—¿Está ya? —preguntó Siora mientras la frustración teñida de pánico la llenaba—. ¿Qué ha hecho tu esposa? ¿Qué venganza? —Hablaba consigo misma y si alguien la viera en ese momento, pensarían que se ha vuelto loca. Compartir un cuerpo con un hombre y además con Seraph—nunca había visto días tan terribles.
Sus palabras salieron con la voz de Seraph. —Eso no es de tu incumbencia. Pero sabe esto—si quieres llegar a la cueva donde crees que están todos los rebeldes, entonces confía en mí, no hay nadie mejor que yo que conozca el camino hacia ella.
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