—Como sea, dejemos de hablar de cosas inútiles, estoy aquí por algo mucho más importante —Al ver esa sonrisa en el rostro de Finkelstein, Nux entrecerró los ojos con duda. Por alguna razón, no le gustaba para nada esa sonrisa.
Y como si ella pensara lo mismo, la expresión de Ember tampoco era buena.
—¿Qué es? —preguntó ella.
—Es la respuesta del Dinasta a tu carta reciente —Finkelstein murmuró con una gran sonrisa en su rostro, y entonces, el anillo en su dedo brilló y un sobre con el insignia del Dinasta apareció en su mano.
Ember y los otros soldados presentes inclinaron sus cabezas y colocaron sus manos derechas sobre sus pechos. Nux miró a su alrededor con el ceño fruncido, luego Thyra lo miró y asintió.
Los dos, luego siguieron a los otros soldados e inclinaron sus cabezas también.
Con una expresión solemne en su rostro, Finkelstein miró a Ember y murmuró:
—El tema de esta carta es un poco sensible, ordena a los demás que se retiren.
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