Cuando Anastasia abrió los ojos ligeramente, la confusión se apoderó de ella. Un candelabro colgaba del techo que emanaba luces suaves. Pequeñas esferas de luz amarilla flotaban sobre ella. Tocaban su piel como si la acariciaran y luego se alejaban. Reconoció el olor a madera, especias y neblina que la rodeaba. Miró hacia abajo y se encontró tapada con cómodas sábanas de seda azul. Examinó la habitación, sin recordar cómo había llegado allí ni dónde estaba. La cama en la que estaba tendida era masiva. La brisa agitaba las cortinas de encaje azules de las ventanas trayendo el aroma de lilas y lavanda. Los rayos de sol se colaban cada vez que las cortinas se movían. A su izquierda había enormes armarios bellamente trabajados con dragones y enredaderas. Giró la cabeza hacia la derecha y encontró sofás lujosos en tela azul.
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