—Eso es bastante aterrador —respondió ella, sin sentirse asustada en lo absoluto. Se giró para mirarlo.
—No pareces estar asustada de eso —contestó él entre respiraciones.
—No, no lo estoy. Además, no creo que nadie deba atreverse a entrar en mi mente, porque si lo hacen, los haré pedazos... literalmente —Ella entrelazó sus dedos en el abundante volumen de su cabello y se inclinó para besar su cuello. Cuando succionó su cuello en el punto donde ella podría haberlo marcado si fuera una mujer lobo, su cuerpo se estremeció en respuesta.
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