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Veintitrés El futuro.

Carlisle y Edward no fueron capaces de encontrar a Irina antes de que su rastro desapareciera. Nadaron hasta el otro lado para ver si se había marchado en línea recta, pero no había ningún rastro de ella en kilómetros. 

En cierto punto me sentía un poquito culpable, ella había venido para hacer las paces con los Cullen, sólo para que al final se llevara un coraje al ver mi familiaridad con Jacob y Leah. Ojalá la hubiera visto antes de que mi amigo entrara en fase. 

Pero no había nada que se pudiera hacer ahora. Carlisle había llamado a Tanya para contarle. Tanya y Kate no habían visto a Irina desde que decidieron ir a mi boda y estaban tristes de que hubiera estado tan cerca de casa y no hubiera llegado a ella. Para ellas no era fácil haber perdido a su hermana, aunque fuera temporal la separación. 

Alice pudo captar algunos fragmentos del inmediato futuro de Irina, aunque nada demasiado preciso. No iba a regresar a Denali y eso era todo lo que Alice podía decir. La imagen se mostraba borrosa. Casi todo lo que había podido ver era que Irina estaba muy alterada y que iba con una expresión devastada en el rostro por un camino lleno de nieve. No había tomado ninguna decisión definida sobre qué hacer más allá de esa caminata entristecida y sin dirección. 

Los días pasaron y aunque por supuesto no olvidé nada, Irina y su dolor se trasladaron al fondo de mi mente. Había cosas más importantes que pensar en esos momentos. Me marcharía a Italia en pocos días y todos partiríamos a Sudamérica en cuanto regresara. 

Ya habíamos repasado cientos de veces hasta el menor de los detalles. Comenzaríamos con los Ticunas, investigando sus leyendas hasta donde pudiéramos. Ahora que se había decidido que Jacob y Leah vendrían con nosotros, ellos habían tomado un papel importante en los planes, ya que no parecía probable que la gente que creía en los vampiros quisiera contarnos a nosotros sus historias. Si los Ticunas nos llevaban a un callejón sin salida, había otras tribus relacionadas con ellos en la zona a las que investigar. Carlisle tenía algunos viejos amigos en el Amazonas, si podíamos encontrarlos, podrían tener también información para nosotros. O al menos alguna sugerencia sobre dónde ir para buscar respuestas. Quedaban tres vampiros en el Amazonas, y era poco probable que ninguno de ellos guardara relación alguna con las leyendas de vampiros híbridos, ya que todas ellas eran mujeres. No había forma de saber adónde nos llevaría nuestra búsqueda. 

No les había contado a mis padres del viaje que íbamos a tomar y pensaba la mejor manera de decirles. 

Me quedé mirando a <Mis angelitos>. Estaban acurrucados en el sofá, con la respiración más lenta por el sueño. Por lo general, Edward y yo los llevábamos a nuestra cabaña para acostarlos, pero esa noche al estar él y Carlisle sumergidos en sus planes, nos habíamos quedado con la familia. 

Por otro lado, Emmett y Jasper se encontraban emocionados por encontrar nuevos objetivos de caza. El Amazonas ofrecía un cambio como Jaguares y panteras, por decir algunos. Emmett tenía el capricho de luchar contra una anaconda. Esme y Rosalie estaban planeando qué meterían en las maletas. Jacob y Leah habían salido con la manada de Sam, preparando las cosas para su propia ausencia. 

Alice se movió lentamente por el lugar, arreglando de modo innecesario la habitación. Estaba moviendo los jarrones en el centro exacto del mueble en ese momento. Pude observar por el modo en que cambiaba la expresión en su rostro que estaba viendo el futuro. Yo suponía que intentaba ver a través de los puntos ciegos que Jacob, Leah y mis bebés provocaban en sus visiones, lo que nos esperaba en Sudamérica. Hasta que Jasper dijo: "Déjalo, Alice, ella no es de nuestra incumbencia", y una ola de serenidad se extendió por la habitación. Alice debía de estar preocupada por Irina otra vez. 

Le sacó la lengua a Jasper y después levanto un jarrón de cristal que estaba lleno de rosas blancas y rojas mientras caminaba hacia la cocina. Una de las flores blancas apenas había comenzado a marchitarse, pero aquella noche Alice parecía querer algo para distraerse de su falta de visiones. 

Me quedé mirando de nuevo a Soo y a Mí, así que no vi cuando el jarrón se resbaló de las manos de Alice. Sólo escuché el susurro del aire al rozar el cristal y mis ojos se elevaron a tiempo de ver cómo el florero se destrozaba contra el suelo. 

Todos nos quedamos inmóviles mientras los trozos saltaban y se dispersaban en todas direcciones con un tintineo desagradable, los ojos de todos estaban fijos en Alice. 

Lo primero que sentí fue sorpresa, nunca había visto a ningún vampiro dejar caer nada por accidente. Jamás. 

Y después Alice se volvió para enfrentarse a nosotros, con un movimiento rápido.

Sus ojos estaban en parte aquí y en parte perdidos en el futuro. Mirarla a los ojos era como asomarse desde el interior de una tumba hacia fuera. Me desespero y me puso nerviosa su mirada.

Escuché jadear a Edward, un sonido roto, medio ahogado. 

—¿Qué? —gruño Jasper mientras corría a toda velocidad hacia Alice, la agarró de los hombros y la sacudió con fuerza. Ella solo se balanceo por sus movimiento. —¿Qué es, Alice? —

Emmett se movió con los dientes al descubierto mientras sus ojos se precipitaban hacia la ventana anticipando un ataque. 

Esme, Carlisle, Rosalie y yo solo nos quedamos paralizados en silencio, esperando algún movimiento por parte de Alice y Edward, los cuales eran los que sabían lo que pasaba.

Jasper sacudió de nuevo a Alice. 

—¿Qué pasa? —pregunto. 

—Vienen por nosotros. —susurraron Alice y Edward al mismo tiempo. —Vienen todos ellos. — 

Silencio. 

Rápidamente supe de que hablaban. Sus palabras pusieron en mi cabeza algo que mi mente se había imaginado algunas veces y no era nada bonito. Era un sueño distante, o una pesadilla, que era como yo lo clasificaría. Era una línea de personas que avanzaba hacia mí. Y solo podía distinguir sus ojos rojos sangre, sus dientes blancos y afilados bajo la capucha de una capa negra. En ese mismo instante llego a mí el sentimiento, no, la necesidad de proteger aquellas personitas que dormían muy tranquilamente a mis espalda. 

Quería tomar a Soo y a Mi en mis brazos, esconderlos lo mejor que pudiera, pero ni siquiera logré voltearme para mirarlos, me había quedado congelada, tanto que hasta sentía el frio que se suponía no debía sentir.

Apenas pude escuchar la confirmación de mis pesadillas.

—Los Vulturis. —dijo Alice. 

—Vienen todos. —dijo Edward casi al mismo tiempo. 

—¿Por qué? —susurró Alice para sus adentros. —¿Cómo? —

—¿Cuándo? —preguntó Edward con un hilo de voz. 

—¿Por qué? —pregunto Esme. 

—¿Cuándo? —insistió Jasper con un gruñido. 

Los ojos de Alice no pestañearon, pero quedaron completamente inexpresivos. Sólo su boca mantenía aquella expresión horrorizada. 

—No tardarán mucho. —dijeron Alice y Edward al mismo tiempo. Y luego ella habló sola. —Hay nieve en el bosque y en la ciudad. En poco más de un mes. —

—¿Por qué? —pregunto Carlisle. 

—Ha de haber una razón. Quizá si supiéramos... —dijo Esme. 

—No tiene nada que ver con Elina. —dijo Alice. —Vienen todos: Aro, Cayo, Marco, todos los miembros de la guardia, incluso sus esposas. — 

—Ellas nunca dejan la torre. —contradijo Jasper. —Nunca, ni siquiera durante los años de la rebelión del sur. Ni cuando los vampiros rumanos intentaron derrocarlos. Ni cuando fueron a cazar a los niños inmortales. Nunca. —

—Pues ahora sí vienen. —murmuró Edward. 

—Pero ¿Por qué? —repitió Carlisle. —¡No hemos hecho nada! Y si lo hemos hecho, ¿Qué puede ser tan grave como para que justifique todo eso? — 

—Somos muchos. —respondió Edward desanimado. —Que querrán asegurarse de que... —no terminó la frase. 

—¡Eso no explica el motivo! ¿Por qué? —dijo Carlisle.

Intuí que yo sí conocía la respuesta a la pregunta de Carlisle, y que al mismo tiempo no. Mi y Soo eran la razón, de eso estaba segura. De algún modo había sabido desde el mismísimo principio que vendrían por ellos. Mi subconsciente me lo había advertido antes. 

Pero aun así eso no respondía a la pregunta. 

—Ve hacia atrás, Alice. —suplicó Jasper. —¿Qué ha ocasionado esto?, busca. — 

Alice sacudió lentamente la cabeza. 

—Ha llegado de la nada, Jazz. No los estaba buscando a ellos, ni a nosotros, sólo buscaba a Irina. Ella no estaba donde yo esperaba... —la voz de Alice se desvaneció, con los ojos perdidos de nuevo. Se quedó mirando a la nada durante un segundo. 

Y entonces alzó la cabeza con brusquedad. Escuché cómo Edward contenía el aliento. 

—Ella decidió ir hacia ellos. —informó Alice. —Irina acudió a los Vulturis. Y entonces ellos decidieron... es como si la hubiesen estado esperando. Como si ya hubieran tomado la decisión, y sólo esperaran por ella... —

El silencio volvió mientras asimilábamos la información. 

—¿Podemos detenerla? —preguntó Jasper. 

—No. Ya casi llega ahí. —dijo Alice. 

—¿Qué está haciendo? —preguntó Carlisle.

Pero yo ya no prestaba atención. 

Recordé a Irina en el acantilado, observándonos. ¿Qué había visto? Un vampiro y dos lobos conviviendo con armonía. Me había concentrado en esa imagen, una que habría explicado de manera lógica su reacción. Pero eso no era todo lo que ella había visto. También había visto a dos niños de gran belleza, saltando en medio de los copos de nieve, unos niños que no parecían del todo humanos comunes... 

Recordé a Irina y a las hermanas huérfanas... Carlisle había dicho que la pérdida de su madre por la justicia de los Vulturis había convertido a Tanya, Kate e Irina en unas puristas de las leyes. 

Apenas un minuto antes Jasper lo había dicho: "Ni cuando fueron a cazar a los niños inmortales...". Los niños inmortales...el terrible tabú.

Teniendo en cuenta el pasado de Irina, ¿Cómo podía entender lo que había visto ese día? No había estado lo bastante cerca para haber oído latir de los corazones de mis niños, sentir el calor que irradiaba sus cuerpos. Por todo lo que ella sabía, sus mejillas sonrosadas podrían haber sido un truco. Después de todo, los Cullen eran aliados de los hombres lobo. Desde el punto de vista de la vampira, quizás esto quería decir que no había nada de lo que no fuéramos capaces... Y solo con eso la respuesta de los Vulturis a esta clase de infracción era automática, ya estaba decidido. 

Voltee rápidamente y cargue los cuerpos dormidos de <Mis angelitos>, escondiéndolos en mi pecho. 

—Piensen en lo que ella vio ese día. —dije en voz baja. —¿Qué le parecerían Mí y Soo a alguien que perdido a su madre por los niños inmortales? —

Todos volvieron a quedar en silencio cuando comprendieron lo que había adivinado. 

—Un niño inmortal. —susurró Carlisle. 

Edward se puso a mi lado y nos cubrió los tres con su abrazo. 

—Pero está equivocada. —continué. —Mis bebés no son como esos niños. El crecimiento de ellos se detiene, pero el de ellos no. Ellos estaban fuera de control, y mis niños jamás han dañado a mis padres, ni les muestra cosas que puedan alterarles. Ellos son capaces de controlarse, de hecho lo hace bastante mejor que muchos adultos. No hay razón... —mi voz se desvaneció. 

Nadie habló durante un buen rato. 

Y entonces Edward susurró en mi pelo. 

—Ésta no es la clase de crimen por la cual ellos hacen un juicio, corazón. Aro verá la prueba de Irina en sus pensamientos. Ellos vendrán a destruir, no a razonar. — 

—Pero están equivocados. —insistí. 

—No esperarán a que se lo demostremos. —dijo. 

Su voz aún era tranquila y dulce, pero aun así el dolor y la melancolía se distinguían a la perfección. 

—¿Y qué podemos hacer? —pregunte. 

Sentía a Soo y Mi tan cálidos en mis brazos, tan tranquilos. Me había preocupado tanto por lo rápido que crecían mis niños, de que sólo fuera a disfrutar de una década de vida... que ese miedo parecía ahora una broma. 

Un poco menos de un mes... 

Fue Emmett el que respondió a mi pregunta retórica. 

—Lucharemos. —dijo con calma. 

—No ganaremos. —gruñó Jasper. 

—Bueno, tampoco podemos huir. No con Demetri alrededor. —Emmett hizo un ruido de disgusto, no le gustaba la idea de escapar. —Y no sé por qué no podemos ganar. —dijo. —Hay unas cuantas opciones que considerar. No tenemos que luchar solos. —la mirada de Carlisle le hizo seguir hablando rápidamente. — No digo que tengan que luchar con nosotros, solo que se mantengan a nuestro lado lo suficiente para hacer dudar a los Vulturis... Elina tiene razón después de todo. Tal vez bastara con que fuéramos capaces de obligarles a parar y escucharnos, quizás eso nos permitiera demostrar que no hay motivo alguno para luchar... — comenzó a sonreír parecía ser el menos afectado. 

—Sí. —dijo Esme. —Eso tiene sentido, Emmett. Todo lo que necesitamos es que los Vulturis se detengan un momento, lo suficiente para escuchar. —

—Lo que necesitamos es algo así como una exposición de testigos. —dijo Rosalie, que parecía igual de afectada que Esme y yo. 

Esme asintió, de acuerdo con sus palabras. 

—Eso sí es algo que podamos pedirles a nuestros amigos, que solo sean testigos. —

—Nosotros lo haríamos por ellos. —dijo Emmett. 

—Deberíamos explicárselo de la manera correcta. —murmuró Alice. —Tendríamos que demostrárselo con mucho cuidado. —

—¿Demostrárselo? —preguntó Jasper. 

Ambos, Alice y Edward, miraron a Mí y a Soo. Los ojos de Alice se nublaron de nuevo. 

—La familia de Tanya. —dijo ella. —El aquelarre de Siobhan y el de Amun. Algunos de los nómadas... Garrett y Mary, seguro. Quizá también Alistair. —

—¿Y qué te parece Peter y Charlotte? —pregunto Jasper esperanzado. 

—Quizá. —dijo ella. 

—¿Y las Amazonas? —preguntó Carlisle. —. ¿Kachiri, Zafrina y Senna? — 

Alice parecía estar totalmente sumergida en su visión como para contestar al principio, pero al final se estremeció y sus ojos se movieron para volver al presente. Se encontró con la mirada de Carlisle y después la bajó. 

—No puedo ver más. — 

—¿Qué ha sido eso? —preguntó Edward. —¿Vamos a ir a buscarlas a esa parte en la jungla? —

—No puedo ver más. —repitió Alice, sin encontrarse con sus ojos y una expresión de confusión lleno el rostro de Edward. —Debemos separarnos y apresurarnos antes de que la nieve caiga al suelo. Hay que dar una vuelta por ahí, encontrar al mayor número posible de aliados y traerlos para enseñarles. Ah, y pregúntale a Eleazar. No todo es por el asunto de los niños inmortales. — 

Alice volvió a su trance miraba el futuro. Pestañeó con lentitud cuando termino. 

—Hay tanto que tenemos que hacer, tenemos que apurarnos. —susurró ella. 

—¿Alice? —preguntó Edward. —Eso fue demasiado rápido... No comprendo. ¿Qué fue...? — 

—¡No puedo ver más! —le grito irritada. —¡Jacob y Leah casi llegan! — 

Rosalie camino hacia la entrada. 

—Yo me encargo... —dijo seria.

—No, deja que vengan. —dijo Alice con rapidez. Agarró la mano de Jasper y comenzó a jalarlo hacia la puerta de atrás. —Mejor me alejo un poco también de Soo y Minnie para ver mejor. Necesito irme. Necesito concentrarme de verdad y ver todo lo que sea posible. Tengo que irme. Vamos, Jasper, ¡No tenemos tiempo que perder! —

Todos pudimos escuchar cómo se acercaban Jacob y Leah por las escaleras del porche. Alice jalo a Jasper y el muy confundido la siguió con rapidez. Salieron corriendo por la puerta. 

—Apúrense. —nos gritó. —¡Tienen que encontrar a todos! —

—¿Encontrar qué? —preguntó Jacob. —¿Adónde va Alice? —

Nadie le respondió. 

Jacob y Leah se acercaron para ver mejor a sus improntas.

Leah supo antes que Jacob que algo estaba mal, lo supe por la expresión que hizo al ver mi rostro preocupado, casi en pánico.

—¡Hola, Elina! pensé que ya estarían en su casa a esta hora... —dijo Jacob. 

Entonces me miró, volteo hacia Leah que me miraba seria y luego volvió a mirarme con más atención. Observé como su expresión cambio. Bajó los ojos al suelo y sus pupilas se dilataron al observar la mancha de agua, las rosas esparcidas y los fragmentos de cristal. Sus dedos temblaron.

 

—¿Qué...? —preguntó Leah. —¿Qué ha pasado? —

No sabía por dónde empezar. 

Cruzaron la habitación rápidamente, Leah se sentó a mi lado mirando fijamente a Soo y Jacob cayó de rodillas a mi lado mirando a Mi. Pude sentir el calor que emanaba de sus cuerpos mientras los temblores descendían por sus brazos hasta sus manos. 

—¿Ella/ Él está bien? —preguntaron al mismo tiempo mientras se inclinaban para escuchar sus corazones. 

—¡No juegues conmigo, Elina, por favor! —dijo Leah.

—No les pasa nada. —dije con voz rara. 

—¿Entonces, quién? —pregunto Jacob. 

—Todos nosotros. —susurré y mi voz se quebró. —Se acabo. Hemos sido sentenciados a muerte. —