—¿Disfrutaste del picnic?
—¿Así que la duquesa divorciada también puede ser sarcástica? —se preguntaban algunas señoras mientras miraban a la condesa que permanecía temblando en su asiento.
El picnic ya estaba destruido y también la condesa misma. No había necesidad de que permanecieran aquí.
—Jaja, el vizconde me había dicho que volviera a casa temprano, perdóneme condesa...
—Mi niña me está esperando... por favor discúlpeme, condesa.
—Tengo una cita con una boutique, disculpe mi descortesía, condesa.
—Perdóneme condesa...
Todas y cada una de las señoras y señoritas desaparecieron apresuradamente del jardín. La única persona que quedó fue la chismosa señora Kruger.
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