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Vendida al destino

Amelia no siempre fue Amelia. En una vida pasada, fue un joven que se dejó llevar por la apatía y la indiferencia, grabando en silencio una atrocidad sin intervenir. Por ello, una organización secreta decidió aplicar un castigo tan severo como simbólico: transformar a los culpables en lo que más despreciaban. Convertido en mujer a través de un oscuro ritual, Amelia se ve atrapada en un cuerpo que nunca pidió y en una mente asediada por nuevos impulsos y emociones inducidos por un antiguo y perverso poder. Vendida a Jason, un CEO tan poderoso como enigmático, Amelia se enfrenta a una contradicción emocional desgarradora. Las nuevas sensaciones y deseos implantados por el ritual la empujan a enamorarse de su dueño, pero su memoria guarda los ecos de quien fue, y la constante lucha interna amenaza con consumirla. En medio de su tormento personal, descubre que Jason, al igual que la líder de la organización, Inmaculada, son discípulos de un maestro anciano y despiadado, un hechicero capaz de alterar el destino de quienes caen bajo su control. Mientras intenta reconstruir su vida y demostrar que no es solo una cara bonita, Amelia se ve envuelta en un complejo juego de poder entre los intereses de Inmaculada y Jason, los conflictos familiares y las demandas del maestro. Las conspiraciones se intensifican cuando el mentor descubre en ella un potencial mágico inexplorado, exigiendo su entrega a cualquier precio. Para ganar tiempo, Jason e Inmaculada recurren a métodos drásticos, convirtiendo a los agresores de Amelia en mujeres bajo el mismo ritual oscuro, con la esperanza de desviar la atención del maestro. En un mundo donde la magia, la manipulación y la lucha por el poder son moneda corriente, Amelia deberá encontrar su verdadera fuerza para sobrevivir y decidir quién quiere ser en un entorno que constantemente la redefine.

Shandor_Moon · Ciudad
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96 Chs

065. Luces y sombras en la gala (Parte 1)

La entrada al salón principal de la gala benéfica era majestuosa, una sinfonía de opulencia y elegancia que reflejaba el esplendor de la alta sociedad de Hesperia. Las puertas, de madera maciza tallada con intrincados detalles dorados, se abrieron ante ellos, revelando un mundo donde el lujo era la norma. Al cruzar el umbral, Amelia, Jason, Mei y Li Wei se encontraron inmersos en un mar de luz dorada y sonidos refinados, una atmósfera vibrante con música suave, risas discretas y el tintineo delicado de copas de cristal.

El salón era vasto, con techos tan altos que parecían perderse en la inmensidad, adornados con gigantescas arañas de cristal que colgaban como joyas suspendidas, esparciendo una luz cálida que envolvía a los asistentes. Las paredes, cubiertas con frescos antiguos que narraban escenas mitológicas, añadían una sensación de historia y tradición, mientras que los suelos de mármol pulido reflejaban las luces, creando la ilusión de caminar sobre un espejo. En cada rincón, exquisitos arreglos florales añadían toques de color y fragancia, llenando el aire con el aroma embriagador de rosas, lirios y gardenias.

Mesas elegantemente dispuestas se alineaban a lo largo del salón, cubiertas con manteles de lino blanco y adornadas con candelabros de plata. En el centro de cada mesa, cristalinos centros de mesa sostenían delicadas flores que parecían flotar, como suspendidas en un mar de lujo. Los asistentes, vestidos en trajes de chaqueta impecables y vestidos de gala deslumbrantes, conversaban en pequeños grupos, creando un murmullo constante que se entrelazaba con la música de fondo, proporcionada por una orquesta de cámara situada en un escenario elevado al fondo de la sala.

Amelia, todavía tomada del brazo de Jason, se detuvo un momento para absorber la magnitud del lugar. La opulencia de todo aquello la abrumaba ligeramente, pero también la hacía consciente de la importancia de su presencia en ese entorno. Todo en el salón hablaba de poder y dinero, pero también de una elegancia que podía ser tan peligrosa como un filo bien afilado. Había asistido a grandes fiestas antes, pero nada se comparaba con este tipo de evento.

Mientras avanzaban por el salón, atrayendo miradas de admiración y curiosidad, Jason le susurró al oído: "Recuerda, todo esto es un juego de apariencias. Mantén la cabeza alta y sonríe. No dejes que nada te haga trasmitir que te sientes impresionada".

Amelia asintió ligeramente, su expresión serena mientras sus ojos recorrían el salón, reconociendo a algunas de las figuras más importantes de la sociedad de Hesperia, no solo del mundo empresarial, sino también del espectáculo. Sabía que esa noche era crucial para ella, una oportunidad para consolidar su posición y demostrar que estaba a la altura de las expectativas. Sin embargo, también comprendía que en un ambiente así, cualquier error podría ser devastador.

No pasó mucho tiempo antes de que una figura familiar se acercara a ellos: una mujer de porte altivo y mirada afilada que Amelia reconoció de inmediato. Laura, una de las directoras dentro del grupo de empresas de Jason, se deslizó hacia ellos con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, acompañada por otra dama de edad similar, conocida por ser una de las mujeres más influyentes de la ciudad.

—¡Jason, querido! —exclamó Laura, con un tono tan dulce como envenenado, mientras lanzaba una mirada fugaz a Amelia—. ¡Qué sorpresa verte aquí! Y veo que has traído a tu nueva… acompañante. —Laura ardía por dentro; siempre había soñado con ser ella quien estuviera del brazo de Jason.

La otra mujer, a quien Amelia reconoció como la Señora Villalobos, una de las matriarcas más respetadas de la alta sociedad, observó a Amelia con un interés calculado. Era evidente que Laura había elegido su compañía estratégicamente, buscando respaldo en su intento de socavar la posición de Amelia.

—Así es, Laura —respondió Jason con una sonrisa diplomática, antes de dirigirse a la Señora Villalobos—. Permítanme presentarles a Amelia Antúnez, mi prometida. Amelia, esta es la Señora Villalobos. Aunque su apariencia no lo refleje, es una de las personas más influyentes de esta ciudad.

Amelia inclinó ligeramente la cabeza en un gesto de cortesía, manteniendo la compostura a pesar de la tensión que emanaba de Laura.

—Amelia, es un placer verte fuera de la oficina —dijo Laura, con una voz que destilaba condescendencia—. Le he contado tantas cosas sobre ti a la Señora Villalobos. Me pregunto cómo te sientes, pasando de ser una completa desconocida a codearte con la élite de Hesperia. Debe ser… abrumador.

La insinuación era clara: Laura quería poner en duda la capacidad de Amelia para manejarse en ese entorno, insinuando que no estaba a la altura de las circunstancias. Sin embargo, Amelia no se dejó intimidar. A lo largo de su vida, había aprendido a enfrentar situaciones difíciles, y esta no sería la excepción.

—Es cierto, Laura, todo esto es muy nuevo para mí —respondió Amelia con una sonrisa calmada—. Pero también es emocionante. He tenido la suerte de rodearme de personas maravillosas que me están guiando y ayudando. Y, por supuesto, tengo la responsabilidad de estar a la altura, no solo por mí, sino por las marcas que represento. Pero eso es algo que entiendo muy bien, ya que he trabajado duro para llegar hasta aquí.

Laura parpadeó, sorprendida por la seguridad de Amelia, pero antes de que pudiera responder, Amelia continuó:

—De hecho, estaba por comentar lo increíble que es estar aquí, representando a "Luminis Luxuria Group". Es un honor poder continuar con el legado de estas marcas tan prestigiosas, que han vestido a tantas mujeres elegantes, como tú, Laura. Espero que en algún momento puedas visitar nuestras instalaciones. Estoy segura de que disfrutarás viendo cómo combinamos tradición e innovación para crear piezas tan exquisitas como las que seguramente tienes en tu colección.

La insinuación era sutil pero clara: Amelia no solo estaba a la altura, sino que también estaba en una posición de poder, controlando el futuro de algunas de las marcas más exclusivas que Laura probablemente apreciaba, aunque no pudiera permitírselas.

La Señora Villalobos, que había observado el intercambio con un brillo de interés en los ojos, intervino entonces con una sonrisa.

—Amelia, me encantaría saber más sobre "Luminis Luxuria Group". Parece que has logrado algo realmente notable en tan poco tiempo.

—Con gusto, Señora Villalobos —respondió Amelia, agradecida por la intervención—. Estaré encantada de compartir los planes que tenemos para el futuro.

—Debe haber sido fácil adquirir todas esas marcas con el dinero de otro —dijo Laura, sonriendo con una pizca de malevolencia—. Es usted un hombre extremadamente generoso con su acompañante, presidente Jason.

Los ojos de Jason se entornaron ligeramente, dejando ver su disgusto. Laura estaba yendo demasiado lejos tratando de menospreciar a Amelia. ¿Creía que no habría repercusiones? Estaba a punto de intervenir cuando Amelia tomó la palabra.

—No te creas. Entiendo tu suposición. Estuviste al mando hace dos años de "Energreen Solutions" durante seis meses, aumentando su deuda. En cambio, yo en solo una semana he puesto la empresa en positivo.

—¿Qué tiene que ver "Energreen Solutions" en esto? —preguntó Laura con indignación en su voz, mientras sus uñas se clavaban en la palma de su mano derecha.

Amelia sonrió al ver el enfado de Laura. —Oh, querida. Solo quería demostrar la diferencia entre tu gestión de empresas y la mía. No obstante, tienes razón: mi dinero viene de las inversiones realizadas con los fondos que la Señora Montalbán me otorgó durante mis estudios en Harvard. Por lo cual, tu conclusión es acertada en cierto modo. Esas empresas han sido adquiridas con el dinero de otro.

Laura, dándose cuenta de que la conversación no iba en la dirección que ella esperaba, sonrió tensamente antes de excusarse.

—Bueno, parece que tienes mucho que discutir. Jason, Amelia, disfruten de la noche —dijo, antes de retirarse con la cabeza en alto, aunque evidentemente contrariada por el resultado del encuentro.

Jason observó cómo se alejaba y luego miró a Amelia con una mezcla de orgullo y diversión. Laura había sufrido una buena paliza en solo unos minutos, quizás sería divertido no tomar cartas en el asunto y ver cómo seguía respondiendo en la oficina.

—Lo manejaste perfectamente —le dijo en un susurro cuando vio que la Señora Villalobos estaba a suficiente distancia—. Estoy muy orgulloso de ti.

Amelia sonrió, aunque todavía sentía la adrenalina corriendo por sus venas. Sabía que había superado una prueba importante, pero también era consciente de que la noche apenas comenzaba y que habría más desafíos por delante. Pero, por ahora, se permitió disfrutar del momento, segura de haber puesto a esa arpía en su lugar.

—Señor Jason, es un placer conocerlo.

Los ojos de Amelia se dirigieron al hombre que se acercaba a Jason. A pesar de su edad avanzada, que debía rondar los ochenta años, el hombre se movía con una sorprendente firmeza. Su cabello blanco, cortado al ras, contrastaba con su traje oscuro, impecablemente entallado, que aunque sencillo, emanaba una autoridad indiscutible. Su rostro, marcado por profundas arrugas que se acentuaban alrededor de sus pequeños y penetrantes ojos, reflejaba una vida de experiencia y poder. Su mirada, intensa y calculadora, se clavó en Jason con una atención que denotaba más que un simple saludo.

A su lado, una mujer alta y esbelta permanecía con una elegancia natural. Amelia notó su cabello rubio, peinado en ondas suaves que caían sobre sus hombros, enmarcando un rostro de rasgos finos y delicados. Sus ojos azules, brillantes y perspicaces, observaban la escena con una mezcla de interés y curiosidad. Su vestido, de corte minimalista pero sofisticado, realzaba su porte distinguido, dejando claro que no solo compartía la compañía del hombre mayor, sino también su imponente presencia.

Amelia tragó saliva al reconocer a ambos. Eran padre e hija: el fundador del mayor emporio de la moda en Hesperia y su actual directora. Las personas más ricas e influyentes del país, y aquí estaban, frente a ella. ¿Cómo no había previsto encontrarse con ellos en este evento?

Jason extendió la mano, un gesto de respeto que rara vez mostraba tan abiertamente.

—Don Esteban, es un honor. Marta —añadió, inclinando ligeramente la cabeza hacia la hija—, qué grata sorpresa.

Don Esteban mantuvo la mano de Jason un segundo más de lo habitual, sus ojos evaluadores escudriñando cada detalle antes de soltarla. Luego, dirigió su atención a Amelia, con una curiosidad que no pasó desapercibida.

—¿Y quién es esta joven dama? —preguntó Don Esteban, su voz grave y autoritaria, aunque con un matiz de interés genuino.

Jason sonrió y, colocando una mano suave en la espalda de Amelia, la presentó con orgullo.

—Don Esteban, Marta, permítanme presentarles a Amelia Antúnez, mi prometida y la mente brillante detrás de "Luminis Luxuria Group". Amelia ha tomado las riendas de la empresa y ha logrado grandes avances en muy poco tiempo.

Marta, cuyos ojos azules no se apartaron de Amelia, esbozó una sonrisa que reflejaba un interés sincero.

—He oído hablar mucho de "Luminis Luxuria Group" en los últimos días, Amelia —dijo Marta con un tono cálido pero profesional—. Algunos de nuestros diseñadores han mencionado sus recientes colecciones como fuente de inspiración. Me encantaría saber más sobre su enfoque para combinar tradición e innovación.

Amelia, aunque aún sorprendida por la situación, se obligó a mantener la compostura y respondió con una sonrisa segura.

—Gracias, Marta. Es un gran halago viniendo de alguien con su experiencia. En "Luminis Luxuria Group", estamos comprometidos a preservar el legado de las marcas que representamos, mientras las llevamos hacia el futuro. La clave ha sido encontrar un equilibrio entre respetar la tradición y adaptarnos a las nuevas tendencias y tecnologías, algo que sabemos que es crucial en esta industria tan dinámica.

Don Esteban asintió lentamente, sus ojos oscuros brillando con aprobación.

—Ese es un enfoque que respeto mucho, Amelia —dijo con voz grave—. Mantener el equilibrio entre el pasado y el futuro no es tarea fácil, pero es esencial para la sostenibilidad a largo plazo. Me pregunto cómo manejas la presión de liderar una empresa con tantas marcas de prestigio.

Amelia notó la intensidad de su mirada, consciente de que estaba siendo evaluada. Tomó aire antes de responder, con la convicción que había desarrollado a lo largo de sus estudios y experiencia.

—Es un desafío constante, Don Esteban, pero me esfuerzo por rodearme de personas talentosas y con experiencia que comparten mi visión. Creo firmemente que el liderazgo no se trata solo de tomar decisiones difíciles, sino de inspirar a otros a dar lo mejor de sí mismos. Y en cuanto al peso del prestigio de esas marcas, lo veo como una oportunidad, no como una carga. Me motiva saber que puedo contribuir a aumentar el prestigio de algo tan valioso.

Marta intercambió una rápida mirada con su padre, una señal de aprobación tácita que no pasó desapercibida para Amelia.

—Es un placer ver a alguien tan joven y comprometida con su labor —comentó Marta, inclinando ligeramente la cabeza—. Me encantaría seguir esta conversación en otro momento, tal vez en un entorno más privado. Creo que podríamos explorar posibles colaboraciones entre nuestras empresas.

Amelia asintió, sintiendo que había superado otra prueba importante.

—Sería un honor, Marta. Estoy segura de que podríamos encontrar muchas formas de colaborar.

Don Esteban esbozó una leve sonrisa, un gesto sutil pero significativo.

—Bien, Amelia. Espero que esta no sea la última vez que conversemos. Jason, cuídala bien —añadió con un tono que denotaba más que simple cortesía.

—Por supuesto, Don Esteban —respondió Jason con una inclinación respetuosa.

Con una última sonrisa, Don Esteban y Marta se despidieron, dejándolos a ambos con una sensación de logro y expectativas de lo que podría venir.

Amelia los observó mientras se alejaban, sintiendo una mezcla de alivio y emoción. Había impresionado a las dos personas más influyentes de Hesperia, y ahora, nuevas puertas podrían abrirse para ella y "Luminis Luxuria Group". Más allá de cualquier contrato, sabía que había ganado su respeto, y eso valía más que cualquier acuerdo comercial. Eran contactos clave para facilitar la expansión de "Luminis Luxuria Group".

Jason la miró con orgullo evidente.

—Lo hiciste maravillosamente, Amelia. Estoy impresionado.

Ella sonrió, aún sintiendo la adrenalina.

—Gracias, Jason. Esto es solo el comienzo.

Jason se acercó a una mesa cercana y tomó un catálogo de los productos que serían subastados. Lo hojeó brevemente antes de tenderlo a Amelia con una sonrisa.

—Echa un vistazo al catálogo. Si algo te interesa, dímelo y haré todo lo posible por conseguirlo. Voy a hablar con algunos empresarios. Si te apetece, puedes unirte a Mei y Li Wei.

Amelia aceptó el catálogo, observando cómo Jason se alejaba, dejándola sola en medio del bullicio. La opulenta sala estaba llena de personalidades influyentes, cuyas risas y conversaciones se mezclaban en un murmullo constante, pero Amelia se sintió repentinamente aislada. A pesar de la multitud, se dio cuenta de que sus únicos puntos de contacto reales en ese entorno eran Mei y Li Wei, quienes en ese momento parecían estar en el centro de atención de un animado grupo de jóvenes.

Mientras sus ojos recorrían la sala, un rostro conocido y desagradable capturó su atención: Sandro. Su sola presencia era como una mancha oscura en medio del lujo circundante. Amelia sintió un escalofrío recorrer su espalda al verlo allí. ¿Cómo se atrevía a estar presente en un evento tan público, rodeado de gente que claramente lo evitaba? La vergüenza de su situación era palpable, reflejada en la forma en que los demás asistentes se apartaban discretamente a su paso, como si temieran contaminarse al estar demasiado cerca de él. Nadie quería ser visto hablando con él; Sandro era ahora un paria, un hombre caído en desgracia por las denuncias de abuso que se acumulaban sobre él como un manto de podredumbre.

Amelia no pudo evitar esbozar una sonrisa interior al observar cómo se encontraba solo, incapaz de integrarse en ningún grupo. Sin embargo, esa satisfacción fugaz se desvaneció rápidamente cuando notó que Sandro la había visto y estaba comenzando a dirigirse directamente hacia ella. Su corazón comenzó a latir con fuerza, y una ola de pánico se apoderó de ella. Las paredes de la sala, que antes habían sido testigos de su confianza, ahora parecían cerrarse, convirtiendo el ambiente en algo asfixiante.

El simple pensamiento de tener a Sandro cerca, de escuchar su voz o sentir su presencia, le provocaba un profundo terror. Su mente comenzó a inundarse con recuerdos oscuros, con escenas que había intentado enterrar pero que ahora resurgían con una violencia inesperada. ¿Qué haría si él intentaba hablar con ella? La idea de estar sola con él, aunque fuera por un breve momento, era aterradora. Su cuerpo se tensó, sus manos comenzaron a sudar, y la desesperación empezó a instalarse en su pecho como una niebla fría.

Amelia miró frenéticamente a su alrededor, buscando a Jason, pero él estaba demasiado lejos, sumido en una conversación con otros empresarios. No llegaría a tiempo para salvarla de ese encuentro. No podía permitir que Sandro se acercara; la mera idea la paralizaba. Entonces, sus ojos se fijaron en Mei y Li Wei, quienes estaban rodeadas de jóvenes que las escuchaban con atención. Era su única opción.

Con determinación, y tratando de mantener la calma, caminó hacia el grupo, sintiendo que cada

 paso era una carrera contra el tiempo. Al llegar, los ojos de los jóvenes se posaron en ella con curiosidad y admiración, evaluándola como si estuvieran ponderando su lugar en aquel círculo exclusivo. La atención de todos hizo que su corazón latiera aún más rápido, pero sabía que no tenía elección.

Mei, perceptiva como siempre, notó de inmediato la tensión en Amelia y la forma en que miraba discretamente hacia Sandro, quien se acercaba con intenciones claras. Sin perder un segundo, Mei intervino con una sonrisa cálida y protectora.

—Cuñada, veo que tienes el catálogo. ¿Has encontrado algo bonito para pedirle a mi hermano? —dijo Mei, sus palabras cuidadosamente escogidas para dejar claro a los jóvenes que Amelia no estaba disponible, y que su lugar era al lado de Jason.

Las palabras de Mei fueron como un salvavidas para Amelia. Al sentir el respaldo de su cuñada, la presión en su pecho comenzó a disminuir ligeramente, aunque el temor por Sandro seguía presente, acechando en el fondo de su mente. Sabía que, por ahora, estaba a salvo, pero el incidente le recordaba que las sombras de su pasado no se desvanecerían tan fácilmente.