—¡NO!
Tanto Ater como Esme dijeron esto al mismo tiempo, y las expresiones en sus rostros mostraban cuánto significaban cada palabra.
—Maestro, es demasiado peligroso para usted ir allí solo. ¡Necesita guía del terreno y podría requerir mi asistencia!
—¿No es por eso que vas a contarme cada cosa que descubriste en ese lugar? —preguntó Rey con una sonrisa en su rostro.
—Además... No puedo permitir que dejes la Capital mientras estoy fuera. Será demasiado vulnerable, y no hay nadie en quien confíe más que tú para manejar las cosas.
Ater pareció sonrojarse ligeramente una vez que Rey dijo esto. Sin embargo, sus ojos todavía mostraban preocupación por su Maestro. No era realmente que estuviera preocupado por él, sino porque no quería dejar su lado.
—No es justo. ¿Por qué no puedo tener mis propias aventuras con el Maestro... —murmuró, casi haciendo pucheros en este punto.
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