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Vendida al destino

Amelia no siempre fue Amelia. En una vida pasada, fue un joven que se dejó llevar por la apatía y la indiferencia, grabando en silencio una atrocidad sin intervenir. Por ello, una organización secreta decidió aplicar un castigo tan severo como simbólico: transformar a los culpables en lo que más despreciaban. Convertido en mujer a través de un oscuro ritual, Amelia se ve atrapada en un cuerpo que nunca pidió y en una mente asediada por nuevos impulsos y emociones inducidos por un antiguo y perverso poder. Vendida a Jason, un CEO tan poderoso como enigmático, Amelia se enfrenta a una contradicción emocional desgarradora. Las nuevas sensaciones y deseos implantados por el ritual la empujan a enamorarse de su dueño, pero su memoria guarda los ecos de quien fue, y la constante lucha interna amenaza con consumirla. En medio de su tormento personal, descubre que Jason, al igual que la líder de la organización, Inmaculada, son discípulos de un maestro anciano y despiadado, un hechicero capaz de alterar el destino de quienes caen bajo su control. Mientras intenta reconstruir su vida y demostrar que no es solo una cara bonita, Amelia se ve envuelta en un complejo juego de poder entre los intereses de Inmaculada y Jason, los conflictos familiares y las demandas del maestro. Las conspiraciones se intensifican cuando el mentor descubre en ella un potencial mágico inexplorado, exigiendo su entrega a cualquier precio. Para ganar tiempo, Jason e Inmaculada recurren a métodos drásticos, convirtiendo a los agresores de Amelia en mujeres bajo el mismo ritual oscuro, con la esperanza de desviar la atención del maestro. En un mundo donde la magia, la manipulación y la lucha por el poder son moneda corriente, Amelia deberá encontrar su verdadera fuerza para sobrevivir y decidir quién quiere ser en un entorno que constantemente la redefine.

Shandor_Moon · Ciudad
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96 Chs

025. Acoso en la Sombra

La luz dorada del atardecer se colaba por las ventanas del despacho de Sandro, bañando su rostro en un resplandor que hacía contraste con su semblante pensativo. Amelia, ubicada en un sillón opuesto, se esforzaba por proyectar una imagen profesional mientras examinaba los papeles del trato. Percibía una tensión palpable, una intuición que agitaba su estómago.

—Señor Sandro, tras revisar nuestras necesidades de suministro, estoy convencida de que podemos alcanzar un acuerdo mutuamente beneficioso —expresó Amelia, mientras depositaba sus documentos en la mesita de café que les separaba.

Sandro la observó detenidamente, una leve sonrisa trazándose en sus labios. No obstante, sus ojos recorrían su figura con una familiaridad excesiva que la hacía sentir expuesta.

—Tengo la certeza de que es posible, señorita Antúnez. No obstante, considero que sería apropiado conocernos más antes de proceder. Al fin y al cabo, los negocios fluyen con mayor facilidad entre amigos, ¿está de acuerdo? —expresó Sandro, acercándose un poco hacia ella.

Amelia experimentó una sensación de malestar, sin embargo, logró esbozar una sonrisa manteniendo la serenidad. —Concuerdo en que mantener una buena relación es valioso, pero considero esencial centrarnos en los términos del contrato. Es vital para el éxito de ambas empresas que solucionemos esto con eficacia.

Sandro se acomodó en su sillón, observándola sin cesar. —Claro, pero siempre se puede encontrar un momento para... socializar, ¿no es así?— comentó, con un tono lleno de insinuaciones. Alargó su mano y retiró suavemente un mechón de cabello de su rostro. —Tu cabello es realmente hermoso,— añadió pasándose la lengua por los labios.

Amelia notó que su corazón se aceleraba, sin embargo, se esforzó por permanecer serena. Sentía una combinación de ira y repulsión, pero era consciente de la importancia de conservar su aplomo. —Opto por limitar nuestras conversaciones a un contexto puramente profesional, señor Sandro. Es lo más conveniente para los dos; no me he informado sobre su vida privada, pero yo estoy comprometida.

Sandro emitió una risa tenue que no llegaba a sus ojos. —Profesional, sin duda. Sin embargo, he visto algunas fotos suyas bastante provocativas en las redes sociales. ¿No cree que podrían causar una impresión errónea? Quizás haya maneras más... lucrativas de aprovechar esa imagen.

Amelia experimentó una mezcla de ira y humillación al recordar las fotografías falsas que se habían difundido recientemente. La denigración que las mujeres padecían a manos de personas como Sandro ahora le resultaba más palpable que nunca. —Esas imágenes son falsificaciones, creadas por inteligencia artificial para calumniarme. Confío en que no preste atención a esos rumores, señor Sandro. Prefiero ignorar la insinuación de que estaría dispuesta a aceptar dinero por mis favores, con el fin de alcanzar un entendimiento.

Sandro la observó con una sonrisa que no conseguía calmarla. —Desde luego, claro. No tendría que haber mencionado algo tan vulgar. Ahora, retomando nuestro acuerdo...

Sandro deslizó su mano hacia la pierna de Amelia, aparentemente de manera accidental, mientras buscaba un documento. El contacto fue como un choque eléctrico, recorriendo su cuerpo y dejándola rígida de tensión. El asco se convertía en una sensación física en su estómago, un nudo creciente que amenazaba con desbordarse. La náusea y la indignación competían con su necesidad de mantener la compostura. Decidió no reaccionar de manera visible, forzándose a respirar lentamente y mantener la calma. Debía mantener la compostura, aunque cada fibra de su ser clamaba por alejarse de ese toque invasivo.

—Como decía, señorita Antúnez, creo que podemos ofrecerle un suministro constante y de calidad, pero necesitaría que sus términos sean un poco más flexibles —dijo Sandro, su mano todavía descansando peligrosamente cerca de la rodilla de Amelia.

Amelia sintió que su paciencia se agotaba, pero respiró hondo y respondió con firmeza. —Nuestros términos ya son muy competitivos, señor Sandro. No creo que podamos ofrecer más flexibilidad sin comprometer la calidad de nuestros productos.

Sandro la observó por un largo momento, su sonrisa insinuando más de lo que sus palabras podrían decir. —Entiendo, señorita Antúnez. Sin embargo, tal vez, si pudiéramos... conocernos mejor, podría ver las cosas de otra manera. Al fin y al cabo, en el ámbito empresarial, las conexiones personales son tan cruciales como los contratos que sellamos.

Amelia intentó levantarse para marcar el final de la conversación, pero Sandro no se movió, obligándola a permanecer sentada. Su sonrisa se amplió un poco más, y se inclinó hacia ella, apoyando un codo en el brazo del sillón de Amelia.

—Pero claro, entiendo que usted prefiera mantener las cosas profesionales. Es lo que una mujer en su posición debe hacer. Aunque, ¿no siente que a veces es necesario... romper un poco las reglas para obtener lo que se quiere? —dijo Sandro, su voz un susurro cargado de insinuaciones.

Amelia experimentó un escalofrío que le recorrió la espalda. La cercanía de Sandro, junto con su tono e insinuaciones, la hacían sentirse en una encrucijada. A pesar de ello, se esforzó por preservar su serenidad.

—Señor Sandro, creo que la profesionalidad y el respeto mutuo son esenciales para cualquier acuerdo exitoso. Debemos centrarnos en cómo podemos colaborar de manera efectiva para el beneficio de ambas compañías —respondió, intentando redirigir la conversación a un terreno más seguro.

Sandro la observó por unos segundos más, su mirada intensa y evaluadora. Finalmente, se recostó de nuevo en su sillón, pero no sin antes deslizar su mano una vez más cerca de la pierna de Amelia, rozándola "accidentalmente".

—Tiene razón, señorita Antúnez. Profesionalidad ante todo. Pero, ¿cómo espera que trabajemos juntos si no hay un poco de... confianza personal? —dijo, enfatizando las últimas palabras.

Amelia sintió que su estómago se revolvía. La situación se volvía cada vez más opresiva. Las insinuaciones de Sandro, sus toques inapropiados y su actitud amenazante hacían que cada minuto en ese despacho fuera una tortura.

—La confianza se construye con respeto y resultados, señor Sandro. Estoy segura de que si ambos mantenemos un enfoque profesional, podremos lograr grandes cosas juntos —dijo Amelia, esforzándose por mantener su tono firme y decidido.

Sandro asintió lentamente, su mirada nunca abandonando la de Amelia. Parecía estar evaluando cada una de sus palabras, cada uno de sus gestos.

—De acuerdo, señorita Antúnez. Continuemos entonces con los términos del acuerdo. Pero recuerde, siempre estoy dispuesto a... negociar de manera más personal si alguna vez cambia de opinión —dijo con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

Amelia se obligó a sonreír, aunque por dentro sentía un profundo asco y temor. Sabía que debía salir de allí cuanto antes, pero también sabía que necesitaba cerrar el acuerdo para mantener su posición y la de su empresa.

—Por supuesto, señor Sandro. Ahora, sobre los plazos de entrega, creo que podríamos ajustarlos para mejorar la eficiencia logística sin comprometer la calidad —dijo, retomando el tema del acuerdo con la esperanza de finalizar la reunión lo más rápido posible.

Sandro la observó por un momento más antes de asentir. La conversación volvió lentamente a los términos empresariales, aunque la tensión en el aire no desapareció. Cada vez que Sandro hacía un comentario aparentemente inocente, Amelia no podía evitar sentir que la amenaza de un ataque estaba siempre presente.

Después de lo que pareció una eternidad, Sandro finalmente pareció resignarse a discutir solo los términos del contrato. Amelia aprovechó la oportunidad para guiar la conversación hacia una conclusión, esperando poder salir de la oficina lo antes posible.

—Creo que hemos cubierto los puntos principales del acuerdo, señor Sandro. ¿Le parece bien si revisamos estos detalles y seguimos discutiendo la próxima semana? —sugirió Amelia, tratando de sonar lo más profesional y calmada posible.

Sandro la observó por un momento antes de asentir lentamente. —De acuerdo, señorita Antúnez. Me parece una buena idea. Espero que la próxima vez podamos llegar a un entendimiento más... cercano.

Amelia asintió, forzando una sonrisa. —Estoy segura de que encontraremos un acuerdo que beneficie a ambas partes.

Cuando Amelia se levantó para irse, Sandro también se puso de pie y dio un paso hacia ella. —Antes de que se vaya, señorita Antúnez, ¿le importaría un abrazo de despedida? Es una costumbre mía con los socios potenciales.

Amelia dudó, pero no quiso crear una escena. —Claro, señor Sandro —dijo con resignación, acercándose para un breve abrazo.

Sandro aprovechó la oportunidad, abrazándola más fuerte y más tiempo de lo necesario. Mientras lo hacía, sus manos se deslizaron por su espalda, y antes de soltarla, una de sus manos se atrevió a tocar su trasero de manera deliberada. Amelia sintió una mezcla de indignación y temor, pero se obligó a no reaccionar visiblemente.

Con eso, se dirigió hacia la puerta, sintiendo el peso de la mirada de Sandro en su espalda. Echó un vistazo hacia atrás y lo vio con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos. En ese momento, la determinación de Amelia se solidificó. Sabía que debía informar a Jason y a los demás sobre lo sucedido, no solo para protegerse a sí misma, sino también para advertirles sobre el comportamiento de Sandro.

Al salir del edificio, la sensación de suciedad y violación emocional la acompañaba. La idea de tener otra reunión con Sandro la llenaba de temor, pero también de una resolución más fuerte para nunca permitir que alguien la tratara de esa manera otra vez.

Mientras estaba en el coche de vuelta al edificio del Grupo de Jason, Amelia no podía contener las lágrimas de rabia y frustración. Se sentía impotente y ultrajada. Los recuerdos de las manos de Sandro sobre ella, sus palabras insinuantes, su aliento cerca de su piel, todo se repetía en su mente como un eco constante y torturador.

Los dos guardaespaldas, uno conduciendo y el otro en el asiento del copiloto, intercambiaron miradas preocupadas a través del retrovisor. La expresión de Amelia era un libro abierto de angustia y enojo. Aunque estaban entrenados para enfrentar situaciones de peligro físico, ver a Amelia tan visiblemente afectada les resultaba desconcertante y les provocaba un profundo sentimiento de impotencia.

Amelia se llevó una mano temblorosa al rostro, secándose las lágrimas que seguían cayendo. Sentía que el nudo en su garganta la ahogaba. Finalmente, con la voz quebrada, pidió un momento para recomponerse en cuanto llegaran al edificio.

—Necesito… necesito un momento a solas cuando lleguemos —dijo Amelia, su voz apenas un susurro.

—Por supuesto, señorita Antúnez —respondió el guardaespaldas en el asiento del copiloto, su tono lleno de comprensión y preocupación.

El viaje de regreso pareció durar una eternidad, cada minuto cargado de un silencio pesado y opresivo. Amelia intentó calmarse, tomar control de su respiración, pero la mezcla de rabia y asco era abrumadora. La impotencia la consumía, haciéndola sentir vulnerable y expuesta.

Cuando finalmente llegaron al edificio del Grupo de Jason, Amelia bajó del coche con pasos apresurados y se dirigió rápidamente a su oficina. Los guardaespaldas la siguieron con la mirada, aún preocupados por su estado.

Amelia caminaba con determinación, pero cada paso resonaba como un eco de su propia ansiedad. Su mente seguía atrapada en la repugnante experiencia con Sandro, y sentía como si su piel aún llevara las huellas de sus toques no deseados. Necesitaba un momento para intentar recomponerse, aunque sabía que sería difícil borrar la sensación de violación emocional.

Al llegar al vestíbulo, se cruzó con Laura, quien notó de inmediato que algo andaba mal. Amelia parecía pálida y tensa, sus ojos evitaban el contacto visual y sus movimientos eran apresurados y nerviosos.

—Amelia, ¿estás bien? —preguntó Laura, con una expresión de falsa preocupación que no lograba ocultar del todo la chispa de interés en sus ojos.

Amelia, aún afectada por el encuentro con Sandro, apenas pudo responder. Su voz salió más débil de lo que hubiera querido. —Sí, estoy bien. Solo necesito un momento.

Laura se acercó, poniendo una mano en el brazo de Amelia en un gesto aparentemente consolador, pero que en realidad buscaba extraer más información. —Parece que algo te ha molestado. Si necesitas hablar, estoy aquí para ayudarte.

Amelia asintió vagamente, tratando de mantener su fachada de profesionalidad intacta. —Gracias, Laura. Aprecio tu preocupación, pero solo necesito un poco de tiempo para mí.

Laura la observó detenidamente, notando cada detalle del estado alterado de Amelia. Su sonrisa era suave, casi maternal, pero sus pensamientos eran todo lo contrario. Sabía que Amelia estaba alterada y planeaba usar esa información para su beneficio. Mientras Amelia se alejaba, Laura no pudo evitar una chispa de satisfacción en los ojos. La oportunidad que había estado esperando parecía presentarse ante ella, y no tenía intención de dejarla pasar.

—Amelia, si necesitas cualquier cosa, por favor no dudes en buscarme —dijo Laura, asegurándose de que su voz sonara genuinamente preocupada.

Amelia se giró por un momento, forzando una sonrisa. —Lo haré, gracias.

Mientras Amelia continuaba su camino hacia su oficina, su mente intentaba procesar todo lo que había sucedido. Sabía que debía hablar con Jason, pero en ese momento, todo lo que quería era un breve respiro para recomponerse. Cerró la puerta de su oficina tras ella y se dejó caer en su silla, tomando varias respiraciones profundas para intentar calmarse.

Laura, por su parte, permaneció en el vestíbulo, observando cómo Amelia se alejaba. En cuanto Amelia desapareció de su vista, Laura se dirigió hacia un grupo de empleados que conversaban cerca.

—¿Vieron a Amelia? —dijo Laura, bajando la voz para que sonara confidencial—. Parece que tuvo una reunión bastante intensa. Me preocupa que esté sobrecargada de trabajo.

Uno de los empleados asintió. —Sí, parecía bastante alterada. ¿Sabes qué pasó?

Laura se encogió de hombros, adoptando una expresión de preocupación fingida. —No estoy segura, pero podría ser algo relacionado con el acuerdo que está negociando. He oído que la reunión con el director de "Industrias Sandro" fue... complicada. Quizás no pudo cerrar el trato y ahora no sabe cómo decírselo a Jason.

Otro empleado frunció el ceño. —Eso no suena bien. Jason estaba contando con ese acuerdo, ¿verdad?

Laura asintió lentamente, como si estuviera evaluando la situación. —Exactamente. Y si Amelia no pudo manejarlo, eso podría demostrar que no está preparada para un puesto de tanta responsabilidad. Me preocupa que esto pueda tener repercusiones serias para ella y para la compañía.

El rumor comenzó a esparcirse rápidamente entre los empleados, cada uno añadiendo su propia interpretación y especulación a la historia. Laura sonrió para sí misma, satisfecha con el inicio del caos que había provocado.

Amelia, desde su oficina, no tenía idea del torbellino de rumores que comenzaba a formarse. Solo sabía que necesitaba recuperar la compostura y encontrar la manera de lidiar con Sandro y las insinuaciones de Laura sin que su vida profesional se viera comprometida.