—Dom está siendo raro —Cielo resopló, rascándose la sien con el índice—. No deja de lanzarme esta mirada extraña, y eso es raro.
Se giró hacia la persona a la que había arrastrado al balcón para escuchar su queja. Oso levantó las cejas, mirándola con ligera confusión.
—¿Es esta la razón por la que le pediste a tu esposo e hijo que te hicieran un recado? —preguntó él, un poco confundido sobre su papel allí—. ¿Porque tu esposo te ha molestado?
—¿No? —Cielo se encogió de hombros, cruzando los brazos debajo del pecho—. Quiero decir, ¿tal vez? Es por esta chica.
—¿Una chica? —preguntó Oso.
—Esta chica que lo salvó en el pasado —continuó Cielo.
Oso parpadeó, esperando a que ella le diera más detalles para entender de dónde venía. Al ver esa mirada en su rostro, un profundo suspiro se escapó de su nariz.
—¿Te había dicho que Dominic fue secuestrado cuando era niño? —preguntó ella, y Oso negó con la cabeza—. Pues ahora ya lo sabes.
—¿Y qué pasa con eso?
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