Ladear, ladear, ladear.
Al ritmo de la música, el cuerpo acompañaba en una sintonía serena. Sus dedos tocaban la suave madera, mientras tarareaba.
Sus ojos inusualmente grandes seguían el ritmo; en una belleza artística, sus dedos golpeaban sobre la madera, bailando borrachos de licor.
El ambiente era limpio y tranquilo, minimalista y un poco desordenado; pero aún así, era perpetradora de un sin fin de sensaciones.
"Me enamoraría si no tuviera estándares". Dijo el joven tentativo, ladeando la cabeza según la melodía.
"Si el presente, único presente". Sonó un grito estremecedor, tentativa hecha eco.
"Supongo que la vida, es de hecho, cíclica... Tal eminencia artística, siendo un enfermo mental entre líneas". Opinó el joven respecto a la letra que acompañaba a la melodía.
"Jovencito Federick. Federick, Federick".
La madera no existía, el ritmo inexistente, la melodía muerta.
De repente escuchó las palabras de una voz desconocida, por lo que se levantó con una sonrisa. Sus manos en un suave apretón nervioso, se dirigió hacia el hombre que le había hablado.
"Buenos días, Joven Federick. Me alegro que respondes... Pensé que, en efecto, habías caído en la locura". Dijo el hombre con un rostro serio, quién escondía su figura bajo una capa destartalada hecha de telas desconocidas.
"Y yo pensé que usted era un cuerdo; la polaridad es realmente interesante... Perdone, ¿quién es usted?". Preguntó respetuosamente Federick, con la duda ejercida por sus ojos.
Y así, los locos fueron juzgados por locura bajo los ojos déspotas del cuerdo; quién no era capaz de sentir la melodía.
"Alguien que no ladea la cabeza como un pollo". Respondió el hombre quién era amplio conocedor del sarcasmo.
"Un gusto, yo soy hombre polla débil". Respondió Federick con una sonrisa inocente, mientras se cerraba en un abrazo amoroso.
Pero la picardía duro poco o nada... Ante su respectivo golpe veloz de una palma abierta directamente en la cabeza.
"Boing, boing, boing... Lástima que no eres una mujer". Dijo el hombre de forma apática ante al mareo que causó en el joven.
"Tranquilo, tranquilo... Shaolin". Dijo rápidamente Federick en estupor. El golpe le había causado una ligera ceguera y mareo incontrolable.
"He conocido a un Maestro... ¡Perdoneme por mí insolencia anterior, Maestro!". Vociferó Federick mientras ofrecía su disculpa en un saludo de un golpe en palma.
"Eres bastante gracioso e ingenioso". Respondió el hombre con indiferencia, observando el autocontrol demostrado por el joven.
Quién a pesar de su indiferencia exterior, dudaba sobre los términos empleados: "Shaolin", "Maestro".
"Estoy aceptando discípulos... Adiós". Dijo Federick mientras se retiraba de la escena con una sonrisa reflejante y una despedida amistosa.
Pero su retroceso fue impedido por una firme mano callosa sobre su inexperto hombro.
"Ten cuidado, es sensible". Dijo Federick con una sonrisa abierta que achinaba sus ojos.
"Fui enviado por tu abuelo". Respondió el hombre de forma estoica.
"Mierda..."
...
Con un viento indomable, Federick y el hombre aparecieron repentinamente en el callejón de una calle transitada.
Con un ruido espontáneo, como el pensamiento a la idea; dos jóvenes huyeron ante la aparición repentina.
Pero no fue la única reacción espontánea, siendo Federick quién cayó con sus rodillas al suelo. Su mirada estaba pérdida, directa al suelo, mientras sostenía su barriga sin esperanza
Había sufrido las consecuencias de un estímulo extremo y violento.
"Veo que aunque presumes, tu condición no cambia... Un simple pueblerino; quién ni siquiera puede sostener la compostura luego de un corto viaje". Dijo el hombre desconocido con total desprecio.
Ante su comentario, sólo recibió una mirada del referido, quién aún no podía sostenerse erguido.
...
"¿Has dicho que fuiste enviado por mí Abuelo?". Preguntó Federick con ligera dificultad, sosteniéndose contra una pared.
"Sí, he sido enviado por parte de Carlos II. Estoy encargado de asegurar tu bienestar mientras te diriges a tu hogar... Donde, por cierto, tendrás que permanecer el resto del día. Realmente has causado vergüenza ajena". Dijo el hombre sin disimular su risa murmurante entre líneas.
Ante está información, Federick no lo hizo ni más complejo ni largo, poniéndose en marcha inmediatamente, pero con dificultad.
"Por cierto, ¿dónde estamos?". Preguntó Federick observando sus alrededores y a las personas.
"Tú sigue adelante, en algún momento llegarás; eres un vago, después de todo". Respondió el hombre mientras lo seguía por detrás.
"No creo que mí abuelo haya decidido los fines al azar". Comentó Federick, mirando a la alta figura.
"Me gusta el azar tanto como el buen alcohol". Respondió el hombre con una sonrisa, mirando en dirección a un bar donde pululaban una considerable cantidad de sujetos.
Palabras que fueron ignoradas, finalizando su conversación sin ocio.
"No tienes bonitos pétalos, para ser una rosa amarga; mira tu estado, desaliñado, pálido y con malestar... Veo que el viento también afectó a las personas de alrededor". Dijo con humor el hombre, observando la cabellera desordenada de Federick.
Y de hecho, el estado de Federick era similar a la de los otros. Palidez, malestar y aspectos desaliñados eran carateristicas generalizadas de los ciudadanos que recorrían las calles.
"Tienes razón... De hecho, nuestros aspectos son similares". Respondió Federick retóricamente con humor.
Lo cual aparentemente no fue captado por el calvo.
"Pero, ¿por qué?". Preguntó Federick dudoso.
"Me sorprende que no lo sepas, claro, como Príncipe Heredero... Pero, es una cuestión que ha asolado recientemente a nuestros ciudadanos. Actuando en un proceso a mediano plazo, genera tales síntomas evidentes". Respondió el hombre, con sarcasmo y esclareciendo dudas.
"¿Aún no se conoce su causa?". Preguntó Federick.
"No, no lo hacemos. Como he dicho, es reciente...". Respondió sin ningún tipo de duda el hombre.
"¿A dónde se dirigen?". Preguntó Federick, quién había cambiado completamente su enfoque de forma repentina.
Sus palabras se referían a una multitud de afectados que xaminaban en una fila organizada en una dirección en concreto.
"A la iglesia. Los humanos suelen idealizar sus deseos hacía figuras altivas". Respondió el hombre de forma modesta.
Con su comentario, extrañamente el joven tapó sus ropajes con sus débiles brazos con temor; lo que injerto dudas en la cabeza calva del hombre.
Pero más se desencajo, cuando observó como Federick cambiaba de dirección hacia los pasos de la multitud enferma.
"Ahora entiendo su modestia...". Comentó el hombre al aire, sin palabras.
Así, tuvo que seguir al impulsivo Federick, quién rápidamente se relaciono con la multitud, acompañándolos hacía la iglesia.
Allí, observó la imponente arquitectura. Las compuertas estaban abiertas, con la intención de recibir a la población.
Donde Federick con una última suave caricia a la refinada madera, se direcciono hacía el interior de la iglesia.