Olivia lo miraba con ojos muy abiertos. El miedo lentamente se retorcía en su vientre como un cuchillo. No se movió ni un centímetro, más bien no podía moverse ni un centímetro, inmovilizada por su cuerpo muy duro, rodeada por su calor y el lujoso aroma. En esa posición se dio cuenta de que el hombre era muy alto, casi un pie más alto que ella. Su aura era la de un gran depredador, como aquel tigre que vagaba en lo salvaje, como un lobo aterrador que estaba deseando salir. Se desprendía autoridad de él.
No pudo evitar quedarse mirando a este hombre hermoso, a quien nunca volvería a ver, a quien nunca jamás volvería a encontrar. Tan de cerca, podía ver esos cabellos castaños gruesos que se rizaban en la nuca. Tenía una mandíbula cuadrada que ella podría haber mordisqueado. Y le resultaba difícil apartar su mirada de él mientras él mantenía la suya fija en ella.
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