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Expandiendo el Imperio

10:00 am – Garaje de Han, Tokio

El sol de la mañana se filtraba a través de las ventanas del garaje, iluminando las máquinas perfectamente alineadas. Los autos eran la fachada de un negocio mucho más grande que lo que cualquiera podría imaginar. Reese estaba bajo su Supra, haciendo ajustes en la suspensión después de la carrera de la noche anterior. Había ganado respeto en las calles de Tokio, pero sabía que ese era solo el comienzo.

Han apareció en la puerta, su habitual calma impregnando el ambiente. Llevaba en la mano una carpeta llena de documentos, lo que inmediatamente llamó la atención de Reese.

—¿Qué tienes ahí? —preguntó Reese, saliendo de debajo del auto y limpiándose las manos con un trapo.

—Negocios. Tokio es un mercado grande, pero si vamos a expandirnos, necesitamos pensar más allá de lo que hacemos ahora. Es hora de que hablemos de cómo llevar esto al siguiente nivel —respondió Han, colocando la carpeta sobre una mesa cercana.

Reese frunció el ceño, intrigado. Sabía que Han era metódico y no tomaba decisiones a la ligera.

—Estoy escuchando. ¿Qué tienes en mente? —preguntó, cruzándose de brazos.

Han abrió la carpeta y comenzó a mostrarle diagramas, mapas y números.

—Lo que hacemos con las armas está funcionando bien. Pero el mercado en Tokio está saturado, y si seguimos creciendo aquí, atraeremos la atención de gente como la yakuza o los federales. Necesitamos diversificar y entrar en mercados donde haya menos competencia directa, pero más demanda —explicó Han, señalando un mapa de rutas marítimas.

Reese miró el mapa con interés. Había líneas que conectaban Tokio con otros países de Asia, y más allá, hasta América del Sur y África.

—¿Qué estás proponiendo? —preguntó Reese, sabiendo que Han siempre tenía un plan.

—Contrabando de tecnología y vehículos. Piezas robadas, autos clásicos que podemos desmontar y enviar en partes. Hay una gran demanda en países como Rusia y partes de África por tecnología que aquí es obsoleta, pero allá es oro —dijo Han, mostrando un listado de equipos: drones, sistemas de comunicación, e incluso laptops.

Reese asintió lentamente.

—Tiene sentido. Es menos visible que las armas, y los márgenes pueden ser igual de buenos. ¿Pero cómo empezamos? —preguntó.

Han sonrió.

—Ya lo hice. Tengo un contacto en Vladivostok que quiere un envío de piezas de Nissan y Toyota. Si esto funciona, podríamos establecer una ruta regular. También tengo a alguien en Filipinas que quiere tecnología, principalmente sistemas de vigilancia. Necesitamos organizar los primeros envíos —respondió Han.

Reese se inclinó sobre la mesa, observando los detalles. Sabía que esto no era solo una expansión; era un cambio completo en la manera en que operaban.

1:00 pm – Planeando el Primer Envío

Han y Reese estaban sentados con Twinkie en una pequeña oficina improvisada dentro del garaje. Twinkie, con su usual energía y estilo único, estaba revisando un inventario en su laptop.

—Así que estamos hablando de enviar todo esto a Rusia y Filipinas, ¿eh? —preguntó Twinkie, sin apartar los ojos de la pantalla—. Esto no será barato.

—El costo inicial es alto, pero una vez que establezcamos las rutas, será más eficiente. Además, ya tenemos conexiones en los puertos de Filipinas, gracias a Reese —respondió Han, mientras encendía un cigarro.

Reese, que había estado en silencio, finalmente habló.

—¿Qué hay de la seguridad? No quiero que estos envíos sean interceptados por las autoridades o por la competencia. ¿Cómo planeas mantener esto bajo el radar? —preguntó, con una mirada seria.

Han exhaló el humo lentamente antes de responder.

—Eso es lo complicado. Para los envíos a Rusia, vamos a usar un intermediario que trabaja con empresas de transporte legítimas. En Filipinas, será más directo; podemos usar rutas secundarias y pequeños barcos que no atraen atención. Pero necesitamos hombres confiables para supervisar todo —dijo Han, mirando a Reese.

Reese entendió lo que eso significaba. Él sería el encargado de asegurar que las operaciones en Filipinas se desarrollaran sin problemas.

—Está bien. Me encargaré de Filipinas. Twinkie, quiero que revises todo el inventario y asegúrate de que lo que enviemos sea lo mejor. Si vamos a entrar en estos mercados, necesitamos establecer una reputación sólida desde el principio —dijo Reese, tomando el liderazgo.

Twinkie levantó una ceja, sorprendido, pero asintió.

—Entendido. Me encargo de eso —respondió, mientras volvía a concentrarse en su pantalla.

4:00 pm

Mientras revisaban los preparativos para el primer envío, uno de los hombres de Han, Kenji, entró al garaje con una expresión preocupada.

—Tenemos un problema. Ryo, el líder de esa facción de la que hablamos, ha estado preguntando por nosotros. Quiere saber qué estamos moviendo —dijo Kenji, mientras miraba a Han.

Han frunció el ceño, claramente molesto.

—Ryo no es alguien con quien queremos problemas ahora mismo. Está conectado con la yakuza, y si empieza a interesarse demasiado en nosotros, podría complicarlo todo —dijo Han, cruzando los brazos.

Reese golpeó la mesa con el puño.

—Entonces tenemos que asegurarnos de que no se meta en esto. ¿Sabes qué quiere? —preguntó, mirando a Kenji.

—No está claro. Pero tiene hombres vigilando algunos de nuestros movimientos en el puerto. Creo que sospecha de los envíos —respondió Kenji.

Han y Reese intercambiaron miradas. Esto no era inesperado, pero tampoco era algo que pudieran ignorar.

—Si Ryo quiere respuestas, se las daremos, pero a nuestra manera. Necesitamos que piense que seguimos centrados en armas y carreras, no en tecnología o vehículos —dijo Han, comenzando a trazar un plan.

Esa noche, Reese y Twinkie estaban en el puerto, supervisando el primer cargamento destinado a Filipinas. Las piezas de autos estaban empaquetadas en contenedores aparentemente normales, etiquetados como repuestos genéricos. Era un movimiento arriesgado, pero necesario.

—¿Crees que Ryo realmente esté observándonos? —preguntó Twinkie, mientras cargaba una caja.

—No lo sé, pero no podemos arriesgarnos. Por eso estamos aquí, para asegurarnos de que todo salga limpio —respondió Reese, mirando a su alrededor.

A lo lejos, vio un auto estacionado, con dos hombres dentro. No era difícil adivinar quiénes eran.

—Tenemos compañía. Díselo a Han. Yo me encargo de esto —dijo Reese, dirigiéndose hacia el auto.

Los hombres lo vieron acercarse y bajaron la ventana.

—¿Qué pasa, chicos? ¿Perdieron algo? —preguntó Reese, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

—Solo observando. Bonito cargamento. Seguro que a Ryo le interesaría saber qué hay ahí —dijo uno de ellos, con un tono provocador.

Reese se inclinó hacia la ventana.

—Dile a Ryo que si tiene preguntas, puede venir a verme. Mientras tanto, mantengan sus narices fuera de mis negocios —dijo, antes de darse la vuelta y regresar al puerto.

De vuelta en el garaje, Han estaba esperando a Reese y Twinkie. Cuando Reese le contó lo que había sucedido, Han permaneció en silencio por un momento.

—Esto confirma lo que temía. Ryo está empezando a presionarnos, y no podemos ignorarlo. Si seguimos adelante con estos envíos, necesitamos más seguridad. Reese, ¿estás seguro de que puedes manejar Filipinas? —preguntó Han.

—Lo estoy. Pero también necesitamos mantener a Ryo bajo control o simplemente lo eliminamos y tomamos su lugar el problema sería la yakuza. Pero Si quiere pelea, tenemos que estar listos —respondió Reese.

Han asintió, aunque su expresión seguía siendo seria.

—Está bien. Entonces sigamos adelante. Pero prepárate, porque esto se pondrá más peligroso antes de mejorar —advirtió

Bye hasta dentro de otros 3 meses 🤣🤣🤣🤣