—Necesito lino y almohadas —le dijo Ravina.
Malachi salió a buscar lo que hacía falta mientras Ravina estudiaba su tobillo. Estaba empezando a hincharse. Era lo último que necesitaba ahora. Su cabeza palpitaba. Todo su cuerpo palpitaba de dolor. Miró su brazo, tenía varios cortes y algunas zonas rojas que probablemente se convertirían en moretones más tarde. También sentía dolor en el muslo y la cintura izquierdos cuando los frascos y el estante cayeron sobre ella. Era un total desastre.
Esto pasó de querer curar sus manos a llenarse de moretones por todas partes. Miró la chimenea mientras Malachi regresaba. Volvió con varias almohadas. Puso una detrás de ella y para su sorpresa, levantó suavemente su pierna y colocó dos de ellas debajo de ésta.
El salvaje sabía algo.
Se sentó a sus pies y abrió una pequeña caja que había traído. —¿Qué es eso? —preguntó ella.
—Algo para el dolor —le dijo.
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