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Yobulhiem

Autor: Desgard
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Resumen

En una noche lluviosa de Múnich, Frederick Weber, un ingeniero del siglo XXI, sufre un brutal ataque que le cuesta la vida. Sin embargo, en un giro inexplicable del destino, se encuentra despertando en un mundo medieval, en el año 800 d.C, con el cuerpo de un niño vikingo llamado Svartr Drekiulfsson. Hijo de un severo Eralt, Svartr lleva consigo los recuerdos de Frederick, un hombre del futuro que posee conocimientos que podrían cambiar el curso de la historia.

Chapter 1Lienzo Oscuro

Las calles oscuras permanecían tranquilas con el sonido de la lluvia que teñía Múnich. Oía el retumbar lento de mis pasos en los pequeños charcos de agua y las gotas cayendo en mi paraguas mientras caminaba en dirección a mi casa desde la oficina. El aire se mecía con delicadeza, y la lluvia caía a mi alrededor, dándome una paz que me sumergía en un profundo trance de relajación.

De pronto, algo en la tranquilidad de los alrededores me dio un mal augurio. haciendo que Saliera de mi trance momentáneo, y un escalofrío recorrió mi cuerpo. un mal presentimiento se aferró a mi con mas fuerza haciendo que sin percatarme mis pasos se volvieran más apresurados, y con una cautela creciente que parecía atenazar mi corazón seguí caminado hasta llegar a la esquina de la calle.

Al girar en un callejón, un brazo se estiró desde atrás, rodeando mi cuello con fuerza. Generando que me tambalee, y mi paraguas se escapó de mi mano, resbalando en el piso mojado. La lluvia comenzó a empaparme de inmediato, pero antes de que pudiera recomponerme, sentí algo frío y metálico presionando mi espalda.

—Tranquilo —dijo una voz joven y ansiosa—. Mientras no hagas una estupidez, no te pasará nada.

Me mostré tranquilo, levantando las manos lentamente mientras las gotas de agua corrían por mis brazos. Intenté que el aparente ladrón inexperto se sintiera menos nervioso y con una voz fría, cargada de ira contenida, le dije:

—Puedes tomar todo lo que quieras, pero déjame ir.

Al escuchar mi voz y ver mi postura, el aparente nerviosismo que parecía desvanecerse. Con movimientos rápidos, comenzó a esculcar los bolsillos de mi pantalón, sacando todo lo que encontraba. De pronto, se dio cuenta de que faltaba mi cartera.

¿Dónde escondes la cartera? —preguntó con una voz enojada, cargada de impaciencia.

Con una calma calculada, respondí:

—Está en la parte delantera de mi chamarra.

Sin responderme, se giró para quedar frente a mí, dejándome ver su rostro. Era un joven de cabello rubio y ojos azules, con una apariencia demacrada. La pistola que sostenía temblaba ligeramente en su mano, y su apariencia delataba lo que parecía ser el peso de una adicción.

Sin detenerse a hablar, comenzó a registrar la parte delantera de mi chamarra, donde llevaba mi cartera. Yo permanecí inmóvil, observándolo de reojo, intentando mantener la calma. Pero entonces, en un descuido, resbalé sobre el piso mojado y caí frente a él.

El impacto fue brusco, y antes de poder reaccionar, un dolor agudo atravesó mi pecho. Sentí como si mi corazón se comprimiera repentinamente, dejándome sin aliento.

Tendido en el suelo, alcancé a ver cómo sus ojos se abrían de par en par, fijos en mi pecho con una mezcla de horror y desconcierto. Por un momento, parecía paralizado, incapaz de moverse. Entonces, sin decir una palabra y sin mirar atrás, me empujó torpemente hacia un lado, dejándome tendido bajo la lluvia.

Acto seguido, salió corriendo, perdiéndose en la oscuridad de la calle mientras el sonido de sus pasos se desvanecía entre la lluvia.

Mientras sentía cómo mi vida se desvanecía, una calma inexplicable se apoderó de mí ,mis pensamientos se dirigieron a mi vida pero no había nada en este mundo que realmente me importara pero antes de seguir con mi diatriba, sentí cómo una oscuridad acogedora me envolvía, meciendo mi conciencia como si fuese un niño acunado antes de dormir.

Con los ojos pesados, los cerré lentamente, como si me entregara al descanso eterno en los elíseos del inframundo.

...

"Sonidos de llanto de bebé."

Intenté abrir los ojos, pero no pude. Mi cuerpo no respondía. De pronto, un quejido escapó de mi boca, involuntario, como si no tuviera control sobre mí mismo. Una sensación de impotencia se apoderó de mí, mientras mi mente se llenaba de pensamientos turbulentos.

"¿Cómo es que sigo vivo?" me pregunté con desesperación. "¿Y por qué no puedo abrir los ojos?"

Dejando de lado mi consternación inicial, noté algo extraño: mis quejidos... se asemejaban a los de un bebé. La realización me golpeó con fuerza, dando inicio a un pensamiento inquietante: "¿Será posible que la reencarnación exista?".

Mi teoría se confirmó cuando sentí un golpe firme en mi trasero. El impacto provocó una reacción inmediata en mi cuerpo, una estimulación que me obligó a llorar sin control.

El sonido de mi propio llanto, agudo y desgarrador, me resultaba extraño, como si no fuera mío. Pero ahí estaba, saliendo de mí, confirmando lo imposible.

Finalmente, abrí los ojos. Mi visión borrosa comenzó a aclararse, revelando una cabaña de roca iluminada tenuemente por la luz que entraba a través de la ventana sin vidrio, dejando pasar el aire y los primeros rayos del sol. Frente a mí, una cama de madera cubierta con pieles desgastadas, algo que parecía sacado de tiempos antiguos, como una reliquia de otro siglo.

Mi atención se desvió rápidamente hacia unas mujeres que se movían cerca. Mientras hablaban en un idioma extraño, limpiaban con agua a una mujer de cabello castaño rojizo. Cuando sus ojos grises se encontraron con los míos, me miraron con una calidez que contrastaba profundamente con mi confusión.

De repente, una de las mujeres se acercó rápidamente hacia mí. Con delicadeza, me tomó en sus brazos y me entregó a la mujer que parecía ser mi madre.

Mis ojos no se dejaron deslumbrar por el acontecimiento. En lugar de eso, me tranquilicé, y poco a poco mis pensamientos comenzaron a aclararse mientras mi madre me observaba con una mirada que reflejaba interés, pero también agotamiento. Fue entonces cuando empecé a reflexionar: ¿En qué lugar me encontraba?

Pero antes de poder indagar más en esos pensamientos, la mujer comenzó a convulsionarse, emitiendo un grito desgarrador que me hizo voltear hacia ella con extrañeza. En ese momento, el sonido de una puerta abriéndose rápidamente resonó en la habitación. Un hombre flaco, pero musculoso, con cabello rubio y ojos verdes, corrió hacia nosotros. Mi madre lo miró con dolor, y, con voz quebrada, pronunció una sola palabra:

Svartr.

Luego, se quedó inmóvil, cerrando los ojos, como si toda su energía se desvaneciera en ese instante. El hombre, que parecía ser mi padre, llegó y la tomó de la mano con una tristeza profunda. Después, me miró con una mirada gélida, y luego dirigió su mirada a una de las mujeres, pronunciando algo que no entendía. La mujer me agarró entre sus brazos mientras él se llevaba a mi madre fuera, como una muñeca rota.

Mirando cómo sus siluetas se desvanecían entre unas chozas que asemejaban un pueblo, empecé a observar con más detalle a mi alrededor. Las estructuras de madera y piedra, rústicas pero sólidas, se alineaban a lo largo de caminos de tierra. En las paredes de las chozas, talladas en madera, podía distinguir símbolos grabados, runas que parecían vibrar con un poder antiguo. A medida que mis ojos recorrían el paisaje, noté a las personas que se movían por el pueblo: sus ropas de piel y lana, sus rostros fuertes y decididos, con características que me resultaban extrañamente familiares.

Todo a mi alrededor tenía un aire ancestral, como si el tiempo se hubiera detenido aquí, en una era olvidada. Mi mente, que por un momento se había tranquilizado, comenzó a llenarse de pensamientos inquietantes. ¿Cómo podía estar en un lugar como este? Este lugar no solo parecía antiguo, sino que todo, desde las construcciones hasta la gente, tenía un aire nórdico, casi mítico. El viento soplaba con fuerza, trayendo consigo un aroma a tierra mojada y madera quemada.

Este descubrimiento hizo que mis pensamientos se dirigieran a una sola conclusión: ¿Estoy en un lugar nórdico? O tal vez... ¿un universo alterno? ¿O acaso un viaje en el tiempo? Las posibilidades se desmoronaban una tras otra en mi mente, pero no podía seguir perdiendo el tiempo con esas especulaciones. Solo tendría respuestas cuando pudiera hablar, cuando tuviera el control total de mis circunstancias. Por ahora, era inútil tratar de entender algo que no podía analizar con claridad.

Dejé de pensar en ello. Sin darle más vueltas a las preguntas que me asaltaban, cerré los ojos. La mujer, que me había sostenido con tanta delicadeza, era mi ancla en ese momento. Su pecho, cálido y firme, me brindaba una sensación extraña de consuelo, pero nada de eso me afectaba profundamente. Me acomodé allí, dejándome llevar por el agotamiento que se apoderaba de mí. La lógica dictaba que debía descansar, y fue lo único que hice, sumiéndome en un sueño que llegó como una orden, no como una necesidad.

Un sonido, sordo y lejano, me despertó de golpe. Sentí cómo me movían, como si me pusieran sobre una superficie áspera y dura. El contacto con la textura fría y rugosa me hizo soltar un llanto involuntario, agudo, producto del dolor que recorría mi pequeño cuerpo. Al mismo tiempo, un gruñido profundo surgió de mi estómago vacío, exigiendo alimento. La sensación de hambre era insoportable, un vacío primordial que dominaba mis pensamientos.

La mujer, que había estado cerca de mí, me miró con una calma inexplicable. Su rostro reflejaba una serenidad que contrastaba con la urgencia de mi situación. Sin decir palabra alguna, comenzó a alzarse, moviéndose con una fluidez que indicaba que no era la primera vez que hacía esto. Su ropa de pieles, gruesa y rugosa, se desplazó lentamente mientras ella se quitaba las capas que la cubrían. Su cuerpo, cubierto apenas por una piel de ciervo, se presentó ante mí sin pudor, una figura que, aunque diferente a la mía, parecía llena de una fortaleza primitiva.

Con una agilidad sorprendente, me tomó en sus brazos. El calor de su cuerpo era reconfortante, pero la crudeza de la situación no me permitió relajación alguna. Con movimientos delicados, me acercó a su pecho, su piel desnuda rozando mi rostro. Sin mediar palabra, me ofreció lo que necesitaba, el alimento que mi cuerpo reclamaba. El contacto era inesperado, directo, como si todo el contexto de este nuevo mundo estuviera inscrito en esa acción. No era solo el instinto de una madre lo que me guiaba, sino algo más ancestral, más profundo.

Me alimentó de manera casi automática, como si estuviera acostumbrada a esta rutina. Yo, en mi estado infantil y vulnerable, no pude hacer más que aceptar, el hambre era más fuerte que cualquier pensamiento o sentimiento. Mi mente, trataba de analizar cada aspecto de la situación, pero todo se desvaneció cuando mi cuerpo, por fin, encontró algo que calmaría el dolor punzante en mi estómago. No pude evitar la necesidad de alimentarme, aunque una parte de mí estaba completamente consciente de la extraña e incómoda naturaleza del acto.

Dejando de succionar de su pecho, sentí cómo el hambre que me había consumido durante tanto tiempo comenzaba a ceder. Mi estómago, finalmente saciado, se relajó, pero el cansancio físico me invadió de inmediato. Una sensación de agotamiento profundo se apoderó de mi mente, y mi visión comenzó a volverse borrosa lentamente, como si un velo oscuro se desplegara ante mis ojos. No podía evitarlo. Mi cuerpo, en su estado vulnerable, reclamaba descanso.

Antes de quedarme completamente dormido, observa cómo la mujer se mueve con agilidad. Primero, con delicadeza, se cubrió con sus pieles, envolviendo su cuerpo desnudo con las gruesas capas que había dejado a un lado. El sonido de la tela deslizándose sobre su piel era suave, casi como un susurro. Con sus ropas de nuevo en su lugar, me sostuvo con firmeza, asegurándose de que estaría bien acomodado en sus brazos.

Sin entender del todo sus intenciones, vi cómo se desplazaba, dirigiéndose hacia un lugar desconocido. No sabía dónde me llevaba, pero la sensación de su calor y la suavidad de sus movimientos me proporcionaron una calma extraña. En ese momento, no había espacio para preguntas, ni para el análisis lógico que solía gobernar mi mente.

Me dejé llevar por el movimiento de su cuerpo, entregándome al sueño que, sin quererlo, me arrastraba. No había nada más que la tranquilidad de sus brazos y el profundo cansancio que me envolvía. Cerré los ojos, sin resistencia, sumiéndome en un sueño profundo, sin preocuparme por lo que vendría después.

 

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