablen de eso ─ con eso, Trevor cerró la puerta y la habitación quedo en silencio… hasta que la videollamada en la notebook fue contestada.

Paul se acercó para ver mejor, Ricard Stone tenía el pelo blanco y las arrugas por toda la cara desde hace años, pero se mostraba empeñado mediante bótox y tintes a parecer más joven. Las paredes blanquecinas detrás suya hacían contraste con su traje y su piel oscura. Unos ojos cafés le observaban en una fría mirada que, de forma completamente antinatural paso a una sonrisa forzada. La misma que ponía en las conferencias de prensa.

- Paul Dickinson.

- Señor presidente.

- Un placer verle, aunque hubiese querido que esta reunión haya sido un poco más temprano.

- Pido disculpas señor, me retrase.

- Bien, solo quería agradecerte formalmente. Lo de ayer me ha puesto bastante mal y es bueno ver que no todos están en mi maldita contra. El bastardo de William no volverá a ejercer de abogado en ningún bufete ni tribunal de este país. ─ El presidente había dejado de sonreír.

- Con lo que habrá ganado al venderte, no creo que necesite volver a ejercer de todas formas ─ pensó Paul para sus adentros.

- De cualquier manera… ─ prosiguió el presidente relajando el rostro y soltando un largo suspiro ─ Mañana te reunirás con Trevor a discutir el desarrollo del juicio, arreglare los detalles más escabrosos para evitar más sospechas. Me alegro de que hayas tirado las propuestas de esas ratas y hayas escogido el bando ganador.

Paul debió haber puesto una cara muy extraña, porque el presidente entendió de inmediato que Paul no estaba siguiendo la conversación.

- Las propuestas en tu correo y teléfono. Te han llegado ofertas muy buenas. De seguro te has tomado tu tiempo para leer cada una, ¿No? ─ El presidente arqueo una ceja en una expresión analítica.

- S-sí. Las leí todas. Pero no tiene de que preocuparse, puede confiar en mí. ─ mintió Paul, ¿Había recibido ofertas? Tendría que haber revisado los condenados mensajes.

- Ya veo… ─ El presidente no parecía para nada convencido ─ de cualquier manera tengo intervenido tu teléfono y correo. Si hubieras contestado a alguna lo hubiera sabido y no estaría hablando contigo de forma tan abierta.

- E-entiendo ─ entonces, el cerebro de Paul conecto las piezas. había una forma de recibir mucho dinero y aún así no vender al país ─ ¿Y podemos discutir ya mi paga?

- Recibirás tu dinero en cuanto el juicio termine, ni un minuto antes ─ El presidente agito la mano frente a la cámara restándole importancia al asunto. ─ Te garantizo que mi gratitud será transmitida en intereses.

- No, me temo que necesitare un adelanto ─ Paul endureció el tono y la mirada.

Si las miradas mataran, el presidente le habría matado veinte veces ya.

- Explica por qué… ─ el presidente tenia un tono pasivo-agresivo que hizo temblar la nuca de Paul ─ tendría que pagarle un adelanto a un abogado de quinta que viene en bicicleta y vive en una pocilga. No desprendes ni un ápice de calidad ni prestigio, ¿Por qué debería confiarte una gran suma de dinero ANTES de que hagas tu maldito trabajo?

- Porque usted confía en mí ─ Paul trago saliva, pero no se dejó intimidar. Había entendido la alegría de Trevor al recibirle, no era solo por haber salvado el juicio ─ Sabe que no me he vendido a nadie, y le he salvado ayer. Probablemente le ha llenado los bolsillos a todos sus hombres de recursos para que lo de William no vuelva a repetirse. Soy, literalmente, el único abogado de esta ciudad y sus alrededores que puede garantizar que no ha comprado nadie.

El presidente entrecerró ligeramente los ojos, Paul lo tomo como un acierto a sus afirmaciones, así que continúo.

- Hoy pude haber muerto de camino al tribunal o dentro del mismo, antes de que llegaran sus guardaespaldas. Creo que necesito una compensación por el riesgo que conlleva estar en este bando, una compensación económica e inmediata. ─ Paul tragó saliva pero su mirada y tono eran firmes ─ O tal vez debería echarle otro vistazo a esos correos que he recibido… ─ Paul agito la mano haciendo el mismo gesto de restar importancia que había hecho el presidente minutos antes.

Durante un minuto eterno, Paul y el presidente compartieron una mirada congelada en el tiempo, hasta que el presidente resoplo ladeando la cabeza.

- Supongo que al final de día, todos los abogados son ratas despreciables. La has montado bien muchacho ¿Cuánto?

Paul escribió en una hoja la suma y se la enseño a la cámara. Debería ser más que suficiente.

- Me esperaba que pidieras más ─ el presidente relajo la mirada, genuinamente impresionado. Paul imagino que la suma era pequeña para estándares presidenciales ─ ¿Por qué no pedir más?

- Usted lo ha dicho señor, vivo en una pocilga y vengo en bicicleta a trabajar. Solo quiero sentirme un poco ganador.

- Cuando el juicio termine espera el cuádruple.

- Lo esperaré con ansias. ¿Es todo?

- Una ultima cosa ─ el presidente tosió levemente y se aclaro la garganta ─ he escuchado rumores mientras investigaba sobre ti. Rumores curiosos cuanto menos.

Paul trago saliva.

- No son ciertos señor, le aseguro que no ─ se apresuró Paul en mentir.

- Se te ha olvidado rápido que hemos intervenido tu teléfono. Se la verdad. ─ el presidente parecía contento de haber recuperado el control de la conversación. ─ No tienes nada que temer.

Paul bajo las manos para que la cámara no captara el temblor en ellas.

- La campaña que ha dado, las cosas que ha dicho la prensa y sus amigos políticos me hacen dudar, señor. ─ Paul quería salir de allí. El tono de su voz era más débil con cada bocanada de aire.

- Dios, cálmate muchacho. Yo también lo soy. ─ el presidente miro hacia arriba negando con la cabeza, expresando a Paul su propio dramatismo.

El cerebro de Paul se detuvo, los ojos como platos y la mandíbula por caerse al suelo.

- ¿Usted es...?

- ¿Homosexual? Sí. ─ el presidente tenía una enorme sonrisa de satisfacción.

- Pero entonces… entonces…

- ¿Por qué lo oculto? No me preguntes algo tan estúpido, tú y yo no estaríamos aquí si fuésemos por allí con esa estúpida bandera arcoíris.

- N-no… eso no… como… pero… usted… sus amigos… las cosas que ha dicho… las cosas que ha permitido que nos ocurran…

- Ah dios, me tendría que haber callado, es agotador tener que explicarme ─ el presidente suspiro y se llevó el índice y el pulgar de la mano derecha a los parpados ─ Durante los primeros años antes de ser gobernante intente alivianar el terreno social para decirlo públicamente, pensaba en campañas de consciencia, educación y concientización, festivales del orgullo. Veía los países donde ocurría y sentía envidia, no voy a negarlo. ─ entonces volvió a mirar a Paul mientras entrecruzaba los dedos de las manos ─ pero luego de tirar algunas indirectas, la gente que me había puesto donde estaba no le hacía demasiada gracia que su querido candidato sea uno de "esos" y me dieron una emotiva charla al respecto…

Paul, por fin empezando a asimilar la situación noto en ese instante como el sudor bajaba por la frente del presidente.

- Tuve que tomar una decisión Paul. Y lo que decidí al final fue lo mejor. Parece una perspectiva pesimista del asunto, pero al final del día solo soy un hombre con traje que le dice a la gente que hacer, y esa gente hace lo que digo SOLO bajo estrictas condiciones. La gente cree que tengo al país sostenido con una correa para perros, pero yo diría que quien tiene la correa soy yo.

Paul no se sentía bien, la habitación daba vueltas, en su cabeza un zumbido que le provocaba dolor detrás de las orejas.

- Te estoy contando esto porque se que al igual que yo, has tomado la decisión correcta al ocultarlo y que aquello no te impidiera apoyarme para tu propio beneficio. Con esa mentalidad llegaras lejos muchacho, el dinero te lo hará llegar uno de mis guardaespaldas ─ entonces sin que Paul pudiera decir nada la pantalla se apago y en el negro monitor Paul se vio reflejado.

Vomito sobre el teclado, soltando arcadas sonoras y repulsivas, con el rostro afectado y los ojos lagrimeando volvió a mirar su reflejo en la pantalla. Paul se derrumbo con los brazos y la cabeza sobre la mesa.

Y llorando en agobiante silencio, maldijo a Ricard Stone y Paul Dickinson.

Durante la noche, el barrio de Paul era lúgubremente iluminado por farolas viejas, que titilaban sin patrón remarcable, causando molestia a quien tuviese la mala fortuna de usarlas como referencia para caminar por la acera. Ese era su caso actual.

Llevando la bicicleta en lento caminar, rodeado por hombres de negro más altos y fornidos hacían que el resto del lugar le diera igual, por lo menos esta noche.

Paul tenia vomito en las mangas de su traje, la mirada completamente agotada, el estómago vacío y bolsas en los ojos, ya sea por el llanto o por el cansancio de haber pasado la tarde en el tribunal, limpiando su desorden y arreglando sus asuntos pendientes. Parecía que su cerebro se había desconectado desde la charla con aquel hijo de puta y se estaba reiniciando ahora.

- Le recomendaría encarecidamente que vayamos a un hotel, este barrio es peligroso ─ habló el guardaespaldas que tenía delante, el que le había presentado a todos, Paul no recodaba si se llamaba Mark o Matt.

- Primero tengo que sacar algunas cosas de mi departamento, no será mucho ─ Paul tenia intenciones de subir solo, pero fue mirar detenidamente las caras de aquellos hombres que le acompañaban y entender rápidamente que no habría nada por discutir.

Estuvo agradecido de que le dejaran entrar solo al departamento, aunque hubiese preferido que antes no hubieran entrado a dejarlo patas arriba por si había una bomba, un asesino escondido o sabe dios que tontería del estilo. Cuando estuvo solo, se permitió seguir con la flagelación mental mientras hacía maletas.

Paul había planeado, mientras charlaba con aquel desgraciado, pedir el adelanto para comprarse un almuerzo de reyes y rentar un vehículo. Pero cuando el cabrón soltó aquel discurso… se dio cuenta de lo similar que era su filosofía comparada con la de un hombre que odiaba con todas sus fuerzas. Paul era una de las pocas personas que sabía lo realmente egoísta y terrible que era el presidente y aunque aún quería haber tenido ese almuerzo y un coche, la inseguridad moral le perforaba el pecho tan fuerte que se descubrió jadeando.

Cuando casi había terminado, sonó el teléfono. Paul leyó "Mike" y contesto rápidamente, tal vez aún pudiera arreglar las cosas, estaba haciendo las maletas, aún podía engañar a los guardaespaldas y escapar, aún podía huir y haber engañado a ese malnacido, salvando así a Lily y haciendo los pases con Mike, ¡Sí! Solo tenía que hablarlo…

- ¿Hijo? ¿Estas ahí? ─ la voz de su padre martillo sus oídos a través del teléfono.

Paul quería colgar inmediatamente, había olvidado que tenía dos Mike en su lista de contactos, y la voz preocupada de su padre, una voz que no escuchaba desde hace años, impedían que espabilase.

- Hijo, escúchame. ¿Me escuchas? Espero que sí. Se que no hemos hablado en mucho tiempo y la ultima vez… no dejamos bien las cosas entre nosotros… pero tenía que llamarte y decirte que… lo entiendo. Se porque estas haciendo esto, y no puedo culparte. No puedo odiarte por ello.

Con la mano derecha Paul sostenía el teléfono, y con la izquierda se tapaba la boca y la nariz. Las lágrimas salían mientras apretaba fuerte los parpados. ¿Quién diría, que de todas las personas que vendrían a mostrarle comprensión fuese su padre el que dijera lo que quería escuchar? Paul callaba, pero escuchaba atento.

- Yo… nunca pude ofrecerte lo mismo que a los demás niños. Y tenia que soportar como veías con envidia a esos niños con más que tú. Y tu tuviste que aguantarme a mí, diciéndote todos los días lo importante que era proveer para tu familia, que, si no eras capaz de hacerlo, no eras nada. Lo recuerdo, y sé que tú también.

Paul recordaba entre sollozos ahogados, cagar en un pozo, los días sin cena, usar las mismas cuatro prendas hasta que apretaran y dejaran marcas, las noches con fiebre y dolor de cabeza en las que no sabía si despertaría vivo, los niños burlándose de él y su prima por no tener el uniforme escolar. Paul callaba.

- Se que no fui la mejor figura paterna… con Lara no hice las cosas bien y cada día desde entonces me arrepiento profundamente de como enfrente su situación y la tuya. Se que no puedes perdonarme por ello, pero quiero otra oportunidad para arreglar las cosas… ─ la voz de su padre sonaba cada vez más débil y temblorosa.

Paul no pudo contenerse más y dejo caer la mano izquierda para dejar fluir los mocos y las lágrimas, los sollozos se hicieron sonoros por la silenciosa habitación.

- Oh… hijo mío… ─ la voz de su padre se termino de quebrar con un sollozo ─ No te preocupes, esta vez todo será distinto, te lo prometo. Veras, vamos a continuar por donde lo habíamos dejado. He estado hablando con este famoso Psicólogo que viene de Europa. Tuve la suerte de poder contactarlo y me ha ofrecido sus servicios de manera gratuita. Él podrá ayudarte.

- ¿Qué… psicólogo? ─ Paul apenas podía hablar mientras se recuperaba del llanto, dios, ¿Cuántas veces más se derrumbaría antes de que el maldito día acabe?

- Esta vez ni sacerdotes ni campamentos, todo será con este profesional. Su terapia de conversión funciona, ¡Lo he visto en la tele y he investigado sobre él! ─ su padre también se recuperaba del sollozo, lo podía oír sonar la nariz.

Paul entonces entendió a que se referiría su padre, y de manera similar a con la charla del presidente, se quedo congelado un momento, y entonces la ira subió desde sus puños hasta su rostro y todo su cuerpo temblaba, como si la sangre por sus venas estuviese hirviendo.

- Asesino ─ Paul lo dijo suavemente, como si de repente fuese algo completamente obvio.

- ¿H-hijo?

- Mataste a Lara cuando la enviaste con ese sacerdote. Él te ofreció una cura para que a Lara le gustaran los hombres, ese hijo de puta la violo y ella se suicidó. ¿Y ahora pretendes matarme a mí?

- ¡No, hijo! ¡Yo no sabía… si lo hubiese visto venir nunca…! ¡No la metas en esto, sabes que he vivido arrepentido de ello!

- No, no podrías matarme… hay otro motivo… ¡Claro! Sabes lo que estoy a punto de hacer y quieres venir a hacer las paces con tu futuro hijo exitoso. Eso suena bastante más a ti.

- ¡No me estas escuchando! ¡Estas malinterpretándolo! ¡Quiero que volvamos a ser una familia!

- ¡Dejamos de serlo el día que mandaste a mi prima al suicidio, viejo de mierda! ¡No has cambiado ni un poco! ¡OJALÁ TE PUDRAS EN ESE AGUJERO AL QUE LLAMAS HOGAR!

Paul arrojo el teléfono, que rompió la única ventana y voló calle abajo. Los guardaespaldas entraron rápidamente, pero al ver que no había nadie, ni siquiera miraron de cerca a Paul y volvieron al pasillo.

Lo había decidido, Ricard será un desgraciado hijo de puta, pero Paul le ayudaría. Con el dinero saldría después le pese a quien le pese. La ira aun fresca en sus venas le daba una lucidez al tomar aquella decisión, si Mike o Lily no podían comprenderlo podían meter sus increíbles opiniones en el agujero de su elección. Paul tenía derecho a ser feliz tanto como cualquiera.

Mientras bajaba las escaleras a la planta baja, rodeado de guardaespaldas diviso a Lily en los escalones finales. Ahora la vista contraría, era Paul quien la miraba desde arriba. Lily llevaba la misma ropa que esta mañana, pero con una chaqueta azul con bolsillo central en la que tenia metidas ambas manos.

- Quiero hablar contigo Paul ─ Lily tenía una mirada triste y lastimera, probablemente intentaría apelar a la empatía de Paul para hacerle cambiar de idea, no iba a funcionar.

- ¿Quieres volver a juzgarme como maestra inquisidora que eres? ─ Paul estaba a punto de pedirle a los guardaespaldas que la apartaran de su vista.

- No, he venido a decirte que te perdono. Por todo. ─ Lily entonces saco del bolsillo central su mano derecha, la extendió y dentro estaba el teléfono que Paul había tirado por la ventana ─ Lo recogí de la calle, la pantalla no responde, pero mostraba un mensaje de Mike.

- De seguro es de mi viejo, me compraré otro teléfono mañana.

- No, era de… ─ Lily observo de reojo a los guardaespaldas, entonces volvió a mirar a Paul ─ del… otro Mike.

- Dámelo entonces ─ dijo Paul cansado.

- ¿Para que lo agarres y luego le digas a estos hombres que me tiren a la calle? No gracias, solo necesito un minuto.

Paul suspiro y avanzo para dejar el circulo de guardaespaldas, a lo que Matt o Mark se opuso. Paul le fulmino con la mirada y el guardaespaldas espabilo.

- Solo será un minuto ─ Paul salió del circulo y se detuvo casi al final de las escaleras para hablar con Lily frente a frente ─ ¿Y bien?

- Lamento el escandalo de esta mañana. No fue muy maduro por mi parte . El egoísmo es el mal que nadie perdona, pero todo el mundo tiene. ─ Lily también lucia cansada, había sido un día largo para ambos.

- ¿Entonces… que harás? ¿Vendrás conmigo? La oferta sigue en pie, solo tendrías que ocultarte hasta que termine el juicio ─ Paul leía en el rostro de Lily que eran demasiadas molestias para una sola persona ─ Has hecho mucho por como amiga, el celular que sostienes me lo compraste tú ─ Paul, a pesar del momento, se dejó soltar una risita.

- Ja, y como eres bien malagradecido lo vas y lo tiras por la ventana ─ Lily sonrió también ─ No se muy bien que haré aún, pero quería disculparme. Viendo como lo dejaste… ─ Lily examinaba los fragmentos faltantes en la pantalla del teléfono ─ diría que no soy la única que te ha dado un escarmiento hoy. Y francamente, te ves como si hubieras perdido el alma ─ Lily levanto la mano derecha y sacudió el cabello de Paul, los guardaespaldas tosieron disimuladamente.

- Gracias Lily, al final del día fuiste la única con la que pude contar ─ Paul sentía que se había quitado un gran peso de encima.

- No digas ñoñerías ─ Lily entonces se abalanzo a abrazar a Paul, este pudo ver como los guardaespaldas querían interferir y los detuvo alzando la mano, para después corresponder el abrazo de Lily, entonces pudo escuchar como ella le hablaba cerca del oído ─ …la verdad es que soy una pésima amiga.

Entonces, sin terminar el abrazo, Lily disparo el arma que tenia en el bolsillo de la chaqueta, disparo con la izquierda y a quemarropa tres disparos que atravesaron a Paul en el pecho. Este se derrumbo rodando por las escaleras hasta el final.

Se escucharon más disparos, pero lo único que podía ver Paul era su propia sangre bajando por las escaleras, gritos, más disparos.

Y por ultima vez, se hizo la oscuridad.