—Entonces... ¿mis consejos funcionaron? —preguntó Nazneen.
Ravina solo la miró, pero Nazneen obtuvo su respuesta. Una sonrisa maliciosa curvó sus labios. La mujer era más rápida de lo que imaginaba, pero sabía que no llegaron hasta el final. No podía negar que le intrigaba saber por qué. —¿Tenían problemas?
—¿Pero todavía te estás reteniendo? ¿Te da miedo? —preguntó Nazneen.
—No.
—¿Nerviosa entonces?
—No.
—¿Preocupada?
Se pausó.
—¿Sobre qué? —se preguntó Nazneen.
—Soy fértil —simplemente dijo.
Oh...
—Estás evitando las consecuencias.
No dijo nada a eso.
—¿No te gustan los niños?
—No es una cuestión de que me gusten. Solo que.... y este no es el lugar más seguro para los mestizos.
¿Mestizos? Nazneen imaginó tener hijos con Ares. Ellos también serían mestizos entonces. Eso hizo que se formara un profundo ceño fruncido entre sus cejas. Ella también temería por sus hijos. Recordó la historia de Efraín y sintió un escalofrío recorriendo su columna.
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