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괴물

Narra Yoongi:

- A veces - le decía el abuelo al nieto mientras tomaban maté bajo un árbol junto al arroyo - Cuando se vive mucho tiempo en el mismo lugar, parece que ese lugar siempre está igual. Hay pequeños cambios pero pasan inadvertidos. Otras veces, hay cambios bruscos, notorios, que marcan de tal manera, que es como si dividieran la historia en "antes" y "después".

Este hermoso valle, por ejemplo. Ahora lo ves abierto, luminoso y sembrado. Pero no siempre fue así. En otros tiempos fue una selva impenetrable. Adentro, en la espesura, vivía una criatura monstruosa. "Sa-Guazú", le decían.

Era un deforme y detestable. Tenía dos ojos, inmensos y rojo profundo. Sus brazos, increíblemente peludos, eran tan largos que le colgaban hasta mucho más abajo de las rodillas. Y sus dedos terminaban en uñas largas y puntiagudas, afiladas como garfios. Lo mismo que sus dientes: eran como pequeñas hojas de cuchillo, agudas y brillante, dispuestas a triturar lo que cayera en su boca. Porque el "Avá-Posú" se alimentaba de carne humana. Comía hombres, mujeres, niños. Seres humanos en general. Y además, como los perros vagabundos, siempre estaba hambriento, jadeando, con un espeso hilo de baba colgando de la boca.

Pasaba las horas buscando alimento. Trepaba a los árboles más altos para observar mejor los caminos. Se lanzaba aullando sobre los viajeros desprevenidos y los descuartizaba a una velocidad impresionante. A veces, cuando pasaba días sin encontrar presa, al caer la noche entraba en el poblado dando zancadas, e irrumpía con violencia en alguna choza, donde una familia que cenaba era convertida por el "Avá-Posú" en su propia cena...

La gente de la zona - entre ellos, tu tatarabuelo - Había intentado liberarse de la bestia muchas veces. En dos o tres ocasiones, salieron armados, en diferentes grupos, a cazarlo. Pero todo había resultado en vano. El "Avá-Posú" tenía una fuerza sobrehumana, y era capaz de enfrentar solo a más de veinte hombres. Algunos decían que obtenía su poder, precisamente, a fuerza de alimentarse de seres humanos.

Lo cierto es que los pobladores no encontraban solución a sus desdichas y vivían aterrados. Los niños no podían jugar tranquilos; los hombres y las mujeres sufrían cada día al salir a trabajar la tierra, o a lavar, o a atender los animales.

Pero a veces la fuerza no se combate con más fuerza.

Una tarde, ya casi entrada la noche, el "Avá-Posú" oyó el canto de un pájaro elevándose de pronto en medio del silencio. Para la bestia, que vivía en la selva, cada sonido tenía un significado. El canto del pájaro, en este caso, era una señal inconfundible: alguien se aproximaba. El "Avá-Posú" se relamió de felicidad. No era mala hora para un bocado. Trepó a un árbol y observó. Sus ojos tardaron unos instantes en acostumbrarse a la oscuridad. Al fin vió una silueta humana que se acercaba. Era una mujer. Emitía un sonido extraño, una especie de gemido, como un llanto o un lamento. Cuando la tuvo muy cerca, el "Avá-Posú" saltó del árbol y se plantó frente a la figura, listo para devorarla.

La mujer se detuvo de golpe, pero no se sobresaltó. Llevaba una larga túnica y su piel brillaba con una luz extraña. Sus ojos se clavaron en los del "Avá-Posú".

Quizás por primera vez en su vida, la bestia sintió algo parecido al miedo. Los ojos de la mujer eran temibles: parecía que su furiosa mirada, como de fuego, quemaba y podía atravesarlo.

Enseguida, el monstruo devorador de hombres se repuso de la sorpresa. Gruñó largamente, mostró los dientes y extendió sus garras para atrapar a la víctima. Sin embargo, la mujer se escabulló del mortal abrazo, como si fuese de humo, y se escapó por donde había llegado. El "Avá-Posú" se lanzó tras ella, cruzando la oscuridad. No había modo de que huyera.

Pero la extraña figura se movía con una destreza asombrosa, esquivando arbustos, ramas y rocas. Parecía conocer perfectamente el camino. Parecía, incluso, que estaba siguiendo un camino estudiado.

Mientras corrían a la luz de la luna, la mujer no dejaba de emitir ese raro lamento. Todo eso llamó la atención del "Avá-Posú". Pero el estaba demasiado ocupado con su furia y con su hambre como para detenerse a pensar (cosa que, por otra parte, no sabía hacer demasiado). Cuánto más se prolongaba la persecución, más furia juntaba el comedor de humanos. Y cuanta más furia juntaba, menos podía intentar pensar.

Así fue que, de repente, sin darse cuenta, habían dejado atrás los caminos conocidos y habían llegado a un desierto. La tierra estaba agrietada y reseca, y brillaba bajo las estrellas con un color rojizo, fantasmagórico. Todo lo que había allí eran enormes rocas pálidas y árboles flacos, negros y de ramas retorcidas. - ¿Dónde estaban? - El "Avá-Posú" vio de nuevo a la mujer y se lanzó tras ella con toda su furia: esta vez la atraparía. Nunca nadie había escapado de sus garras. Ya casi la tenía. Solo unos pasos los separaban.

La mujer, entonces, repentinamente se esfumó en el aire, se disolvió en el viento. El "Avá-Posú" abrió al máximo sus rabiosos y viscosos ojos. - ¿Qué había pasado? - ¿Había sido presa de una alucinación? -

Después, sintió que bajo sus pies (o sus patas) el suelo se movía. Con furia impotencia, la bestia descubrió que había sido conducida hacia una trampa, al borde de un acantilado, arrinconada, sin posibilidad de retroceder. El suelo sobre el que el "Avá-Posú" estaba parado, de roca y arenilla, comenzó a desarmarse bajo sus patas. Cuando quiso volver sobre sus pasos, el suelo finalmente se deshizo. El "Avá-Posú" movió rápido sus brazos, queriendo aferrarse a algo. Vaya a saber a qué, porque lo único que encontraron sus garras fue el aire frío de la noche.

Un eterno instante antes de caer al precipicio, el "Avá-Posú" volvió a ver el espectro que lo había conducido hasta el fin. En el rostro transparente, los ojos seguían como incendiados, pero su boca parecía intentar una sonrisa. Después, con un agudo grito de terror y humillación, la bestia se desbarrancó y se perdió para siempre acantilado abajo, cientos de metros hacia el vacío.

En lo que aquella mujer respecta, nunca se supo muy bien quién era. Algunos dicen que fue el espíritu de una víctima del "Avá-Posú", que volvió para vengarse.

Hay gente que dice que de vez en cuando, algunas noches, la mujer aparece. Dicen que viene para anunciar y prevenir la llegada de una enfermedad o una desgracia. Lo que sí es cierto es que desde que el "Avá-Posú" desapareció en la garganta del precipicio, la gente de por aquí vivió sin temor. Y este lugar se fue tranformando en lo que ves. Y en lo que tú mismo, cada día, vas a seguir haciendo.