En su amplio y lujoso despacho, Jason Xiting meditaba profundamente sobre su relación con Amelia. Desde el momento en que se conocieron, habían encajado de una manera sorprendente, casi como si estuvieran destinados a estar juntos. Pero ahora, mientras la sombra del maestro se cernía sobre ellos con una opresiva inevitabilidad, Jason no podía evitar preguntarse si debía comenzar a distanciarse emocionalmente de ella. La influencia del maestro era inmensa, abrumadora, y si al final no se apiadaba de Amelia, la separación sería mucho más dolorosa para ambos. ¿Podría soportar ver cómo la luz se extinguía en los ojos de Amelia, sabiendo que él no había hecho nada para protegerse del dolor que se avecinaba?
Sin embargo, aún había seis meses por delante, seis largos meses en los que el destino de Amelia pendía de un hilo. ¿Qué pasaría si, al final, el maestro decidía no quedarse con ella? Sería cruel, terriblemente cruel, haber invertido esos meses en un amor que podría ser arrancado de raíz sin piedad. Pero, en su corazón, Jason sabía que si la dejaba ir ahora, si la empujaba lejos, ella volvería después, rota y desolada, pero aún suya. ¿Sería capaz de recoger los pedazos de su alma y recomponerla, si llegaba a eso?
El sonido de unos golpes en la puerta del enorme despacho lo sacó abruptamente de sus pensamientos sombríos. Con una orden firme, autorizó la entrada, y la puerta se abrió con una suavidad que contrastaba con la dureza de sus pensamientos. Isabel Ferrer, una mujer de cabello rubio y mirada imperturbable, entró en la habitación con la tranquilidad de alguien que sabe exactamente cuál es su lugar. Jason, sin perder tiempo, activó el inhibidor de frecuencias con un gesto de la cabeza, asegurando que su conversación se mantuviera privada.
—Dígame, Isabel —autorizó Jason con voz firme, mientras se recostaba en su silla, sus ojos fijos en la mujer que tenía delante, esperando la información que sabía que estaba por llegar.
—Sandro ya ha sido capturado. Se encuentra actualmente en la nave del polígono San Julián —informó Isabel con un tono impasible, como si hablara del clima.
Jason no necesitaba más explicaciones. Conocía perfectamente a qué nave se refería Isabel. A simple vista, era un taller de un artista excéntrico, pero bajo esa fachada se escondía una prisión insonorizada, equipada con toda clase de instrumentos de tortura. Un lugar perfecto, donde los gritos más desgarradores quedaban confinados entre esas paredes, lejos de oídos indiscretos. Las puertas exteriores podían cerrarse herméticamente, permitiendo la entrada y salida de vehículos sin levantar sospechas.
Los ojos de Jason se entrecerraron ligeramente mientras miraba a Isabel, evaluando con frialdad cómo proceder con Sandro. Podría simplemente ordenarle que lo mantuvieran prisionero, dejarlo languidecer en las sombras, o bien, podría someterlo a un castigo físico y mental que lo destrozara lentamente. El deseo de realizar la tortura en persona palpitaba en su interior, un deseo oscuro y profundo que no había esperado sentir tan pronto. Sandro había caído en sus manos antes de lo previsto, y ahora el impulso de descargar todo su enfado sobre él era casi irresistible. Pero este enfado no era solo por lo que Sandro había hecho; era una furia alimentada por la impotencia que sentía ante la posibilidad de perder a Amelia, la mujer que se había infiltrado en su vida de una manera que no había anticipado.
—Preparen un vehículo de incógnito para después de comer —ordenó Jason, su voz firme y carente de emoción. Aparecer en el Polígono de San Julián con varios coches de alta gama sería un error garrafal, y su petición reflejaba la necesidad de discreción absoluta—. De momento, denle solo agua y manténganlo encadenado. Nada más.
Isabel asintió, comprendiendo la situación con la misma precisión calculada que Jason esperaba de ella. En su interior, ella también sentía el deseo de ser quien diera unos cuantos golpes a Sandro, de hacerle pagar por sus crímenes. Pero entendía que Jason y Amelia tenían algo mucho más elaborado en mente para su castigo.
—Comprendido. ¿La señorita Antúnez irá también? —preguntó Isabel, sabiendo que la presencia de Amelia en ese escenario podría añadir una capa extra de tensión y resolución.
—Le preguntaré, pero haga los preparativos como si fuera a venir —respondió Jason, su mente ya anticipando la escena que se desarrollaría en la nave, su imaginación proyectando cada detalle.
—De acuerdo. Entonces, me retiro para hacer los preparativos —dijo Isabel, haciendo una ligera inclinación antes de salir del despacho, dejando a Jason solo con sus pensamientos nuevamente.
Mientras la puerta se cerraba lentamente, Jason permaneció inmóvil, su mirada perdida en un punto distante del despacho. En su mente, las imágenes de lo que estaba por venir se entrelazaban con las dudas que lo asediaban sobre su relación con Amelia. Sabía que el próximo paso que daría no solo definiría el destino de Sandro, sino que también podría sellar su propio destino y el de Amelia. En ese instante, la línea que separaba el deber del deseo se tornó peligrosamente delgada, casi imperceptible.
Con un suspiro profundo, Jason desconectó el inhibidor de frecuencia y tomó su teléfono. Su pulgar flotaba sobre la pantalla, debatiéndose entre enviar un mensaje o llamarla directamente. Esta mañana, Amelia le había mandado un par de mensajes que destilaban enfado, su frustración era palpable por no haber pasado más tiempo con él. Jason sabía que debía decidir si comenzar a poner distancia entre ellos o tratar de suavizar las cosas con una disculpa.
Con cierta resignación, optó por llamarla. Aunque quería distanciarse un poco, sabía que, mientras siguieran compartiendo la misma cama, eso sería imposible. Amelia era su responsabilidad, y no podía simplemente apartarla. Si le daba dinero para huir, sabía que sería inútil. El maestro la encontraría tarde o temprano, y ambos pagarían caro por semejante afrenta.
Abrió la agenda en su teléfono y llamó a Amelia. Apenas sonaron dos tonos antes de que la llamada fuera rechazada. Jason esbozó una sonrisa, imaginando a Amelia con su expresión de enfado, murmurando para sí misma: "No voy a descolgarte." Con la sonrisa aún en los labios, volvió a insistir, sin darse por vencido.
—Dime —contestó finalmente Amelia al tercer intento. Su voz estaba cargada de una leve tensión, el enfado aún perceptible en cada sílaba.
—Siento no haberme quedado contigo. ¿Te gustaría comer conmigo? —ofreció Jason, manteniendo su tono suave, buscando un punto de conciliación.
Al otro lado de la línea, el silencio fue la única respuesta. Era cerca de la hora de comer, y Amelia estaba tomando una limonada mientras revisaba un correo de la empresa. Quería hacerse la difícil, mantener su postura, pero la verdad era que le apetecía compartir una comida con él.
—Si vienes a comer, te prometo llevarte después a un sitio divertido —añadió Jason, intentando captar su interés con una promesa velada.
Amelia, que seguía debatiendo consigo misma, se tomó su tiempo para responder. No iba a ceder tan fácilmente; si iba a hacerlo, sería bajo sus condiciones.
—¿Qué sitio? ¿Vienen Mei y Li Wei? —preguntó, manteniendo un tono de desconfianza calculada, queriendo sacar algo más de él.
—El sitio es una sorpresa, y no, no vamos a llevar a mi hermana ni a su amiga —respondió Jason, manteniendo la intriga, sabiendo que esa respuesta podría inclinar la balanza a su favor.
—Está bien, iré, pero como no me guste, esta noche duermes en la bañera —cedió Amelia finalmente, dejando claro que aún tenía el control de la situación.
—Te esperaré aquí —respondió Jason, sintiendo una pequeña victoria al otro lado del teléfono.
Colgó la llamada, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación. Mientras esperaba a Amelia, su mente seguía volviendo una y otra vez a la encrucijada en la que se encontraba. Sabía que cada decisión que tomara en las próximas horas podría tener consecuencias que se extenderían mucho más allá de esa comida o de cualquier "sitio divertido" que hubiera prometido. Y mientras esperaba, no pudo evitar preguntarse si estaba subestimando lo que estaba en juego.
El despacho permanecía en silencio, un lugar de reflexión y poder, cuando la puerta se abrió de nuevo. Aún no había llegado Amelia, pero Mei y Li Wei aparecieron para invitarlo a comer. Jason las recibió con una sonrisa que ocultaba su verdadera intención, sabiendo que pronto tendría que dejarlas plantadas.
—Lo siento, he quedado con Amelia para comer —dijo Jason con una calma estudiada—. Está un poco enfadada porque la dejé sin decirle nada. Es posible que no estemos de vuelta a la hora de la salida, pero dejaré algún coche para que os lleve a casa.
Mei, con una sonrisa pícara, miró a Jason con complicidad.
—¿Ya está en la casa provisional? —preguntó Mei, utilizando una pregunta aparentemente inocente para no levantar sospechas, aunque la sonrisa en sus labios dejaba claro que se refería a Sandro.
—Sí, vamos a jugar con el gatito —confirmó Jason, usando el mismo lenguaje en clave para indicar que iban a torturar a Sandro.
Li Wei los observó a ambos, sin comprender del todo el significado de sus palabras, hasta que Mei añadió, con una mirada que no dejaba lugar a dudas:
—Me encantaría jugar también con él, pero entiendo que es un momento especial. ¿Podré ir antes de darle de comer? Aunque no me importaría jugar con él después de comer.
Jason captó inmediatamente la intención de su hermana. Para Mei, daba igual el momento; antes o después de que Sandro fuera transformado, ella también quería participar en su sufrimiento.
—Cuando le des de comer al gatito, ¿podemos turnarnos en su cuidado Li Wei y yo? Nos gustaría asegurarnos de que esa comida produce un cambio tan sorprendente en el gatito —dijo Mei, con una frialdad que a Jason le resultaba familiar y perturbadora.
En ese momento, Li Wei comprendió todo. El "gatito" era Sandro, "jugar" significaba torturarlo, "comer" hacía referencia a la introducción del gusano, y el "cambio sorprendente" aludía al cambio de sexo.
—Yo prefiero no ver cómo jugáis con él. No os preocupéis por mí. Aunque me gustaría vigilar al gatito después de comer, para comprobar ese cambio. Así me aseguraré de que no me engañáis con el resultado —dijo Li Wei, con un tono neutral, intentando ocultar su incomodidad.
—Lo tendré en cuenta —respondió Jason, sonriendo ligeramente.
Justo en ese momento, Amelia apareció en la puerta del despacho, frunciendo el ceño al ver a Mei y Li Wei allí.
—Oh, los tres traidores que me han dejado solita en la casa, juntos. Jason, ¿no íbamos a comer solos? —dijo Amelia, con un gesto de disgusto que dejaba claro que su enfado aún no había desaparecido por completo.
Jason se quedó paralizado por un instante, sin saber cómo responder. Mei y Li Wei miraron a Amelia con una mezcla de disculpa y leve molestia.
—Amelia, anoche bebiste mucho, pensamos que necesitarías recuperarte de la resaca. No fue un simple abandono, pero teníamos que trabajar —se justificó Li Wei, mientras Mei asentía en acuerdo.
—Sí, Amelia, te apreciamos mucho —añadió Mei, acercándose para abrazarla. Luego, en un susurro apenas audible para ellas dos, añadió—: Eres mala, me hubiera gustado torturar también a Sandro.
Amelia se dejó abrazar, sin corresponder al gesto al principio, pero luego, en un movimiento súbito, sujetó a Mei por la cintura.
—Le has estropeado la sorpresa a Jason, pero le daré a ese desgraciado una patada o un rodillazo en sus pelotas de tu parte —le susurró Amelia, provocando una sonrisa cómplice en ambas.
Amelia soltó a Mei y se dirigió hacia Jason con una decisión que reflejaba la resolución que había tomado. El enfado se desvaneció al oír la promesa de la sorpresa, y la idea de enfrentarse a Sandro le resultaba irresistiblemente atractiva. Se acercó a Jason con una exageración deliberada en el movimiento de sus caderas, haciendo que cada paso pareciera un baile sensual destinado únicamente a él. Lo abrazó con firmeza, sus manos recorriendo lentamente su espalda, buscando el contacto que tanto ansiaba. Luego, alzó sus labios, ofreciendo su boca con una mezcla de dulzura y deseo.
Jason sonrió, observando cómo Amelia intentaba caminar de manera seductora, un esfuerzo que, en cualquier otra circunstancia, podría haber resultado ridículo, pero en ese momento, le pareció encantador. Sintió cómo las manos de Amelia exploraban su espalda, y el roce de sus labios fue como un susurro que despertaba algo profundo en él. ¿Cómo podía resistirse a esos labios? Se inclinó hacia ella, y en cuanto sus bocas se encontraron, el mundo exterior dejó de existir.
Mei y Li Wei, al darse cuenta de la intimidad del momento, se retiraron discretamente del despacho, cerrando la puerta tras de sí.
El beso que siguió fue una explosión de emociones contenidas, una batalla silenciosa entre dos almas que se buscaban desesperadamente en un mundo lleno de incertidumbre. Los labios de Jason y Amelia se fundieron en un abrazo ardiente, mientras sus lenguas se entrelazaban en una danza apasionada, explorándose y saboreándose con una intensidad que no dejaba lugar a dudas sobre sus sentimientos. El tiempo pareció detenerse, y durante esos instantes, no hubo preocupación por el futuro, ni miedo al destino que los aguardaba. Solo existían ellos dos, perdidos en un mar de sensaciones que los envolvía, haciendo que cualquier pensamiento de alejamiento se desvaneciera por completo.
Jason, en medio de aquel beso, se preguntaba cómo había podido siquiera considerar alejarse de alguien tan increíble como Amelia. Poco importaba lo que el futuro les tuviera reservado. El presente les pertenecía, y estaban decididos a saborearlo en su totalidad. Los problemas que vendrían más adelante podían esperar; ya habría tiempo para enfrentarlos cuando los nubarrones finalmente se cernieran sobre ellos. Por ahora, todo lo que importaba era la calidez de los labios de Amelia, la suavidad de su piel y la certeza de que, aunque el destino era incierto, estarían juntos en esa lucha.
Amelia se separó un poco de él, sus ojos brillaban con un deseo malicioso mientras comenzaba a desabrochar la camisa de Jason, sus labios deslizándose lentamente por su cuello. Cada beso dejaba una estela de calor en su piel, encendiendo fuegos donde antes solo había calma. Con un movimiento decidido, la camisa de Jason cayó al suelo, dejando al descubierto su torso firme, esculpido por años de disciplina y esfuerzo. Las manos de Amelia, ávidas y delicadas a la vez, recorrieron con deleite su pecho, explorando los contornos de sus pectorales y abdominales cincelados como si los estuviera descubriendo por primera vez.
Jason se sentía atrapado en un torbellino de sensaciones. No entendía cómo la simple idea de ir a torturar a Sandro podía transformar a Amelia de un glaciar frío a un volcán en plena erupción. Mientras sus labios continuaban descendiendo por su torso, deteniéndose para jugar con sus pezones, Amelia demostró una vez más su destreza: sus manos hábiles soltaron el cinturón de los pantalones de Jason, dejando que también cayeran al suelo sin esfuerzo.
Amelia se arrodilló ante él, sus manos acariciando con suavidad pero con una firmeza decidida el mayor tesoro de Jason. Alzando la vista, le dirigió una sonrisa cargada de promesas, mientras se lamía los labios de manera provocativa, mordiéndose el labio inferior con un deseo que electrizó el aire entre ellos. Jason estaba ardiendo, cada fibra de su ser clamaba por más, por todo lo que Amelia estaba dispuesta a darle.
Cuando Amelia finalmente se apoderó de él con sus labios, comenzó a saborearlo lentamente, provocando un suspiro involuntario que escapó de los labios de Jason. Era una tortura exquisita, una que estaba dispuesto a soportar una y otra vez. Justo cuando sus manos comenzaron a dirigirse hacia la cabeza de Amelia, listo para profundizar el momento, ella se levantó de repente y se retiró, dejando a Jason en un estado de frustración abrumadora.
—Bueno, vamos a comer. ¿Por qué no cogemos comida para llevar a ese sitio donde me has prometido llevarme? —preguntó Amelia con una sonrisa traviesa, dando unos pasos hacia atrás, sabiendo perfectamente el caos que acababa de desatar en Jason.
Jason la miraba, incrédulo y frustrado. ¿Cómo podía dejarlo así, en ese estado? Sin duda, Amelia era una arpía vengativa, y sabía perfectamente cómo vengarse de él de la manera más cruel posible.
—¿Y si no te llevo ahora a ese sitio, si no terminas lo que empezaste? —respondió Jason, intentando recuperar algo de control, aunque sabía que ya había perdido la batalla.
—Entonces esta noche no tendrás diversión —sonrió Amelia, adoptando una pose que intentaba parecer inocente, aunque el brillo en sus ojos delataba su victoria.
Jason suspiró, sabiendo que había sido derrotado. Amelia había ganado, y él había aprendido una valiosa lección: no debía subestimarla. Con cierta resignación, volvió a vestirse, sintiendo cómo la tensión en su cuerpo se transformaba en una frustración que solo hacía que su deseo por Amelia se intensificara aún más.
Ambos salieron del despacho, la energía entre ellos palpitaba con la promesa de lo que estaba por venir. Amelia, aún con su sonrisa juguetona, caminaba a su lado con la certeza de que, aunque la batalla de esa mañana la había ganado ella, el juego entre ambos estaba lejos de terminar. Y Jason, aunque frustrado, no podía evitar admirar la forma en que Amelia manejaba cada situación, haciendo que incluso los momentos más tensos se transformaran en una danza de seducción y poder. Sabía que, aunque él era un hombre acostumbrado a tener el control, en su relación con Amelia, siempre habría una dinámica de desafío y rendición, donde ambos encontrarían placer en esa constante lucha por el dominio. Mientras caminaban hacia el futuro incierto que los aguardaba, Jason no podía evitar sentirse atraído más que nunca por la complejidad y la fuerza de la mujer a su lado. Y en el fondo, sabía que pase lo que pase, enfrentaría todo con Amelia, dispuestos a desafiar cualquier obstáculo que se les presentara.
Mis más sinceras disculpas por no haber podido cumplir con la publicación de ayer. Para compensarlo, planeo publicar dos capítulos en algún momento de esta semana. Mi objetivo es entregaros ambos capítulos hoy, pero no estoy seguro de si el segundo estará listo a tiempo. Agradecería mucho si pudierais dejarme una reseña, comentarios, y apoyarme con piedras de poder. Vuestro apoyo es fundamental para mí y significa mucho. ¡Gracias por vuestra comprensión y por seguir acompañándome en esta aventura!