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Capitulo 2: El club de los raros

Varios días del nuevo año escolar transcurrieron, y el ansiado viernes finalmente hizo su aparición. A pesar de ello, Sofia y yo aún no habíamos retomado nuestra comunicación.

Con un sentimiento de desolación en mi corazón, me perdía en mis pensamientos durante la clase de orientación profesional. "Tal vez me detesta", reflexionaba. "Aunque compartamos nuestro amor por el mundo otaku, ella es una chica, posee un abanico de opciones mucho más amplio que el mío, un solitario."

Fue en ese momento cuando la voz de mi profesora Diana, teñida de severidad, me sacó de mis cavilaciones. "¿Estás prestando atención?", interrogó, su mirada fija en mí, que estaba distraído.

"Ahh, sí, disculpe", respondí apresuradamente.

"Sé que tener dos clases con la misma profesora puede resultar monótono, pero ignorar la clase es una falta de respeto. De todas maneras, necesito hablar contigo, te espero en la sala de profesores al final de las clases", anunció, antes de volver a su pizarra y continuar con el tema del día.

Así, las horas avanzaban y las clases finalmente concluyeron. Lancé una mirada hacia el asiento de Sofia, pero ella ya había abandonado el aula. Un pensamiento cruzó por mi mente, <<Quizás debería rendirme>>.

Recogí mi mochila y me dirigí hacia la sala de profesores. <<¿Qué querrá la profesora? ¿Acaso será esa clásica escena prohibida entre alumno y>>

Con un aire de respetuoso recelo, asentí y, con paso lento, me adentré en la solemne sala de profesores. El lugar estaba desprovisto de su habitual bullicio, a excepción de la solitaria figura de mi profesora Diana, quien estaba absorta en una montaña de papeles que parecían consumir su escritorio.

La luz del atardecer se filtraba por la ventana, bañando con su cálido resplandor a la mujer de cabellos castaños. No pude evitar pensar que, en aquel momento, ella parecía una pintura, un retrato de la dedicación docente.

Caminé cauteloso hacia ella, cada paso resonando en la tranquila habitación. Finalmente, llegué a su escritorio, donde Diana levantó la mirada de sus papeles para encontrarse con la mía.

Diana, con su voz suave pero firme, dijo: "Por favor, siéntate." Y así, en medio de la quietud de la sala de profesores, me senté, esperando a que la conversación se desplegara.

"¿Podrías explicarme qué es esto?" Diana lanzó una hoja con un golpe resonante sobre la pulida superficie del escritorio frente a mí.

"¿Eh?" Dirigí mi mirada a la hoja, en la cual, en la parte superior, se leía mi nombre escrito de manera clara, seguido del título de la tarea: "Tarea de Orientación Profesional: Planes para el Futuro".

"Creo que escribí mal mi nombre", bromeé, tratando de aligerar la tensión.

"¿Estás intentando ser gracioso? ¿Qué significa esto de 'Ser un NINI, No Trabajar'?" Diana señaló la frase en la hoja con un dedo acusador.

"Ahh... sí, eso..." Me rascé la nuca, mis ojos evitando los de la profesora. "La verdad es que no tengo idea de qué hacer en el futuro y esa descripción me parece la más apropiada y realista para lo que me espera. Pero no se preocupe, con la herencia de mi abuela, no causaré muchos problemas a mis padres", expliqué con un tono resignado.

"Ashhh..." Diana se llevó una mano a la frente, su mirada llenándose de preocupación.

"Está bien", levanté las manos en un gesto de rendición. "Lo volveré a hacer y lo entregaré la próxima semana", prometí, esperando que eso fuera suficiente para aplacar la preocupación de mi profesora.

"¡Evidentemente, tienes que rehacer esta tarea!", declaró Diana con un tono firme pero comprensivo. "No obstante, en tu caso, te concederé algo más de tiempo. Deseo que reflexiones profundamente y me entregues tu trabajo al concluir el ciclo escolar."

"¿Eso es una muestra de su benevolencia?", pregunté, tratando de desviar la seriedad del asunto con humor.

"No confundas mis intenciones, Mateo", respondió Diana, su tono severo volvió. "Decidir acerca de tu futuro no es algo que debas tomar a la ligera."

"Entendido... reflexionaré más profundamente. ¿Puedo retirarme ahora?", solicité, con la esperanza de escapar de la intensidad de la conversación.

"No tan rápido", advirtió Diana antes de que pudiera moverme. "Como parte de la condición para rehacer esta tarea, tendrás que unirte a un club".

Me negué con vehemencia. "Eso es absolutamente inaceptable". Mi mente se llenó de preocupaciones, <<Si me uno a un club, no tendré tiempo para ver anime ni jugar>>.

Mis protestas, sin embargo, fueron en vano. "No tienes opción, jaja. Ven conmigo", rió Diana. Antes de que pudiera resistirme, ella me había agarrado por el brazo, levantándome de mi asiento y arrastrándome consigo.

"Tsk, ¡Profesora, espere, por favor!" Intenté protestar, pero mi voz fue completamente ignorada. Como un prisionero arrastrado a su celda, fui llevado a la parte trasera del edificio principal. Allí, la profesora Diana golpeó con autoridad la puerta de una sala.

"Por favor, abran." Su voz resonó en el silencio del edificio.

La puerta se abrió lentamente, revelando a una chica de estatura media con una coleta de caballo y el cabello de un suave color café. "Uh, ¿ocurre algo, profesora Diana?" Su voz se desbordaba de curiosidad.

"He traído un nuevo miembro para el club", anunció Diana, señalándome.

La chica, llamada Alicia, me examinó con una mirada seria y luego declaró con una franqueza desarmante: "No lo acepto, tiene cara de pervertido y aquí la mayoría somos chicas."

"¡¿Qué dijiste?!" Grité, mi rostro reflejaba una mezcla de sorpresa e indignación.

"Fufufu, Alicia, no puedes negarte. ¿Recuerdas ese favor que te hice hace una semana?" Diana habló con un tono juguetón, pero sus palabras llevaban un peso inevitable.

"Entiendo... no puedo negarte el favor, entonces. En ese caso, doy la bienvenida al pervertido." Alicia respondió con resignación.

"¡¿Qué tipo de bienvenida prejuiciosa es esa?!" No podía creer la situación en la que me había metido.

"Bien, a partir de ahora debes venir a este club, Mateo. Si me entero de que has faltado, tu calificación sufrirá mucho." Con esas palabras finales, Diana se despidió, dejándome allí, solo en la entrada del club.

"¿No tengo otra opción no?", dije resignado.

Alicia me dirigió un tono indiferente: "¿Te quedas ahí parado? Aunque me es indiferente si te involucras o no, tu presencia en la entrada podría asustar a quienes deseen unirse al club".

Las palabras de Alicia provocaron un estallido de ira en mí. Con una mueca de desagrado, pensé: <<¡Esta chica es tan diferente a... Me está sacando de quicio!>>. Sin embargo, me resigné y entré en el club.

El ambiente dentro del club era tranquilo y acogedor. Había una estantería llena de libros, una televisión analógica y un reproductor de DVD. En el centro de la sala había una mesa donde, además de Alicia, había un chico de cabello oscuro y largo que desprendía una aura atlética. Su rostro parecía ser el tipo que atraería a cualquier mujer. En el fondo de la sala, una chica se encontraba absorta en la lectura de un libro, su rostro oculto tras una cortina de cabello.

El chico se dirigió a mí en un tono relajado y amable: "Bienvenido, eres Mateo, ¿verdad? Me alegra no ser el único hombre en este club. Por favor, siéntate".

Asentí en respuesta y me senté, mientras pensaba: <<Este chico es atractivo y amable, seguramente popular entre las chicas... A diferencia del mundo anime, los chicos como yo nunca conseguimos nada... Pero de su tipo están llenos oportunidades>>.

El chico se presentó con una sonrisa amable: "Mi nombre es Nicolás, espero que nos llevemos bien".

Justo entonces, Alicia se acercó a Nicolás y dijo: "No te acerques demasiado a él, te pegará lo pervertido"

La acusación de Alicia provocó que golpeara la mesa con ambas manos y exclamara: "¡¿Qué demonios te pasa conmigo?! ¡¿Acaso hice algo para merecer tal desprecio?!".

Nicolás intervino con calma: "Alicia, está mal prejuzgar por la apariencia. Deja de hacerlo o este dejará de ser un lugar en el que desee estar".

Sentí una punzada de culpa al escuchar las palabras de Nicolás. <<Aunque yo hice lo mismo de prejuzgarlo hace unos minutos contigo, perdón Nicolás…>>

Alicia dejó escapar un suspiro exasperado y dijo con un tono superior: "Muy bien, te daré otra oportunidad, Mateo. Pero no la desperdicies".

<<¡Esta niña!… como sea>>

"Y bien ¿este club es de?"

Alicia, con un orgullo y energía que desbordaban, proclamó: "¡Este es el prestigioso Club de Dirección y Arte de Productos Orientales!".

Confundido y sorprendido, exclamé "¿Eh? ¿Qué?". Al percibir mi desconcierto, dirigí mi mirada hacia la estantería. Al observar más de cerca, descubrí que no eran libros comunes y corrientes, sino colecciones de mangas y DVD de animes. Junto al viejo televisor, se encontraban un par de figuras de las protagonistas de un popular anime de chicas mágicas.

Con una nota de incredulidad y una pizca de emoción en mi voz, solté: "¡Esto no son 'productos orientales', esto es un club de los raros, de otakus! …quizás después de todo no somos tan diferentes".

Alicia, con el rostro enrojecido y los ojos brillantes de indignación, replicó: "¡¿Cómo te atreves?! ¡Jamás nos compararías con 'otakus raros' comunes! Tú eres de esos que ven el anime y leen manga como una mera distracción, ¡nosotros lo vemos como una forma de vida y aspiramos a trabajar en la industria con seriedad!"

Justo en ese momento, la discusión de la habitación se rompió por el sonido de un libro cerrándose con fuerza. "Ya basta", dijo una voz suave pero firme desde el fondo de la sala.

Giré para ver de dónde provenía la voz y, para mi sorpresa, descubrí que era... "¡Sofia!".